Autor: Sherrilyn Kenyon.
Sinopsis: [...] Maxis Drago carga en silencio con su trágico destino desde hace siglos. El guardián más huraño y solitario del Santuario perdió a su mujer, y todo lo que tenía, en manos de un rival implacable que juró derrotarle y apartarle del mundo. Desde entonces deambula taciturno y con sus enormes alas plegadas. Todos dicen que no puede volar. Pero las cosas no son lo que parecen, y la vida todavía le tiene reservadas un par de sorpresas. [...] (Extracto de la introducción).
Formato: epub.
¿Qué les puedo decir? Al contrario de Hijo de Nadie, acá sí puedo decirles que conozco al protagonista. Bueno, eso no es exactamente cierto, pero no me es completamente un extraño, así que no me importó saber su historia, que dicho sea de paso, ahonda en una leyenda que hemos estado oyendo en esta serie desde que se introdujeron cierto tipo de criaturas. ¿Qué, te estoy dando un spoiler? En serio, no sé quién se está adentrando a leer esta seudo-reseña sin saber de la serie de Kenyon, a sabiendas de que puede toparse con spoilers. Sobre aviso, no hay engaño. Así que ahí voy.
Hace muchísimo tiempo, los arcadios y los katagarios fueron creados por un rey que no quería perder a sus hijos como perdió a su esposa (que era una apolita y bueno, ya sabemos lo que les pasa a los apolitas por culpa de Apolo "Me-creo-un-dios-olímpico-de-lo-mejor-pero-siempre-lo-arruino-todo"). Eso es lo que se ha sabido por cientos de años, así como se sabe que, en aquella vieja historia, uno de los suyos cometió una falta imperdonable y fue marcado por ello. Así la cosa, a nadie se le ocurriría que el tranquilo Max, uno de esos dragones cambiaformas y refugiados del Santuario de Nueva Orleáns, de pronto atrajera a una horda de feroces guerreras (sí, leyeron bien, guerreras) que buscan algo que en teoría, solo él puede hacer... ¿pero acaso lograrán atraparlo o él tendrá que confesar de dónde viene, para tener oportunidad de decidir a dónde ir después).
Como decía antes, al protagonista en turno se le puede reconocer de otras apariciones en la saga, más que nada esporádicas y a veces ni eso, solo se le nombra: Max, a quien se le conoce como una de las criaturas más letales que se refugian en el Santuario. Casi siempre es un personaje que está en la periferia, a menos que se le necesite porque, entre otras cosas, es el mejor de los del Santuario borrando memorias. Sin embargo, con lo que les cae encima cuando creían que todo volvía a la paz, Max se ve obligado no solo a acordarse de lo que hizo que se refugiara en el Santuario, sino de la persona a quien le debía muchos dolorosos recuerdos. Además, para completar el panorama, ¿a que no adivinan quién es parte de la leyenda antes mencionada, sobre el origen de arcadios y katagarios? ¡Exacto, damas y caballeros, nuestro dragón residente del Santuario! La cosa mejora por momentos.
En serio, la trama de este libro es un lío monumental. A ver, el principio se entiende y la verdad, Max se hace querer, pero el resto... Bueno, tienes que seguirlo con calma y como dice alguien en el libro, "ya te aprenderás todos los nombres", en referencia a las menciones de todos los personajes, tanto conocidos como nuevos, que desfilan delante de nuestros ojos y que Kenyon cree conveniente que conozcamos.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2017)
Hace muchísimo tiempo, los arcadios y los katagarios fueron creados por un rey que no quería perder a sus hijos como perdió a su esposa (que era una apolita y bueno, ya sabemos lo que les pasa a los apolitas por culpa de Apolo "Me-creo-un-dios-olímpico-de-lo-mejor-pero-siempre-lo-arruino-todo"). Eso es lo que se ha sabido por cientos de años, así como se sabe que, en aquella vieja historia, uno de los suyos cometió una falta imperdonable y fue marcado por ello. Así la cosa, a nadie se le ocurriría que el tranquilo Max, uno de esos dragones cambiaformas y refugiados del Santuario de Nueva Orleáns, de pronto atrajera a una horda de feroces guerreras (sí, leyeron bien, guerreras) que buscan algo que en teoría, solo él puede hacer... ¿pero acaso lograrán atraparlo o él tendrá que confesar de dónde viene, para tener oportunidad de decidir a dónde ir después).
Como decía antes, al protagonista en turno se le puede reconocer de otras apariciones en la saga, más que nada esporádicas y a veces ni eso, solo se le nombra: Max, a quien se le conoce como una de las criaturas más letales que se refugian en el Santuario. Casi siempre es un personaje que está en la periferia, a menos que se le necesite porque, entre otras cosas, es el mejor de los del Santuario borrando memorias. Sin embargo, con lo que les cae encima cuando creían que todo volvía a la paz, Max se ve obligado no solo a acordarse de lo que hizo que se refugiara en el Santuario, sino de la persona a quien le debía muchos dolorosos recuerdos. Además, para completar el panorama, ¿a que no adivinan quién es parte de la leyenda antes mencionada, sobre el origen de arcadios y katagarios? ¡Exacto, damas y caballeros, nuestro dragón residente del Santuario! La cosa mejora por momentos.
En serio, la trama de este libro es un lío monumental. A ver, el principio se entiende y la verdad, Max se hace querer, pero el resto... Bueno, tienes que seguirlo con calma y como dice alguien en el libro, "ya te aprenderás todos los nombres", en referencia a las menciones de todos los personajes, tanto conocidos como nuevos, que desfilan delante de nuestros ojos y que Kenyon cree conveniente que conozcamos.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2017)
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