Título: Las batallas en el desierto.
Autor: José Emilio Pacheco.
Sinopsis: [...] Cuenta la historia de Carlos y a la vez de la Ciudad de México de mediados del siglo XX. Una tarde, Jim, su único amigo, lo invita a comer a su casa; allí conoce a Mariana, la joven madre de su amigo, y se enamora de ella. A partir de ese momento la vida de Carlos cambiará. (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Fondo de Cultura Económica, del volumen 5 de la colección 18 para los 18.
¿Qué les puedo decir? Como comenté en Los relámpagos de agosto, comencé a comprar los libros de la colección tarde, uno por uno, así que hubo algunos que en cierto momento, creí que ya no iba a encontrar. Pero antes de decidirme por la colección (si no mal recuerdo), José Emilio Pachecho falleció, reeditaron Las batallas en el desierto y compré un ejemplar. Claro, luego hallé el ejemplar que nos compete y el independiente lo dejé aparte de mi biblioteca personal, para venderlo y/o intercambiarlo en cuanto tuviera la ocasión.
Carlos empieza narrando cómo eran sus días en la ciudad de México cuando la gente comenzaba a vivir más o menos tranquila, ya sin Revolución, sin cristeros y sin ninguna guerra amenazando su seguridad. Nos cuenta cómo es su familia, que no es la octava maravilla y sin embargo, pudo ser peor. En esa época su único amigo es Jim, un chico que presume de tener un padre influyente, aunque nadie sabe si eso es verdad o no. Jim decide un día invitar a Carlos a comer, éste acepta y es cuando conoce a una persona que le cambiará la vida: Mariana, la joven madre de Jim, quien guapa y desenfadada, no es precisamente una madre típica de esos tiempos y pronto fascina a Carlos hasta tal punto que luego, él hace algo que define el rumbo que lo hará alejarse de lo que conocía.
Quizá ya les quedara claro con Los relámpagos de agosto, pero en manos como las mías (u ojos, ustedes decidan), las novelas de 18 para los 18 son tremendamente cortas. Es decir, ya lo son, pero a su servidora no le duran absolutamente nada. En este caso en particular, además de que Las batallas en el desierto lo leí lo que duró el regreso del trabajo a su humilde casa (y ni eso, porque Bell lo acabó antes), sentí que fue de esas narraciones que podrían surgir de una plática entre amigos, de esos que cuando se ponen a recordar viejos tiempos, sueltan todo sin pararse a pensar si el otro lo recordará o siquiera quiere saberlo. El ritmo es rápido, conciso y a la vez con fragmentos ambiguos y envueltos en duda, porque no es una historia feliz, ni amarga, sino simplemente una cadena de sucesos que pudo pasarle a cualquier muchacho que en esos tiempos, vivía en la capital mexicana. Las pinceladas a la situación de entonces son reales, me hicieron recordar mi época de despreocupación total ante la perspectiva de una vida adulta... a menos que hubiera algo que me lo recordara.
En conclusión, no sé si decir que esta historia de Pacheco me gusta. Tiene su gracia, te entra nostalgia por ciertos acontecimientos y objetos que hoy en día ya no hay, pero al mismo tiempo me dejó un hueco que esperaba fuera llenado con un final mejor para Carlos. Sé que no siempre una novela termina con todos felices, pero creo que en esta ocasión, habría sido una justa recompensa para ciertos personajes. Qué quieren, prefiero ver a la gente contenta.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
Carlos empieza narrando cómo eran sus días en la ciudad de México cuando la gente comenzaba a vivir más o menos tranquila, ya sin Revolución, sin cristeros y sin ninguna guerra amenazando su seguridad. Nos cuenta cómo es su familia, que no es la octava maravilla y sin embargo, pudo ser peor. En esa época su único amigo es Jim, un chico que presume de tener un padre influyente, aunque nadie sabe si eso es verdad o no. Jim decide un día invitar a Carlos a comer, éste acepta y es cuando conoce a una persona que le cambiará la vida: Mariana, la joven madre de Jim, quien guapa y desenfadada, no es precisamente una madre típica de esos tiempos y pronto fascina a Carlos hasta tal punto que luego, él hace algo que define el rumbo que lo hará alejarse de lo que conocía.
Quizá ya les quedara claro con Los relámpagos de agosto, pero en manos como las mías (u ojos, ustedes decidan), las novelas de 18 para los 18 son tremendamente cortas. Es decir, ya lo son, pero a su servidora no le duran absolutamente nada. En este caso en particular, además de que Las batallas en el desierto lo leí lo que duró el regreso del trabajo a su humilde casa (y ni eso, porque Bell lo acabó antes), sentí que fue de esas narraciones que podrían surgir de una plática entre amigos, de esos que cuando se ponen a recordar viejos tiempos, sueltan todo sin pararse a pensar si el otro lo recordará o siquiera quiere saberlo. El ritmo es rápido, conciso y a la vez con fragmentos ambiguos y envueltos en duda, porque no es una historia feliz, ni amarga, sino simplemente una cadena de sucesos que pudo pasarle a cualquier muchacho que en esos tiempos, vivía en la capital mexicana. Las pinceladas a la situación de entonces son reales, me hicieron recordar mi época de despreocupación total ante la perspectiva de una vida adulta... a menos que hubiera algo que me lo recordara.
En conclusión, no sé si decir que esta historia de Pacheco me gusta. Tiene su gracia, te entra nostalgia por ciertos acontecimientos y objetos que hoy en día ya no hay, pero al mismo tiempo me dejó un hueco que esperaba fuera llenado con un final mejor para Carlos. Sé que no siempre una novela termina con todos felices, pero creo que en esta ocasión, habría sido una justa recompensa para ciertos personajes. Qué quieren, prefiero ver a la gente contenta.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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