~Aperitivo~
La princesita
(Frances Hodgson
Burnett)
Cuando se fue, Sara se quedó en medio de la buhardilla. Las reverencias del nativo le hicieron recordar muchas cosas. Le parecía curioso que la misma cocinera que la había insultado hacía una hora, años atrás la hubiera tratado igual que Ram Dass. Era como una especie de sueño que se había acabado y ya no se repetiría. Entonces tuvo un pensamiento alegre y el color volvió a sus mejillas.
—Pase lo que pase —dijo—, si me comporto como una princesa lo seré en mi interior. Es fácil ser una princesa si voy vestida con ropas de oro, pero es un triunfo serlo si nadie lo sabe.
~Entrada~
La casa de los mil pasillos
(Diana Wynne
Jones)
—¿Por
qué haces eso? —preguntó Charmain.
—Para
no escaldarme —contestó Peter lanzando cuchillos y tenedores en su mezcla que fueron
seguidos por pilas de platos—. ¿Es que no sabes nada?
—No
—admitió Charmain. Le irritó pensar que ninguno de los muchos libros que había
leído mencionaba, ni siquiera de pasada, fregar platos, no hablemos ya de
explicar cómo se hace. Vio cómo Peter usaba con energía un trapo para quitar
comida muy, muy antigua del plato estampado, que salió limpio y brillante del
agua jabonosa. A Charmain le empezó a gustar bastante el proceso y estaba casi
dispuesta a creer que era magia. Vio cómo Peter sumergía el plato en otro
recipiente para aclararlo. Entonces se lo pasó.
—¿Qué
tengo que hacer? —preguntó ella.
—Secarlo,
por supuesto —dijo él […].
~Plato Fuerte~
Heidi
(Johanna Spyri)
—Tráete para adentro tu atado de ropa —le ordenó cuando vio que ella lo seguía.
—No la voy a necesitar más —replicó, muy lista, la niña.
El anciano se dio la vuelta y fijó una mirada escrutadora en la chica, cuyos ojos oscuros brillaban de alegría con la perspectiva de lo que iba a ver adentro.
“Ciertamente que no le falta inteligencia”, murmuró el viejo para sí.
—¿Y por qué razón no la vas a necesitar más? —preguntó en voz alta.
—Porque quiero andar ligera como las cabras, con sus patas livianas y finitas.
~Postre~
Como pez en el
árbol
(Lynda Mullaly Hunt)
—Perdón —me disculpo, y lo digo en serio—. Escribiré la composición. Lo prometo.
Ella suspira.
—Está bien, Ally, pero si el lápiz se detiene un solo segundo, te marchas.
Me traslada a la mesa de lectura, junto a un mural del día de Acción de Gracias dedicado a la importancia de estar agradecido. Mientras tanto, rocía mi mesa con limpiador. Y me mira como si quisiera rociarme a mí también. Borrar a la tonta.
Bizqueo un instante. Ojalá no me molestaran tanto las luces. Y luego intento sostener el lápiz como se supone que debería y no de la manera rara en que mi mano se empeña en agarrarlo.
Escribo con una mano, escondiendo el papel con el brazo. Sé que no debo dejar de escribir si no quiero ganármela otra vez, así que anoto una y otra vez las palabras “por qué”, de principio a final de la página.
En parte, porque sé cómo se escriben, y en parte, porque espero que alguien me conteste de una vez.
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