~Entrada~
El asesinato del profesor
de matemáticas
(Jordi Sierra i Fabra)
—¿Cómo quiere que nos
pongamos a buscar a un asesino resolviendo pruebas matemáticas y problemas de
lógica con usted muerto?
—¿Quién ha sido? ¿Quién?
—Jugad… y ganad… No me
falléis… Sé que podéis… y… y confío en voso… tros… —exhaló el profesor—. Mirad
en… mi… bol… sillo. Demostrad que…
Eso fue todo.
Ladeó la cabeza y de sus
labios fluyó el último suspiro.
Luc, Nico y Adela se
miraron asombrados, aterrados, paralizados.
—¡Ay, la leche! —dijo
Nico.
—¡Esto es una pesadilla,
no puede estar pasando! —exclamó Luc con la boca seca.
—¡Señor Romero… por
favor! —comenzó a llorar Adela.
Estaba muerto. Del todo.
Y loco hasta el final.
~Plato Fuerte~
Sandy
(William Joyce)
Iban cayendo hacia un
planeta pequeño, verde y azul, que se llamaba Tierra. Estaba seguro de que
chocarían. Oía reír a los piratas de los sueños y se sintió asustado e
impotente.
Pero, mientras caía en
picado hacia la Tierra, oyó miles de deseos, los deseos de los niños que veían
la estrella que se les acercaba como un rayo. Sandy supo que no podía hacer
daño a ningún niño, y con todas sus fuerzas guió su estrella lejos de la Tierra
y la hizo girar hacia un mar inmenso.
Cuando estaba a punto de
estrellarse, oyó un deseo que parecía que venía de muy, muy lejos. Era
brillante y claro y hermoso.
—Ojalá te vaya bien
—decía, simplemente.
Sandy cerró los ojos y
soñó que todo iba bien.
~Postre~
Ever After High. El
cuento de Apple White
(Shannon Hale)
—Este año va a tener una
importancia regia en tu vida —dijo su madre mientras la ayudaba a subirse al
Carruaje Híbrido. […]—. Estoy muy orgullosa de ti. Sé que te prepararás para ser
la Blancanieves perfecta.
Las criadas, los
sirvientes, los guardas y los enanitos que ocupaban el enorme Carruaje Híbrido
asintieron. Apple se sonrojó. Debían de haberse dado cuenta de lo mucho que se
estaba aplicando con sus asignaturas, lo duro que había estudiado para la
materia de Dirección de Reinos, todo el tiempo que había dedicado a prepararse
para ser reina…
—Mira sus ojos, su piel
—susurró una de las criadas.
—No creo que sea posible […]
pero se está volviendo aún más hermosa que su madre.
—Tan hermosa… —dijo un
sirviente—. La Blancanieves perfecta.
—Bueno, salvo por el
cabello. Una pena que naciera rubia.
Apple puso una mueca. […]
Ser Blancanieves era algo más que ser hermosa y tener el cabello negro.
(Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta").
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