Autor: Leonardo Patrignani.
Sinopsis: Alex vive en Milán. Jenny, en Melbourne. Sus vidas han estado unidas desde siempre por un diálogo telepático que se establece sin previo aviso mientras caen en un estado de inconsciencia. Cuando deciden encontrarse, descubren una realidad que cambiará por completo sus vidas, destruyendo la certeza sobre el mundo que habitan. (De la solapa de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Ediciones B, S. A. (a través de B de Blok).
¿Qué les puedo decir? Las portadas de los libros, en ocasiones, son mi perdición. Aunque la primera vez que vi la de esta novela, no me invitó a comprarla, solo a admirarla. La idea que me daba el título me ha rondado por la cabeza muchas veces (incluso Bell intentó escribir algo así... mejor no pregunten), pero considero que pocos la llegan a desarrollar de una forma que me acabe gustando. ¿Patrignani se lleva un acierto o la regó? Ahora se los digo.
Un chico italiano llamado Alessandro (al que todos llaman Alex) está en un partido de baloncesto cuando se desvanece, tras sentir un malestar en la cabeza. Oye cosas, tiene sensaciones, pero nunca alcanza a descifrar de qué se trata.
Por su parte, una joven australiana de nombre Jenny convive con sus padres en casa, cuando de repente siente algo que la hace recostarse. Es una dolencia que conoce, a la que ha tenido que acostumbrarse, por lo cual lo que viene después no le parece tan extraño: una voz en su cabeza la llama, una voz que está segura que es real. ¿Pero de quién? ¿Y desde dónde?
A simple vista, Jenny y Alex son aquejados por un fenómeno psíquico que llega a causarles malestares físicos. ¿Soné muy técnica? Me extrañaría, pues mi área no es esa (Bell ríe bajito por el mal chiste). Ya, hablando en serio, ¿alguien más cree que semejante premisa da para algo genial, entre ciencia ficción y fantasía? Como sabrán, esos géneros me gustan (uno más que otro, hay que reconocerlo), pero es complicado juntarlos porque, inevitablemente, parece predominar uno de los dos y eso, si no se hace bien, termina en desastre. O peor: no domina ciencia ni magia, así que el lector no está muy seguro de con qué verdades quedarse.
En el caso de Multiverso, pasa lo segundo. Hay un fenómeno que puede considerarse sobrenatural, ¿dos personas hablando mentalmente entre sí? Es algo más allá de lo normal y conocido. Luego, hay otros detalles que nos llevan a creer que algo realmente especial está por revelarse (si es que no se reveló ya sin que nos diéramos cuenta), pero a la larga, la trama planteada en esta primera parte de trilogía deja más preguntas que respuestas. En parte se comprende, porque viene Memoria, pero hay algunos casos, pequeñitos, que siembran la semilla de la curiosidad... y no germinará para bien. Lo he tenido que descubrir con Memoria y Utopía... pero pasaremos a eso otro día.
Aunque por lo anterior parezca que odié terriblemente Multiverso, no fue completamente así. Hay personajes que se salvan de mi mirada irónica y fría (sí, Bell tienen una, cuidado con ella), pero en esta ocasión me voy a referir a uno en particular. Como pasa de vez en cuando, descarto a los protagonistas, porque por un lado, Alex me parece un chico que ha vivido sin tantos problemas y se las ingenia para salirse con la suya; por otro lado, Jenny parece ser la clase de muchacha que, casi siempre, sospechará de todo aquello que no vaya acorde a lo que había deseado. Llegados a este punto, los que hayan leído Multiverso saben con quién me quedo: Marco, mejor amigo de Alex, un geniecillo que se especializa en ser hacker y cuyo entusiasmo compensa algunas carencias.
Cuídense y nos leemos a la próxima.
Un chico italiano llamado Alessandro (al que todos llaman Alex) está en un partido de baloncesto cuando se desvanece, tras sentir un malestar en la cabeza. Oye cosas, tiene sensaciones, pero nunca alcanza a descifrar de qué se trata.
Por su parte, una joven australiana de nombre Jenny convive con sus padres en casa, cuando de repente siente algo que la hace recostarse. Es una dolencia que conoce, a la que ha tenido que acostumbrarse, por lo cual lo que viene después no le parece tan extraño: una voz en su cabeza la llama, una voz que está segura que es real. ¿Pero de quién? ¿Y desde dónde?
A simple vista, Jenny y Alex son aquejados por un fenómeno psíquico que llega a causarles malestares físicos. ¿Soné muy técnica? Me extrañaría, pues mi área no es esa (Bell ríe bajito por el mal chiste). Ya, hablando en serio, ¿alguien más cree que semejante premisa da para algo genial, entre ciencia ficción y fantasía? Como sabrán, esos géneros me gustan (uno más que otro, hay que reconocerlo), pero es complicado juntarlos porque, inevitablemente, parece predominar uno de los dos y eso, si no se hace bien, termina en desastre. O peor: no domina ciencia ni magia, así que el lector no está muy seguro de con qué verdades quedarse.
En el caso de Multiverso, pasa lo segundo. Hay un fenómeno que puede considerarse sobrenatural, ¿dos personas hablando mentalmente entre sí? Es algo más allá de lo normal y conocido. Luego, hay otros detalles que nos llevan a creer que algo realmente especial está por revelarse (si es que no se reveló ya sin que nos diéramos cuenta), pero a la larga, la trama planteada en esta primera parte de trilogía deja más preguntas que respuestas. En parte se comprende, porque viene Memoria, pero hay algunos casos, pequeñitos, que siembran la semilla de la curiosidad... y no germinará para bien. Lo he tenido que descubrir con Memoria y Utopía... pero pasaremos a eso otro día.
Aunque por lo anterior parezca que odié terriblemente Multiverso, no fue completamente así. Hay personajes que se salvan de mi mirada irónica y fría (sí, Bell tienen una, cuidado con ella), pero en esta ocasión me voy a referir a uno en particular. Como pasa de vez en cuando, descarto a los protagonistas, porque por un lado, Alex me parece un chico que ha vivido sin tantos problemas y se las ingenia para salirse con la suya; por otro lado, Jenny parece ser la clase de muchacha que, casi siempre, sospechará de todo aquello que no vaya acorde a lo que había deseado. Llegados a este punto, los que hayan leído Multiverso saben con quién me quedo: Marco, mejor amigo de Alex, un geniecillo que se especializa en ser hacker y cuyo entusiasmo compensa algunas carencias.
Cuídense y nos leemos a la próxima.
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