Título: Un amor despiadado (en el idioma original, No Mercy).
Autor: Sherrilyn Kenyon.
Sinopsis: El mal deja su perversa huella en el corazón y en el alma. Cuando la luna brille ensangrentada, de demonios la tierra se verá inundada. La última vez que Samia presenció algo así fue la noche en la que esta guerrera amazona dejó atrás su vida humana. [...]. [...] Dev Peltier lleva dos siglos ejerciendo de centinela del Santuario y en ese tiempo ha visto de todo. O eso creía. Ahora sus enemigos han descubierto una nueva fuente de poder, que se burla de todo lo que la había precedido. [...] (Extracto de la introducción).
Formato: epub.
¿Qué les puedo decir? ¿Alguien, a estas alturas, sigue leyendo mis seudo-reseñas de Kenyon? Ni idea, pero espero que sí. Digo, no he conocido a muchos fans de ella; además, es difícil que una saga mantenga a sus admiradores si se alarga demasiado, al menos esa es mi sincera opinión. Tomando en cuenta eso y que, si saben de la saga, en estos libros se ven poco o nada a los primeros protagonistas de la saga, pues se entenderá por dónde voy. Vamos a lo que interesa, a sabiendas de que habrá spoilers para quien se ponga a leer esto sin saber nada de los libros anteriores.
Tras los sucesos del libro anterior, El Santuario abre sus puertas de nueva cuenta. Dev Peltier es un chico bastante sarcástico y divertido, al menos a primera vista, porque siendo uno de esos seres que pueden cambiar de humano a un animal (en su caso y el de su familia, a oso), no es poca cosa mantener el sentido del humor. Una de las características de su especie es que vive mucho tiempo, así que con más de un siglo a cuestas (más o menos), ha vivido lo suficiente como para mantenerse en guardia cuando algo se sale de la media... como la repentina ausencia de daimons en el bar de su familia.
Por su parte, Aquerón ha reasignado a algunos Cazadores Oscuros a Nueva Orleans, entre ellos Samia (Sam) Savage, una antigua amazona griega que no tiene reparos en dejar en su sitio a quien no se comporte, además de poseer un don peculiar como Cazadora Oscura que no le permite llevar una vida normal, como si el ser una criatura nocturna no fuera suficiente. Es así como, al toparse con Dev, le resulta algo peculiar y refrescante, en más de un sentido, pero no pregunten cómo es que ella de pronto se vuelve blanco de uno de nuestros malos más estimados, o como Dev de repente piensa en ella más de la cuenta y no solo como una buena amiga potencial.
Dentro de la saga, puede que lo que pasa aquí solo tenga una relación mínima con los conflictos mayores, pero eso no significa que no se pueda apreciar el pequeño lío que protagonizan Sam y Dev. En serio, si podía considerarse a cada uno, por separado, bastante entretenidos, juntos pueden hacerte reír en un momento y causarte pena al siguiente. No es que sea sorpresa con los personajes que Kenyon se carga (más cuando los Cazadores Oscuros, prácticamente por ley, deben ser almas en desgracia para convertirse en tales), solo que una cosa es que se use un recurso argumental más de una vez y otra, que pueda hacerse más o menos bien. Quizá no parezca que vayan a ser relevantes, pero me da la sensación de que Kenyon se guardó un par de detalles gordos al presentarnos a estos dos que, insisto, son de los protagonistas más divertidos que me han tocado y no quiero que les pase nada muy malo en un futuro.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2017)
Tras los sucesos del libro anterior, El Santuario abre sus puertas de nueva cuenta. Dev Peltier es un chico bastante sarcástico y divertido, al menos a primera vista, porque siendo uno de esos seres que pueden cambiar de humano a un animal (en su caso y el de su familia, a oso), no es poca cosa mantener el sentido del humor. Una de las características de su especie es que vive mucho tiempo, así que con más de un siglo a cuestas (más o menos), ha vivido lo suficiente como para mantenerse en guardia cuando algo se sale de la media... como la repentina ausencia de daimons en el bar de su familia.
Por su parte, Aquerón ha reasignado a algunos Cazadores Oscuros a Nueva Orleans, entre ellos Samia (Sam) Savage, una antigua amazona griega que no tiene reparos en dejar en su sitio a quien no se comporte, además de poseer un don peculiar como Cazadora Oscura que no le permite llevar una vida normal, como si el ser una criatura nocturna no fuera suficiente. Es así como, al toparse con Dev, le resulta algo peculiar y refrescante, en más de un sentido, pero no pregunten cómo es que ella de pronto se vuelve blanco de uno de nuestros malos más estimados, o como Dev de repente piensa en ella más de la cuenta y no solo como una buena amiga potencial.
Dentro de la saga, puede que lo que pasa aquí solo tenga una relación mínima con los conflictos mayores, pero eso no significa que no se pueda apreciar el pequeño lío que protagonizan Sam y Dev. En serio, si podía considerarse a cada uno, por separado, bastante entretenidos, juntos pueden hacerte reír en un momento y causarte pena al siguiente. No es que sea sorpresa con los personajes que Kenyon se carga (más cuando los Cazadores Oscuros, prácticamente por ley, deben ser almas en desgracia para convertirse en tales), solo que una cosa es que se use un recurso argumental más de una vez y otra, que pueda hacerse más o menos bien. Quizá no parezca que vayan a ser relevantes, pero me da la sensación de que Kenyon se guardó un par de detalles gordos al presentarnos a estos dos que, insisto, son de los protagonistas más divertidos que me han tocado y no quiero que les pase nada muy malo en un futuro.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2017)
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