Título: Wild Cards, La mano del muerto (en el idioma original, Wild Cards VII: Dead Man's Hand).
Autor: George R. R. Martin, John J. Miller.
Sinopsis: [...] El mundo de los metahumanos se cimbra cuando Chrysalis amanece asesinada. Ahora Popinjay, el talentoso e irritante detective privado, y Yeoman, el fugitivo maestro del arco y la flecha, deben averiguar quién mató a la princesa en su palacio. Su investigación se verá obstaculizada por fuerzas oscuras que no permitirán que salgan a la luz los negocios más lucrativos y los hilos invisibles de la política en Jokertown. (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Editorial Océano de México, S. A. de C. V.
¿Qué les puedo decir? Hasta la fecha y según lo que sé, este es el último libro en español que se publicó del universo Wild Cards, al menos en México. Si alguien siguió mis redes sociales en la época en que leía este libro (en Twitter, sobre todo), sabrá que lamenté ese hecho, porque... Bueno, espero que cuando lean lo que sigue, lo entiendan.
Mientras Atlanta se sacude con todo lo que sucede en Un as en la manga, en Nueva York se desata el caos: Chrysalis, considerada la mandamás del bajo mundo de Jokertown, es encontrada muerta y todo apunta a que fue homicidio. El problema de alguien como Chrysalis es que seguramente, tenía más de un enemigo, por ello la mujer procuró rodearse de ases y jokers que le dieran cierta protección, pero al final eso no funcionó, así que ¿por dónde empezar a buscar? Por distintas razones, en la caza del asesino intervienen dos personas completamente diferentes: Yeoman, el arquero sin ningún don wild card, y el detective Ackroyd, cuyo apodo de as (Popinjay) no le gusta mucho pero al que le saca bastante provecho. Las pistas del caso los hacen cruzarse en un par de ocasiones, pero fuera de eso, los dos tienen el mismo objetivo, así que no se estorban (no mucho), aunque sí se hacen una y otra vez la misma pregunta que todos los demás: ¿quién consiguió matar a Chrysalis dentro de sus propios dominios?
Tal como el título insinúa, en toda la novela la gran incógnita es la resolución de un asesinato. ¡Ah, pero no de un asesinato cualquiera!, porque de ser así, no sería la trama tan complicada. El personaje muerto, que ha aparecido en más de uno de los libros del universo Wild Cards, tenía cola que le pisaran y al mismo tiempo, procuraba saber la cola que le podía pisar a otros. ¿Quién no se asustaría de semejante facultad? Los secretos, a veces, son más peligrosos que las armas, más siendo de las personas indicadas, por eso Chrysalis se ganó el respeto y el temor de varios. Toda la información que conocía, sería un tesoro valioso para quien la desentrañara, pero no parece buena idea fisgonear cuando, quizá, un asesino ande también tras de ti, procurando que no descubras la verdad. El asesino... o cualquier otro que no quiere que la información recolectada por Chrysalis salga a la luz.
Por si alguien se lo pregunta: sí, se llega a una respuesta. A más de una, de hecho, pero la que importa, la que empezó todo, es la que genera varias de las demás y no voy a destriparla aquí, pero sí puedo decirles una cosa: no es fácil deducir cuál es. Popinjay y Yeoman son buenos en lo que hacen, cada uno con sus métodos, pero el llegar a la verdad los deja igual de exhaustos, pasmados y, en cierta forma, desganados porque, por desgracia, aunque logran el objetivo, eso no traerá de vuelta a una joker fascinante que supo sacarle provecho a lo que quiso sin mancharse (mucho) las manos, considerando sus circunstancias.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2017)
Mientras Atlanta se sacude con todo lo que sucede en Un as en la manga, en Nueva York se desata el caos: Chrysalis, considerada la mandamás del bajo mundo de Jokertown, es encontrada muerta y todo apunta a que fue homicidio. El problema de alguien como Chrysalis es que seguramente, tenía más de un enemigo, por ello la mujer procuró rodearse de ases y jokers que le dieran cierta protección, pero al final eso no funcionó, así que ¿por dónde empezar a buscar? Por distintas razones, en la caza del asesino intervienen dos personas completamente diferentes: Yeoman, el arquero sin ningún don wild card, y el detective Ackroyd, cuyo apodo de as (Popinjay) no le gusta mucho pero al que le saca bastante provecho. Las pistas del caso los hacen cruzarse en un par de ocasiones, pero fuera de eso, los dos tienen el mismo objetivo, así que no se estorban (no mucho), aunque sí se hacen una y otra vez la misma pregunta que todos los demás: ¿quién consiguió matar a Chrysalis dentro de sus propios dominios?
Tal como el título insinúa, en toda la novela la gran incógnita es la resolución de un asesinato. ¡Ah, pero no de un asesinato cualquiera!, porque de ser así, no sería la trama tan complicada. El personaje muerto, que ha aparecido en más de uno de los libros del universo Wild Cards, tenía cola que le pisaran y al mismo tiempo, procuraba saber la cola que le podía pisar a otros. ¿Quién no se asustaría de semejante facultad? Los secretos, a veces, son más peligrosos que las armas, más siendo de las personas indicadas, por eso Chrysalis se ganó el respeto y el temor de varios. Toda la información que conocía, sería un tesoro valioso para quien la desentrañara, pero no parece buena idea fisgonear cuando, quizá, un asesino ande también tras de ti, procurando que no descubras la verdad. El asesino... o cualquier otro que no quiere que la información recolectada por Chrysalis salga a la luz.
Por si alguien se lo pregunta: sí, se llega a una respuesta. A más de una, de hecho, pero la que importa, la que empezó todo, es la que genera varias de las demás y no voy a destriparla aquí, pero sí puedo decirles una cosa: no es fácil deducir cuál es. Popinjay y Yeoman son buenos en lo que hacen, cada uno con sus métodos, pero el llegar a la verdad los deja igual de exhaustos, pasmados y, en cierta forma, desganados porque, por desgracia, aunque logran el objetivo, eso no traerá de vuelta a una joker fascinante que supo sacarle provecho a lo que quiso sin mancharse (mucho) las manos, considerando sus circunstancias.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2017)
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