~Aperitivo~
El
guardián de los dragones
(Carole Wilkinson)
—¿Qué pone? —su
voz era solo un susurro.
—Ping —dijo la voz
del dragón.
—¿Es mi nombre?
El dragón inclinó
la cabeza de nuevo.
—Ping —repitió la
niña esclava.
—Tus padres te
pusieron ese nombre —dijo el dragón.
Los ojos de Ping
se llenaron de lágrimas mientras repetía su nombre una y otra vez. Mucha gente
tenía dos nombres. Alguna gente importante incluso tenía tres. Ella estaba
contenta de tener finalmente uno.
~Entrada~
La
daga
(Philip Pullman)
Se
acercó de puntillas a la ventana. Aprovechando el resplandor de la farola de la
calle, colocó con cuidado las manecillas del aletiómetro y dejó la mente en
blanco para formular una pregunta. La aguja comenzó a moverse por el círculo
alternando una serie de pausas y avances tan veloces que apenas si se
discernían.
«¿Qué
es? ¿Amigo o enemigo?», inquirió.
«Es
un asesino», contestó el aletiómetro.
Aquella
respuesta la tranquilizó de inmediato. Aquel chico poseía virtudes ciertamente
útiles, como la capacidad para localizar comida o mostrarle la forma de llegar
a Oxford, pero podía haber sido un cobarde o un tipo indigno de confianza. Un
asesino, en cambio, constituía una compañía digna. Con él se sentía tan
protegida como con Iorek Byrnison, el oso acorazado.
Cerró
los postigos para que no le molestara la luz de la mañana y salió sin hacer
ruido.
~Plato Fuerte~
InterWorld
(Neil Gaiman y Michael
Reaves)
Debajo
de la plantilla guardaba doblado un billete de cinco dólares. Mi madre me
obliga a llevarlo para casos de emergencia. Lo saqué, volví a calzarme,
conseguí cambio y me subí a un autobús que me dejaba cerca de casa mientras iba
rumiando qué decirles al señor Dimas, a Rowena e incluso a Ted, y preguntándome
si tendría algún golpe de suerte en las próximas doce horas que me hiciese
pescar una enfermedad tan contagiosa que me impidiese volver al instituto hasta
final de semestre.
Sabía
que mis problemas no acabarían al llegar a casa, pero al menos ya no estaría
perdido.
Resultó,
sin embargo, que no tenía ni idea de lo que significaba esa palabra.
~Postre~
La hija de la
noche
(Laura Gallego García)
—De todas formas
—concluyó —le alegrará saber que han dado caza a ese… animal salvaje.
—No dude que lo
haremos, señorita Isabelle. A propósito, ¿sigue usted con aquel problema de
insomnio? —preguntó Max, al darse cuenta de que el rostro de la joven aún
seguía mostrando unas profundas ojeras.
Ella le dirigió
una larga mirada y Max creyó percibir en sus ojos un destello de advertencia.
—Lamentablemente,
sí. Me temo que soy una hija de la noche, señor gendarme. Se está poniendo el
sol; la jornada para mí no ha hecho más que empezar.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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