sábado, 9 de marzo de 2019

Tinta a la Carta CII: Almuerzo en cuatro tiempos

~Aperitivo~ 
Boneshaker 
(Cherie Priest) 
Maynard era un hombre justo. ¿No lo entiende? Los chicos y chicas que están en la calle, vendiendo droga, y consumiéndola, y los ladrones, las putas, los que están arruinados y los criminales… todos los que saben, por las malas, que la vida no es justa, todos creen en Maynard, porque él sí lo era. 
Briar interrogó a Rector respecto a los detalles de la huida de Zeke. Para cuando aparecieron un cura francamente fornido y más monjas para expulsar a Briar, ya había averiguado lo suficiente. Y todo lo que sabía apuntaba a un hecho terrorífico. 
Su hijo había entrado en la ciudad amurallada. 

~Entrada~ 
Las luces de septiembre 
(Carlos Ruiz Zafón) 
—¿Luces? 
—Las luces de septiembre —dijo Ismael, mientras rebasaban el islote a estribor—. La leyenda, si la quieres llamar así, dice que una noche, a finales de verano, durante el baile de máscaras del pueblo, las gentes vieron cómo una mujer enmascarada tomaba un velero en el puerto y se hacía a la mar. Unos opinan que acudía a una cita secreta con su amante en el islote del faro; otros, que huía de un crimen inconfesable… Ya ves, todas las explicaciones son válidas porque, de hecho, nadie realmente supo quién era. Su rostro estaba cubierto con una máscara. Sin embargo, mientras cruzaba la bahía, una terrible tormenta que se desató de improviso arrastró su bote contra las rocas y lo destrozó. La mujer misteriosa y sin rostro se ahogó, o al menos nunca se encontró su cuerpo. Días más tarde, la marea devolvió su máscara, destrozada por las rocas. Desde entonces, la gente dice que, durante los últimos días del verano, al anochecer, pueden verse luces en la isla… 

~Plato Fuerte~ 
El profesor 
(Charlotte Brontë) 
¿Y su gratitud? 
Partiré muy pronto, señor Hunsden, mañana si todo va bien. No me quedaré en X un día más de lo estrictamente necesario. 
Muy bien, pero debería tener la decencia de reconocer como es debido la ayuda que le he prestado. ¡Sea rápido! Van a dar las siete; estoy esperando a que me dé las gracias. 
Hágame el favor de apartarse, señor Hunsden, necesito la llave que está encima de la repisa de la chimenea, en ese rincón. Voy a meter mis cosas en el baúl antes de acostarme. 
El reloj de la casa dio las siete. 
Este muchacho es un pagano dijo Hunsden, y recogiendo su sombrero de una mesita, abandonó la habitación riendo para sus adentros. Me sentí tentado de ir tras él, realmente tenía intención de abandonar X a la mañana siguiente y sin duda no dispondría de más oportunidades para despedirme. La puerta de la calle se cerró con un fuerte golpe al tiempo que me oí decir: 
Que se vaya. Algún día volveremos a encontrarnos. 

~Postre~ 
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada 
(Gabriel García Márquez) 
Al amanecer, cuando por fin se acabó el viento, empezaron a caer unas gotas de lluvia gruesas y separadas que apagaron las últimas brasas y endurecieron las cenizas humeantes de la mansión. La gente del pueblo, india en su mayoría, trataba de rescatar los restos del desastre: el cadáver carbonizado del avestruz, el bastidor del piano dorado, el torso de una estatua. La abuela contemplaba con un abatimiento impenetrable los residuos de su fortuna. Eréndira, sentada entre las dos tumbas de los Amadises, había terminado de llorar. Cuando la abuela se convenció de que quedaban muy pocas cosas intactas entre los escombros, miró a la nieta con una lástima sincera. 
Mi pobre niña suspiró. No te alcanzará la vida para pagarme este percance. 

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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