Título: Agnes Grey (en el idioma original, igual).
Autor: Anne Brontë.
Sinopsis: Agnes Grey [...], decide [...] convertirse en institutriz para mantenerse a sí misma y ayudar a la economía familiar, a pesar de la oposición de su propia familia. [...] (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.)
¿Qué les puedo decir? Aunque lo apunté para un maratón de lectura del Foro de los Black, Agnes Grey creí que me llevaría más tiempo, siendo de una de las hermanas Brontë y, por lo tanto, con un estilo que no leo con frecuencia. Además, lo único que había leído de las Brontë era Cumbres Borrascosas (de Emily) y Jane Eyre (de Charlotte), ¿lo que hizo Anne me iba a gustar? Era el momento de averiguarlo.
Agnes era una jovencita con ansias no solo de apoyar a su familia en lo económico, sino que además quería hacer realidad su deseo de hacerlo enseñando a otros. Así, tras mucho discutirlo con sus padres, emprendió la aventura de buscar colocación, lo cual podía ser fácil debido a sus cualidades y su aprendizaje, pero al mismo tiempo, las cosas parecía que no serían tan fáciles o buenas como las imaginara en un principio. Porque bien mirado, ¿acaso todos consiguen a la primera lo que desean de la profesión que han elegido?
Además de buena a la hora de escribir, Anne Brontë narraba lo que conocía. Había sido institutriz alguna vez, por lo cual podemos suponer que tomó parte de esas experiencias y algunas de su vida privada, para dar forma a Agnes, quien al principio tiene verdadera fe en que logrará hacer una buena obra con los alumnos a su cargo, pero conforme pasa el tiempo, debe aprender que, si bien ella no es la mejor del mundo en su trabajo (admitiendo, de hecho, que ningún humano es perfecto), tampoco la gente a su alrededor se queda atrás. Las personas con las que le toca convivir a veces a Agnes, entre sus alumnos y las familias de éstos, dan una idea muy aproximada a lo que, seguramente, habría vivido en aquel tiempo cualquiera en su posición, por lo cual nos preguntamos si es mejor o peor la educación particular actual.
En lo personal, hubo una temporada muy corta de mi vida (de mi infancia, mejor dicho) en la cual me imaginé de profesora. No me duró mucho, lo cual agradezco, porque se nota que no tengo vocación. Admiro y respeto mucho a los docentes, en cualquiera de sus formas, porque no solo hace falta tener en la cabeza el conocimiento que se pretende enseñar, sino también una gran calidad humana para saber cuando se hace un bien o un mal a los estudiantes a tu cargo. Agnes, en ese sentido, al inicio admite que no tiene demasiadas alternativas al intentar meter algo de sentido común a los chicos que le encomiendan; es más, a su alrededor parece que, en ocasiones, lo poco que ella logra es tirado de golpe por padres, abuelos y tíos con comportamientos no muy buenos. ¿Les suena? Creo que sí, más si son maestros: las familias actuales no parecen haber cambiado mucho.
Agnes, además, nos muestra lo que era vivir en esa época para una señorita, dependiendo de su estatus y de su ocupación, lo cual sí parece haber avanzado un poco respecto a esos días. No me cabía en la cabeza de que, a veces, a la institutriz la vieran igual que a una sirvienta o incluso como menos que eso, pero me calmaba un poco pensando "esos eran otros tiempos y otras costumbres". La mayoría de la gente, quiero creer, consideraría a cualquier empleado con cierto respeto, estuvieran o no de acuerdo siempre, pero Agnes debió lidiar con que su poca autoridad no era nada en comparación con los deseos de aquellos a quienes servía. Nada podía hacer, a menos que deseara perder el empleo... y eso no es muy distinto de ciertas cosas que pasan hoy en día.
Lo que quizá ha quedado claro a estas alturas es que, si bien Anne Brontë y sus muy conocidas hermanas (Emily y Charlotte) vivieron hace mucho tiempo, cada una pareció saber retratar conductas humanas que fácilmente podemos comparar con lo que conocemos ahora, lo que las acerca un poco a nosotros y por eso, sus historias siguen publicándose hasta hoy. En mi ejemplar, llegan a llamar a Anne un tipo de "Cenicienta" de las Brontë, en referencia a que ella no es tan conocida como sus hermanas. Quizá sea cierto, dado que hallar las novelas de Anne me costó un poco más que las de Charlotte (y no se diga la única de Emily, de la que cada tanto sale alguna nueva edición), pero eso no significa que sea menos talentosa. Digo yo que Agnes Grey hallaría muchos fans entre los docentes de esta era, ya sea porque congenien con la protagonista o la tachen de demasiado reservada en ciertos asuntos (sobre todo cuando está en juego su felicidad con el único hombre que le llega a interesar en serio). Ya cada quién juzgará.
Por último, aunque nada tenga qué ver con la novela en sí: en esta lectura no dejaba de repetirme que hice bien en no ser profesora, de ningún tipo. ¡Mis respetos para quienes se lanzan de cabeza a ello!
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2018)
Además de buena a la hora de escribir, Anne Brontë narraba lo que conocía. Había sido institutriz alguna vez, por lo cual podemos suponer que tomó parte de esas experiencias y algunas de su vida privada, para dar forma a Agnes, quien al principio tiene verdadera fe en que logrará hacer una buena obra con los alumnos a su cargo, pero conforme pasa el tiempo, debe aprender que, si bien ella no es la mejor del mundo en su trabajo (admitiendo, de hecho, que ningún humano es perfecto), tampoco la gente a su alrededor se queda atrás. Las personas con las que le toca convivir a veces a Agnes, entre sus alumnos y las familias de éstos, dan una idea muy aproximada a lo que, seguramente, habría vivido en aquel tiempo cualquiera en su posición, por lo cual nos preguntamos si es mejor o peor la educación particular actual.
En lo personal, hubo una temporada muy corta de mi vida (de mi infancia, mejor dicho) en la cual me imaginé de profesora. No me duró mucho, lo cual agradezco, porque se nota que no tengo vocación. Admiro y respeto mucho a los docentes, en cualquiera de sus formas, porque no solo hace falta tener en la cabeza el conocimiento que se pretende enseñar, sino también una gran calidad humana para saber cuando se hace un bien o un mal a los estudiantes a tu cargo. Agnes, en ese sentido, al inicio admite que no tiene demasiadas alternativas al intentar meter algo de sentido común a los chicos que le encomiendan; es más, a su alrededor parece que, en ocasiones, lo poco que ella logra es tirado de golpe por padres, abuelos y tíos con comportamientos no muy buenos. ¿Les suena? Creo que sí, más si son maestros: las familias actuales no parecen haber cambiado mucho.
Agnes, además, nos muestra lo que era vivir en esa época para una señorita, dependiendo de su estatus y de su ocupación, lo cual sí parece haber avanzado un poco respecto a esos días. No me cabía en la cabeza de que, a veces, a la institutriz la vieran igual que a una sirvienta o incluso como menos que eso, pero me calmaba un poco pensando "esos eran otros tiempos y otras costumbres". La mayoría de la gente, quiero creer, consideraría a cualquier empleado con cierto respeto, estuvieran o no de acuerdo siempre, pero Agnes debió lidiar con que su poca autoridad no era nada en comparación con los deseos de aquellos a quienes servía. Nada podía hacer, a menos que deseara perder el empleo... y eso no es muy distinto de ciertas cosas que pasan hoy en día.
Lo que quizá ha quedado claro a estas alturas es que, si bien Anne Brontë y sus muy conocidas hermanas (Emily y Charlotte) vivieron hace mucho tiempo, cada una pareció saber retratar conductas humanas que fácilmente podemos comparar con lo que conocemos ahora, lo que las acerca un poco a nosotros y por eso, sus historias siguen publicándose hasta hoy. En mi ejemplar, llegan a llamar a Anne un tipo de "Cenicienta" de las Brontë, en referencia a que ella no es tan conocida como sus hermanas. Quizá sea cierto, dado que hallar las novelas de Anne me costó un poco más que las de Charlotte (y no se diga la única de Emily, de la que cada tanto sale alguna nueva edición), pero eso no significa que sea menos talentosa. Digo yo que Agnes Grey hallaría muchos fans entre los docentes de esta era, ya sea porque congenien con la protagonista o la tachen de demasiado reservada en ciertos asuntos (sobre todo cuando está en juego su felicidad con el único hombre que le llega a interesar en serio). Ya cada quién juzgará.
Por último, aunque nada tenga qué ver con la novela en sí: en esta lectura no dejaba de repetirme que hice bien en no ser profesora, de ningún tipo. ¡Mis respetos para quienes se lanzan de cabeza a ello!
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2018)
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