~Aperitivo~
Los Watson
(Jane Austen)
[…] De ser objeto de todas las esperanzas y cuidados
de su tío —que la había instruido con el mismo cariño que un padre— y de la
ternura de una tía —cuya naturaleza amable se había deleitado en concederle
todos los caprichos—; de ser el centro y la alegría de una casa donde todo
habían sido comodidades y elegancia, y siendo la supuesta heredera de una
fortuna que le permitiría vivir con desahogo, Emma se había convertido en una
joven a la que nadie parecía querer, en una carga para aquellos cuyo afecto no
podía esperar, en una boca más que alimentar en una familia demasiado numerosa,
rodeada de inteligencias de un nivel inferior, con tan escasas probabilidades
de sentirse cómoda en su nuevo hogar como de encontrar a alguien en quién
apoyarse en el futuro. Era una suerte para ella ser de naturaleza alegre, pues
el cambio era tan grande que habría sumido en la desesperación a cualquier
espíritu más débil que el suyo.
~Entrada~
Cada siete olas
(Daniel
Glattauer)
Una semana después
Asunto:
La séptima ola
[…]
Pero
¡cuidado con la séptima ola! La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo
pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus
predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es
despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no
existe el antes, solo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso
solo pueden decirlo quienes fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el
coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar.
Ya
llevo una hora aquí sentada, contando las olas y observando qué hacen las
séptimas. Aún no ha estallado ninguna. Pero estoy de vacaciones, tengo
paciencia, puedo esperar. No pierdo las esperanzas. Aquí, en la costa
occidental, sopla fuerte y cálido el viento del sur.
Emmi.
~Plato Fuerte~
Máquinas
mortales
(Philip Reeve)
—Así que, ¿hay alguien que haya encontrado algo que el
Gremio de Historiadores podría desear comprar?
Algunos de los hombres hicieron gestos afirmativos con
la cabeza, otros la movieron negativamente y otros registraron el interior de
sus abultadas bolsas. La muchacha de la bufanda negra cubriéndole la cabeza
deslizó una mano en el interior de su abrigo y dijo:
—Yo tengo algo para ti, Valentine.
Habló tan suavemente que solo Tom y Katherine pudieron
oírla, y cuando se voltearon para mirar, ella sacó de repente un largo y
afilado cuchillo que levantó en el aire en dirección a Valentine.
~Postre~
La épica
conquista de Genie Lo
(F. C. Yee)
—Basta de perder el tiempo —espetó—. Llegué a estos
mezquinos salones solo para reclamar lo que me pertenece.
Antes de que nadie pudiera detenerlo, saltó sobre el
escritorio de Rachel y pasó sobre ella al siguiente, como si Rachel no
estuviera allí.
—¡Hey! ¡Quentin! —dijo la señora Nanda, agitando frenéticamente
sus manos—. ¡Baja ahora mismo de ahí!
El nuevo estudiante la ignoró y continuó avanzando por
la fila de escritorios. Hacia el mío.
Todos los que estaban en su camino se inclinaron hacia
un lado para evitar que los pateara. Estaban demasiado estupefactos para hacer
otra cosa que no fuera servir de contrapeso.
Se detuvo en mi escritorio y se agachó, mirándome a
los ojos. Su mirada me inmovilizó en mi asiento.
No pude voltear. Estaba tan cerca que nuestras narices
casi se tocaban. Olía a vino y melocotones.
—¡Tú! —dijo.
—¿Qué? —chillé.
Quentin me dedicó una sonrisa absolutamente salvaje.
Inclinó su cabeza como si fuera a susurrar, pero habló lo suficientemente alto
para que todos lo escucharan.
—Tú me perteneces.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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