sábado, 17 de junio de 2023

Tinta a la Carta CXIX: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~
Cosas que nadie sabe
(Alessandro D’Avenia)
—¿Tú sabes quién es? —respondió Margherita, que no estaba escuchando.
—¿Kim? Claro, es buenísima… ¡También ha hecho un montón de musicales!
—Ese chico…
—¿Cuál? —preguntó Marta buscando entre los actores en la hierba.
—Da igual… ¿Qué decías de Kim?
—Es amiga de mi madre y nunca se equivoca: ha dicho que tienes talento. ¿Estás segura de que nunca has interpretado?
—Nunca. Solo he dejado que pasase.
—¿En qué sentido?
—No lo sé, son cosas que nadie sabe…
Y lo único que ahora quería saber era dónde se habían metido esos dos ojos hechos de finísimos surcos azules, parecidos a ríos nacidos de glaciares inalcalzables que desembocan en un mar negro como una perla rarísima. Era absurdo, pero los echaba de menos.
 
~Entrada~
Diario de una pasión
(Nicholas Sparks)
—Está prometida —musitó finalmente, y durante horas se quedó en un silencio roto únicamente por el ruido de la mecedora. La noche estaba tranquila, con escasa actividad a no ser por Clem, que de vez en cuando se le acercaba para controlarlo, como si quisiera preguntarle: «¿Estás bien?»
Y poco después de las doce, en aquella serena noche de octubre, Noah notó que todo se desmoronaba a su alrededor y se sintió desbordado por un incontenible sentimiento de desesperación. Si alguien lo hubiera visto en ese momento, habría pensado que parecía más viejo, como si en tan solo un par de horas hubiera envejecido medio siglo. Un pobre anciano inclinado sobre la mecedora, con la cara hundida entre las manos y lágrimas en los ojos.
No podía parar de llorar.
 
~Plato Fuerte~
La guerra no tiene rostro de mujer
(Svetlana Alexiévich)
»El comandante del Estado Mayor estaba sentado donde tú estás ahora. “Señálame —dijo con un golpe en la mesa— a aquel que te haya ofendido. ¡Enséñamelo!” Y me pedía perdón: “Valentina, no tengo palabras para ti, solo lágrimas”. No queremos que se compadezcan de nosotras. Tenemos nuestro orgullo. Que reescriban la Historia las veces que quiera. Con Stalin o sin él. Pero esto siempre quedará: ¡vencimos! Al igual que nuestros sufrimientos. Lo que habíamos aguantado. No es chatarra, ni cenizas. Es nuestra vida.
»Y ya no digo ni una palabra más…»
Me marcho con un paquete de empanadas bajo el brazo: «Son siberianas. Especiales. No las encontrarás en una tienda…». Además he recibido otra larga lista de nombres y teléfonos: «Estarán encantadas de hablar contigo. Te estarán esperando. A ver si me explico: recordar asusta, pero no recordar es aún más terrible.»
Ahora entiendo por qué a pesar de todo ellas eligen hablar…
 
~Postre~
Yo, Simon, Homo Sapiens
(Becky Albertalli)
—Verás —se explica—, sé que eres amigo de Abby Suso y quería pedirte
—¿Pedirme? ¿Es en serio? ¿Por qué no me explicas antes a santo de qué le has hecho una captura a mis correos?
Aguarda un momento antes de responder.
—Mira, yo solo estaba pensando si querrías ayudarme a hablar con Abby.
Se me escapa la risa.
—¿Qué me estás pidiendo? ¿Que interceda por ti?
—Bueno, sí —reconoce.
—¿Y por qué diablos iba a hacer algo así?
Me mira y, de sopetón, ato cabos. Todo esto es por Abby. Eso es lo que quiere de mí. A cambio de no difundir mis malditos correos privados.
Y los de Blue.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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