~Entrada~
D de
Deuda
(Sue
Grafton)
Descubrí
después que se llamaba John Daggett, pero no fue éste el nombre con que se me
presentó en el despacho. Ya me di cuenta entonces de que ocurría algo anormal,
aunque no sabía de qué se trataba. El trabajo para el que me contrató parecía
bastante sencillo, pero el muy sinvergüenza quiso jugármela a la hora de pagar
la minuta. Estas cosas no pueden tolerarse cuando una trabaja por libre. Corre
el rumor y antes de que te des cuenta todo el mundo cree que puede tomarte por
el pito del sereno. Me puse a buscarlo, para que me pagara, y sin comérmelo ni
bebérmelo me vi metida en un lío del que aún no me he recuperado del todo.
~Plato
Fuerte~
La luna
de la medianoche
(Sherrilyn Kenyon)
—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con un amigo?
—Hace diecinueve meses.
Leta se quedó boquiabierta al escuchar la respuesta.
Imposible. A pesar de la tibieza de sus emociones, que estaban prácticamente
anuladas, ella sí seguía confiando en los demás. […]
—¿Cómo?
—Ya me has oído.
Cierto, pero una cosa era oírlo y otra muy distinta,
creérselo.
—Estás de broma.
—De eso nada, hablo muy en serio. Llamé a mi mejor
amigo para hablar porque necesitaba desahogarme con alguien y después me enteré
de que nuestra conversación no solo aparecía en las revistas del corazón, sino
también en todos los blogs y revistas especializadas que ese imbécil fue capaz
de encontrar. «Aidan O’Connor, la verdad tras la leyenda. Así fue como su novia
lo traicionó y lo dejó tirado en la calle, pidiendo limosna y asaltando a sus
fans.» Lo que más me dolió fue que no había ni una pizca de verdad en toda esa
porquería. Retorció tanto mis palabras y las cambió de tal modo que ni yo mismo
las reconocí. Después de eso, podría decirse que aprendí de mis errores. Así
que no, no hablo con mis amigos. Jamás.
~Postre~
Stars
Above
(Marissa
Meyer)
—Una
falla de programación…
—Claro.
Tú tienes programación, ¿no es así? —alzó un brazo serpenteante y señaló con un
gesto la prótesis de acero de Cinder—. Yo también tengo una falla. A veces se
me olvida que no soy humana. No creo que eso le suceda a muchos androides.
Cinder
permaneció mirando el cuerpo liso de Iko, sus bandas de rodamiento, sus tenazas
con tres dedos, y se preguntó cómo sería estar atrapada en semejante cuerpo y
no saber si eres humana o robot.
Se llevó
un dedo a la esquina de su ojo derecho, buscando una humedad que no estaba
allí.
—Correcto.
Una falla —fingió una sonrisa despreocupada, esperando que la androide no
pudiera detectar el estremecimiento que la acompañó—. Quizá solo sea eso…
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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