~Entrada~
Las niñas son de ciencias
(Irene Cívico & Sergio Parra & Núria Aparicio)
Hemos dicho hombres y mujeres, pero eso no es exactamente así, ya lo
saben. Su curiosidad puede haber sido la misma, pero su acceso a la ciencia no
ha sido igual de fácil. Y esto no es porque las mujeres sean menos listas ni
porque los hombres hayan tenido mayor sed de conocimiento, está claro, sino
porque durante muchos, muuuchos años a las mujeres no les daban las mismas
oportunidades que a los hombres. Piensen que durante siglos (¡siglos!) a las
niñas no se les permitía siquiera acceder a la educación. Empezando por ahí,
imagínense lo imposible que era que pudieran dedicarse a temas científicos y
mucho menos explicar sus descubrimientos al mundo. ¿Quién las iba a escuchar? A
las chicas se les decía que su misión en la vida era cuidar de la casa y de la
familia. Y si querían dedicarse a otra cosa, ¿qué? Pues nada, la mayoría se
tenía que aguantar.
~Plato Fuerte~
El vicio de la lectura
(Edith Wharton)
Ningún vicio es más difícil de erradicar que el que se considera
popularmente una virtud. Entre estos vicios destaca el vicio de la lectura. Se
admite de modo general que leer basura es un vicio; pero la lectura per se —el hábito de leer—, nuevo como es, ya está a la altura de
virtudes tan acreditadas como el ahorro, la sobriedad, el levantarse temprano y
el ejercicio regular. Hay, en verdad, algo peculiarmente agresivo en la actitud
virtuosa del lector que lee por sentido del deber. Los que se han mantenido en
los humildes caminos de la preceptiva lo veneran como a alguien que sigue un
consejo imposible de cumplir. “Ojalá hubiese leído tanto como usted”, declara
el novicio iletrado a este adepto de lo supererogatorio; y el lector,
acostumbrado al incienso del aplauso acrítico, considera de forma natural que
su ocupación es una hazaña intelectual notable.
La lectura llevada a cabo deliberadamente —lo que podríamos llamar la
lectura volitiva— no es lectura, al igual que la erudición no es la cultura. La
lectura verdadera es una acción refleja; el lector nato lee de forma tan
inconsciente como respira; y, llevando la analogía un poco más lejos, la
lectura no es más una virtud que el hecho de respirar. Cuanto más meritoria se considera,
más estéril se vuelve. […]
~Postre~
El legado de los Grimm
(Polly Shulman)
—¿Con qué
—Perdona, no importa. Pensarás que estoy loca. No quiero asustarte antes
de que hayas empezado. Aunque creo que debería avisarte.
—¿Avisarme de qué? ¿Asustarme cómo?
Ese lugar tenía algo gótico, con esa colección misteriosa de la que ni
Anjali ni Marc querían hablarme, y ahora los pajes que desaparecían. Estaba más
intrigada que asustada.
Anjali hizo una pausa.
—Bueno, hay rumores insistentes sobre una… una criatura voladora que ha
estado siguiendo a algunos usuarios y pajes. Dicen que incluso le quitó un
objeto del Repositorio de las manos a un usuario.
—¿Una criatura voladora? ¿A qué te refieres?
Aquello sonaba a locura. ¿Anjali me estaba tomando el pelo? Parecía
hablar en serio.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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