~Aperitivo~
Ex libris
(Sandra Andrés
Belenguer)
Un grito de terror se alzó en la noche logrando
sobresaltarme.
¿Estaba tan inmersa en la lectura que lo había
imaginado?
Algo me decía que era imposible. La sugestión no era
tan real.
Dejé el libro sobre la cama y me encaminé hacia la ventana,
pues estaba segura de que aquel alarido procedía del exterior.
Cuando miré a través de los cristales, me quedé
paralizada. El corazón me latía tan fuertemente que no me sorprendió descubrir
que tenía miedo.
A pocos metros bajo mis ojos, se encontraban dos
grandes perros envueltos en llamas, junto a una mujer envuelta por un halo
fantasmalmente blanco. Del suelo había surgido una enroscada hiedra que
mantenía atrapado a un hombre con el terror reflejándose en su semblante.
En ese momento, experimenté una terrible oleada de
pánico que me ascendió hasta la garganta.
¡Era la misma escena que acababa de leer en el
misterioso libro que me había regalado Blanchard!
~Entrada~
Un encantamiento de cuervos
(Margaret
Rogerson)
—Le
hiciste algo entre la última sesión y cuando me lo enviaste. Ahora tiene un
defecto y todo el que lo contempla lo nota.
—Os
pinté a vos, eso es todo. Es lo único en lo que consiste mi arte. ¿Cómo iba a…?
«Oh,
oh».
—Pues
le hiciste algo —siseó, y sus dedos se curvaron contra la pared.
—¡No!
Quiero decir, sí, pero no era parte de ningún plan o sabotaje. Os pinté tal y
como sois. Lo vi, Grajo. Lo vi todo, aunque intentasteis ocultarlo.
Vale.
Puede que sea un prodigio artístico, pero nunca he dicho que fuera un genio.
Justo en ese momento se me ocurrió que la pena secreta de Grajo podía ser
secreta por un motivo. Que podía ser un secreto incluso para él.
~Plato Fuerte~
Inventos
Infernales
(Philip Reeve)
—¡Mamá! —gritó Wren de nuevo y vio fugazmente que su
madre le gritaba algo en respuesta antes de que la escotilla se cerrara.
Fishcake la empujó por una puerta hacia la intrincada
mezcolanza eléctrica de la cabina de control. Sintió que la lapa se estremecía
mientras él empezaba a accionar los mandos con una mano sin dejar de apuntarle
a la cabeza con la otra.
—Por favor —imploró. La cabina se sacudió. Wren vio
luces en la ladera de la colina, tras la playa—. ¡Socorro! —gritó.
Las olas golpeaban las ventanas de la cabina y Wren
atisbó la luna durante un segundo, temblorosa e irreal a través del agua que se
elevaba. Entonces, la luna desapareció, el ruido de los motores cambió y ella
pensó: «Nos hemos sumergido, ¡ya nunca volveré a casa!». El estómago le dio un
vuelco y se desmayó.
~Postre~
El anillo de
César
(María García
Esperón)
Mientras César caía, Bruto no podía dejar de mirar el
anillo.
Venus in armis.
¿Por qué no socorriste a tu hijo? ¿Por qué no te
apareciste en el Senado, en la Curia de Pompeyo y te llevaste a César envuelto
en una nube, como Afrodita se llevara a Paris y lo arrancara de la furia de
Menelao en la guerra de Troya?
César se arreglaba los pliegues de la toga. Señorial
hasta la última hora. Imperator, Dictator, Rex… César se
moría y Bruto no podía dejar de mirar la mano de César, con su anillo de rey.
El sello de Bruto se definiría después de esa mañana: el gorro frigio
flanqueado por dos puñales y la leyenda Eidibus Martiis.
Idus de marzo.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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