sábado, 9 de septiembre de 2023

Tinta a la Carta CXXVII: Almuerzo en cuatro tiempos

~Aperitivo~

Ex libris

(Sandra Andrés Belenguer)

Un grito de terror se alzó en la noche logrando sobresaltarme.
¿Estaba tan inmersa en la lectura que lo había imaginado?
Algo me decía que era imposible. La sugestión no era tan real.
Dejé el libro sobre la cama y me encaminé hacia la ventana, pues estaba segura de que aquel alarido procedía del exterior.
Cuando miré a través de los cristales, me quedé paralizada. El corazón me latía tan fuertemente que no me sorprendió descubrir que tenía miedo.
A pocos metros bajo mis ojos, se encontraban dos grandes perros envueltos en llamas, junto a una mujer envuelta por un halo fantasmalmente blanco. Del suelo había surgido una enroscada hiedra que mantenía atrapado a un hombre con el terror reflejándose en su semblante.
En ese momento, experimenté una terrible oleada de pánico que me ascendió hasta la garganta.
¡Era la misma escena que acababa de leer en el misterioso libro que me había regalado Blanchard!

 

~Entrada~

Un encantamiento de cuervos

(Margaret Rogerson)

—Le hiciste algo entre la última sesión y cuando me lo enviaste. Ahora tiene un defecto y todo el que lo contempla lo nota.

—Os pinté a vos, eso es todo. Es lo único en lo que consiste mi arte. ¿Cómo iba a…?

«Oh, oh».

—Pues le hiciste algo —siseó, y sus dedos se curvaron contra la pared.

—¡No! Quiero decir, sí, pero no era parte de ningún plan o sabotaje. Os pinté tal y como sois. Lo vi, Grajo. Lo vi todo, aunque intentasteis ocultarlo.

Vale. Puede que sea un prodigio artístico, pero nunca he dicho que fuera un genio. Justo en ese momento se me ocurrió que la pena secreta de Grajo podía ser secreta por un motivo. Que podía ser un secreto incluso para él.

 

~Plato Fuerte~

Inventos Infernales

(Philip Reeve)

—¡Mamá! —gritó Wren de nuevo y vio fugazmente que su madre le gritaba algo en respuesta antes de que la escotilla se cerrara.
Fishcake la empujó por una puerta hacia la intrincada mezcolanza eléctrica de la cabina de control. Sintió que la lapa se estremecía mientras él empezaba a accionar los mandos con una mano sin dejar de apuntarle a la cabeza con la otra.
—Por favor —imploró. La cabina se sacudió. Wren vio luces en la ladera de la colina, tras la playa—. ¡Socorro! —gritó.
Las olas golpeaban las ventanas de la cabina y Wren atisbó la luna durante un segundo, temblorosa e irreal a través del agua que se elevaba. Entonces, la luna desapareció, el ruido de los motores cambió y ella pensó: «Nos hemos sumergido, ¡ya nunca volveré a casa!». El estómago le dio un vuelco y se desmayó.
 

~Postre~

El anillo de César

(María García Esperón)

Mientras César caía, Bruto no podía dejar de mirar el anillo.
Venus in armis.
¿Por qué no socorriste a tu hijo? ¿Por qué no te apareciste en el Senado, en la Curia de Pompeyo y te llevaste a César envuelto en una nube, como Afrodita se llevara a Paris y lo arrancara de la furia de Menelao en la guerra de Troya?
César se arreglaba los pliegues de la toga. Señorial hasta la última hora. Imperator, Dictator, Rex… César se moría y Bruto no podía dejar de mirar la mano de César, con su anillo de rey. El sello de Bruto se definiría después de esa mañana: el gorro frigio flanqueado por dos puñales y la leyenda Eidibus Martiis.
Idus de marzo.


Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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