~Aperitivo~
Renace el fénix
(John J. Nance)
—Roy, estoy… petrificada. Han logrado transformar la solvencia en un
desastre financiero. Yo preparé este asunto para que tuvieran pagos bajos y
alta seguridad y pudieran sobrevivir a tres años de pérdidas cuantiosas.
—Hay más, Elizabeth.
—¿Qué más? —”No es posible”, pensó.
—Si declaran que no hemos cumplido con los pagos, pueden cancelar el
arrendamiento de las aeronaves.
Elizabeth escudriñó los ojos de Ron Lamb y vio desesperación y
arrepentimiento. Él había cometido un error gigantesco al confiar en la persona
equivocada como director financiero y ahora quería que ella resolviera el
problema con un movimiento de su varita mágica.
—Elizabeth, sé que es una tarea titánica, y confieso que te presenté un
panorama más optimista. En este momento hay casi dos mil personas que trabajan
para la compañía y confían en nosotros. Por eso te necesito. Te necesitamos. Por favor, no huyas.
—Está bien, Ron. Lo primero que debemos hacer es modificar el
financiamento, pero no será fácil.
~Entrada~
El soñador desconocido
(Laini Taylor)
¿La Ciudad Oculta aún estaba
en pie? ¿Su gente aún vivía? ¿Qué había ocurrido doscientos años atrás? ¿Qué
había ocurrido quince años atrás? ¿Qué poder era capaz de borrar un nombre de
las mentes del mundo?
Lazlo quería ir y averiguarlo.
Ése era su sueño, audaz y magnífico: ir allá, a medio mundo de distancia, y resolver los
misterios por sí mismo.
Era imposible, desde luego.
Pero ¿cuándo eso ha impedido
que un soñador sueñe?
~Plato Fuerte~
Vida de Pi
(Yann Martel)
Soltó un rugido y arañó el aire. Pero no saltó. Quizás no
temiera el mar cuando el hambre y la sed lo llevaran a la locura, pero de
momento, tenía que aprovechar el temor que le tenía.
¡PRIIIIII! ¡PRIIIIII! ¡PRIIIIII! ¡PRIIIIII! ¡PRIIIIII!
¡PRIIIIII!
Retrocedió y se tiró al fondo del bote. La primera sesión de
adiestramiento había acabado. Había sido un éxito rotundo. Dejé de pitar y me
desplomé encima de la balsa, sofocado y agotado.
Y asi acaeció:
Plan Número Siete: Mantenerlo Vivo.
~Postre~
Bajo la misma estrella
(John Green)
—¿Qué pasa aquí? —preguntó la mujer de mediana edad un segundo después de
que yo hubiera tomado la foto—. ¡Por todos los…!
Se calló.
—Señora —le dijo Augustus saludándola con la cabeza—, un ciego acaba de
lanzar huevos al coche de su hija merecidamente. Por favor, entre en su casa y
cierre la puerta o nos veremos obligados a llamar a la policía.
La madre de Mónica dudó un momento, pero cerró la puerta y desapareció.
Isaac lanzó los últimos tres huevos a toda prisa, uno detrás del otro, y Gus lo
acompañó de vuelta al coche.
—Ya ves, Isaac. Si le quitas (ahora llegamos al bordillo) el sentimiento
de legitimidad, si le das la vuelta a la tortilla para que crean que están
cometiendo un delito por mirar (unos pasos más), les llenas el coche de huevos,
se quedarán confundidos, asustados y preocupados, y se limitarán a volver a sus
(tienes la manilla justo delante) desesperadas y silenciosas vidas.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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