sábado, 15 de abril de 2023

Tinta a la Carta CXIII: Comida en cinco tiempos

~Aperitivo~
Los dominios del ónix negro. La unión
(Adriana González Márquez)
—¡Nadie te pidió que te conectaras conmigo!
—¡Lórimer lo hizo, por si ya se te olvidó!
—¡Bien, bien! ¡Como sea! ¡Gracias por salvar mi espíritu y todo eso! —exclamó, sacudiendo las manos como si tratara de restarle importancia a sus palabras, pero yo supe que ese agradecimiento le había costado gran parte de su ego, así que iba a tomarlo como algo bueno—. Pero eso no aclara nada. ¿Por qué ahora? ¿Por qué después de mi conexión? ¡Por todo lo que es sagrado! […] ¿Y si no logramos controlarlo? ¿Y si tengo que estar escuchándolos por el resto de mi vida? ¿Matheo con sus estúpidos comentarios sarcásticos? ¿Erick y sus obscenas y empalagosas confesiones románticas? ¡Iiiiiuuuu! —gritó como típica niña mimada—. ¿Y si nos escuchamos cuando estemos con… cuando estemos haciendo…?
—¡Ya captamos el concepto! —la interrumpió Matheo, alzando una mano, y fue entonces que me di cuenta de que los cuatro habíamos palidecido.
—Tenemos que aprender a controlar estos estúpidos nuevos poderes —repetí, sintiendo que me faltaba el aire.
 
~Entrada~
Los Borodin V. Ira y deseo
(Christopher Nicole)
A pesar del aire frío, Gregory se había olvidado de ponerse los guantes y tuvo que esperar a que la muchacha, con movimientos lentos, se quitara el suyo para estrecharle la mano. Pero le agradó la espera, pues tuvo la oportunidad de examinarla. Jamás había visto a una mujer tan elegante y, mucho menos, había esperado que se la presentaran. Por cierto, tanto su tía Ilona como su propia madre siempre habían destacado como las mujeres mejor vestidas de Rusia, pero él las veía viejas a ambas y, además, él nunca había salido de su patria y, por lo tanto, no podía hacer comparaciones con las mujeres que pudiera ver en el extranjero. En Londres, la gente estaba desalentada y modestamente vestida, tal como la había visto en Leningrado. Pero en aquella joven se manifestaba el lujo y la tradicional belleza de los Borodin, así como una desbordante femineidad, resaltada por cierta seriedad madura […].
Para Gregory, esa mujer constituía el ejemplar perfecto de la degeneración burguesa estadounidense. […]
 
~Plato Fuerte~
El prisionero del cielo
(Carlos Ruiz Zafón)
—Usted no ha hecho nada, Martín.
—No me conoce usted, Fermín. Ni falta que le hace. En lo que usted tiene que concentrarse es en escapar de aquí.
—Esa es la otra cosa que quería preguntarle. Tengo entendido que tiene usted un método experimental en desarrollo para salir de este orinal. Si le hace falta un conejillo de Indias magro de carnes pero rebosante de entusiasmo, considéreme a su servicio.
Martín lo observó pensativo.
—¿Ha leído usted a Dumas?
—De cabo a rabo.
—Ya tiene usted pinta. Si es así, ya sabrá por dónde van los tiros. Escúcheme bien.

~Entremés~
Cazadores de Sombras. Las Crónicas de Magnus Bane
(Cassandra Clare & Sarah Rees Brennan & Maureen Johnson)
Magnus era el Gran Brujo de Brooklyn, y llevaba siglos siendo poderoso más allá de los sueños, no solo de los mundanos, sino también de la mayoría de los subterráneos. Magnus no necesitaba ninguna protección y nadie había pensado nunca en ofrecérsela, y jamás, desde luego, un cazador de sombras. Lo mejor que se podía esperar de los cazadores de sombras, si se era un subterráneo, era que te dejaran en paz. Que él pudiera recordar, nadie había intentado protegerlo desde que, de niño, había tenido que buscar la fría piedad de los Hermanos Silenciosos. Eso había sido hacía mucho tiempo y en un país lejano. Y Magnus nunca había querido volver a ser tan débil. Sin embargo, ver a Alec saltar a defenderlo le hizo sentir una punzada en el centro del pecho, dulce y dolorosa a la vez.
 
~Postre~
Memorias del Águila y del Jaguar. El reino del dragón de oro.
(Isabel Allende)
El joven no conocía la verdadera razón del viaje, que era más importante que las plantas curativas o su iniciación como lama superior. Su maestro no podía revelársela, tal como no podía hablarle de muchas otras cosas. Su papel era guiar al príncipe en cada etapa de su largo aprendizaje, debía fortalecer su cuerpo y su carácter, cultivar su mente y poner a prueba una y otra vez la calidad de su espíritu. Dil Bahadur descubriría la razón del viaje al Valle de los Yetis más adelante, cuando se encontrara ante la prodigiosa estatua del Dragón de Oro.

Con mis agradecimientos a Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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