~Entrada~
La caja de Navidad
(Richard Paul Evans)
Mis amigos románticos, aquellos en particular que creen en Santa Claus,
especulan con el hecho de que la ornamentada caja marrón de Navidad fue
decorada por el propio San Nicolás en persona a partir del tronco del verdadero
primer árbol de Navidad, venido desde las frías nieves de diciembre hace tanto
tiempo. Otros creen que fue hábilmente grabada y pulida con la dura y reseca
madera en cuya áspera superficie el Señor de la Navidad demostró por última vez
su amor a la humanidad. Mi mujer, Keri, sostiene que la magia de la caja no
tiene nada que ver con ningún elemento físico, sino con el contenido que se
halla escondido entre sus bisagras de latón en forma de hojas de acebo y sus
hebillas de plata. Cualquiera que sea la verdad acerca del origen de la magia
de la caja, es su vaciedad lo que yo atesoro primordialmente, así como el
recuerdo de la Navidad en la que la caja llegó hasta mí.
~Plato Fuerte~
El cascanueces y el rey de los ratones
(E. T. A. Hoffmann)
—Hija mía: tú dominas más que ninguno de nosotros, tú has nacido
princesa, como Pirlipat, y reinas en un lugar hermoso y brillante. Pero tienes
que sufrir mucho si quieres proteger al pobre y desfigurado Cascanueces, pues
el rey de los ratones lo ha de perseguir de todos modos y por todas partes. Y
no soy yo quien puede ayudarle, sino tú; tú sola puedes salvarle; sé fuerte y
fiel.
Ni Marie ni ninguno de los demás supo lo que quería decir Drosselmeier
con aquellas palabras. Al consejero de Sanidad le molestaron tanto que, tomando
el pulso al magistrado, le dijo:
—Querido amigo, usted padece de congestión cerebral; voy a recetarle
algo.
La madre de Marie movió la cabeza, pensativa, y dijo:
—Yo me imagino lo que el magistrado quiere decir, pero no lo puedo
expresar con palabras comunes.
~Postre~
Las brujas
(Roald Dahl)
—Nadie la vio moverse. Tanto si estaba fuera, dando de comer a los
patos, como si estaba dentro, mirando por la ventana, siempre estaba inmóvil,
era solo una figura pintada al óleo. Era todo muy raro —dijo mi abuela—. Rarísimo.
Y lo más raro de todo era que, a medida que pasaban los años, ella se iba
haciendo mayor en el cuadro. Al cabo de diez años, la niña se había convertido
en una chica joven. Al cabo de treinta años, era una mujer madura. Luego, de
repente, cincuenta y cuatro años después de lo sucedido, desapareció del cuadro
para siempre.
—¿Quieres decir que se murió? —dije.
—¿Quién sabe? —dijo mi abuela—. En el mundo de las brujas pasan cosas
muy misteriosas.
Con mis agradecimientos a Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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