~Aperitivo~
Alas sobre Delft
(Aubrey Flegg)
La embargó el nerviosismo; era difícil de explicar.
Sabía lo que todos esperaban —era parte de la conspiración—: el retrato de una
heredera en la víspera de su matrimonio. Era algo que no podía tolerar, pero
¿cómo decirlo sin ofender?
—Por supuesto, maestro, pero ¿cómo expresarlo?… No
quiero ser retratada como una gran dama, con el aspecto de tener un limón en la
boca. —Las cejas del maestro volvieron a arquearse, por lo que decidió darse
prisa—. ¿Recuerda su retrato del vagabundo en la puerta Begijnhof? Adoro a
aquel anciano, está vivo. Yo también quiero vivir en mi retrato. Pínteme
tocando el laúd o mirando por el telescopio que padre y yo estamos
construyendo. Nadie quiere mirar a Louise Eeden sentada rígida como un loro
disecado. Déjeme ser, simplemente, «la chica del vestido verde».
~Entrada~
Contra el viento del norte
(Daniel
Glattauer)
Dos horas después
Fw:
Querida
señora Rothner:
¿Lo
hace usted adrede? ¿O se ha abonado a los días malos?
Reciba
un cordial saludo,
Leo
Leike
15 minutos después
Re:
Querido
señor Leike:
Ahora
sí que me sabe fatal. Por desgracia, tengo un defecto crónico «ei», mejor dicho,
«e» delante de «i». Cuando escribo deprisa y viene una «i», se me escurre
siempre una «e». Lo que sucede es que las yemas de mis dos dedos corazón se
hacen la guerra en el teclado. La izquierda siempre quiere ser más rápida que
la derecha, pues soy zurda de nacimiento y en el colegio me invirtieron la
polaridad. Hasta hoy, la mano izquierda no me lo ha perdonado. Siempre mete una
«e» con la yema del dedo corazón antes de que la derecha pueda poner una «i».
Disculpe la molestia, (probablemente) no volverá a ocurrir.
Que
tenga una buena tarde,
E.
Rothner
~Plato Fuerte~
El disco del
tiempo
(María García
Esperón)
Nuria frunció el ceño. Mejor eliminar los mensajes.
¿Qué sabía ella del Disco de Festos? Lo mismo que sabía de la piedra del Sol o
de la pirámide de Keops. Nada, menos que nada. Hasta hacía unos minutos, ni
siquiera sabía que existía. No era una estudiante de arqueología, sino de
informática. ¿Y por qué iba a interrumpir sus estudios, de buenas a primeras,
para meterse en tres aviones y aparecer en la isla de Creta?
—No confíes en desconocidos —le había dicho su padre
hasta la saciedad—, las cárceles están llenas de inocentes que cayeron ahí por
haber confiado.
Estuvo a punto de borrar los mensajes. De tratar de
olvidarlos. Pero algo más fuerte que su precaución le hizo buscar el número de
la línea aérea para confirmar que estuviera su reservación. Sí estaba; a nombre
de Nuria Fuentes. Mexicana. Estudiante de Informática. Veinte años.
~Postre~
Bestias de la
noche
(Tochi Onyebuchi)
Sacudo mis manos y me vuelvo para enfrentar a la
bestia del pecado muerta. Lentamente, se convierte en bruma y se disuelve poco
a poco, miembro por miembro, hasta formar un estanque negro de alquitrán en el
suelo de mármol. La sustancia de tinta oscura comienza a arremolinarse, más y
más rápido, hasta que se precipita hacia mí.
Odio esta parte.
Me pongo en cuclillas y abro la boca mientras los
restos de la inisisa nadan a través de mi garganta. Quema. Tengo que cerrar los
ojos. Cada vez. Y cada vez parece que durará para siempre. La tristeza que
rasga mi piel. La culpa que se apodera de mi mente. El frío que perfora los
huesos y congela mi médula. Y quiero gritar, pero mi garganta está llena de
pecado, y el momento se estira como un trozo de goma que se jala y tira hasta
que finalmente revienta.
Y estoy de vuelta.
Con mis agradecimientos a Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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