sábado, 22 de julio de 2023

Tinta a la Carta CXXIV: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~
La vuelta al mundo en 80 días
(Jules Verne)
—¡Es una broma!
—Un buen inglés no se burla nunca cuando se trata de una cosa tan formal como una apuesta —respondió Phileas Fogg—. Apuesto veinte mil libras contra quien quiera a que yo doy la vuelta al mundo en ochenta días, o menos, sean mil novecientas veinte horas, o ciento quince mil doscientos minutos. ¿Aceptáis?
—Aceptamos —respondieron los señores Stuart, Falletin, Sullivan, Flanagan y Ralph después de haberse puesto de acuerdo.
—Bien —dijo Fogg—. El tren de Douves sale a las ocho y cuarenta y cinco. Lo tomaré.
—¿Esta misma noche? —preguntó Stuart.
—Esta misma noche —respondió Phileas Fogg—. Por consiguiente —añadió, consultando un calentario del bolsillo—: puesto que hoy es miércoles 2 de octubre, deberé estar de vuelta en Londres, en este mismo salón del Reform-Club, el sábado 21 de diciembre a las ocho y cuarenta y cinco minutos de la tarde, sin lo cual las veinte mil libras depositadas actualmente en la casa de Baring Hermanos os pertenecen de hecho y de derecho, señores. […]
 
~Entrada~
La gaviota
(Juan García Ponce)
Mucho después, el negro pelo de ella estaba extendido en su pecho y sus labios se entreabrían silenciosos sobre los latidos de la vena del cuello de él. A su alrededor, como única presencia en el vacío que se mostraba más allá, la luz nos envolvía como una manta delicada, tenue en su mismo ardor, capaz de mostrar su peso solo en el cuerpo de ellos. Entonces, como si despertara temerosa de un único sueño para entrar por primera vez en días, Katina levantó apenas la cabeza, hizo a un lado su pelo que le cubría parte de la cara y dijo casi en un susurro, con los ojos azules fijos en los de él.
—Dwig, die Möwe, la gaviota…
Los dos levantaron la cabeza y buscaron tímidamente a su derredor y luego se pusieron de pie, incrédulos; pero la gaviota ya no estaba.
 
~Plato Fuerte~
Justine
(Lawrence Durrell)
De esa época recuerdo también una observación de Pursewarden que resumía en pocas palabras su actitud hacia nuestros amigos.
—¡Alejandría! —exclamó, en uno de nuestros paseos a la luz de la luna—. Esos judíos con su misticismo de cafetería. ¿Cómo explicarlo con palabras? El lugar, la gente, ¿cómo?
Quizá estaba tramando ya su cuento tan cruel, y buscando la mejor manera de retratarnos.
—Justine y su ciudad se parecen —agregó— en que ambos tienen un sabor intenso a la vez que les falta todo carácter auténtico.
 
~Postre~
Fans de una vida imposible
(Kate Scelsa)
Has estado antes aquí.
La carretera que serpentea hacia el norte a través de los oscuros bosques de Nueva Inglaterra. Blancas dunas, semejantes a la luna, que se elevan a ambos lados de la carretera.
Puedes regresar. Aun después de haberles hecho un daño demasiado profundo para comprenderlo. Aun después de que lo imposible se vuelva exactamente eso. Demasiado inalcanzable incluso para soñar.
El amor recuerda los lugares donde se posó, dejando en sus cuerpos una estela invisible. Síguela. Puede llevarte de vuelta a ellos.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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