sábado, 29 de julio de 2023

Tinta a la Carta CXXV: Cena en tres tiempos

~Entrada~

E de Evidencia

(Sue Grafton)

—[…]. Si pretendía sobornarme, ¿cree que sería tan estúpido como para meter el dinero en un sobre y escribir una nota diciéndolo? Todo esto me parece un plan preparado desde el principio.

—¿Ideado por quién? […] ¿Quién se atrevería a llegar a este extremo?

—¿Cómo quiere que lo sepa? A lo mejor he caído en la trampa por casualidad. Puede que el blanco sea Lance Wood. Usted sabe que jamás he hecho una cosa así. Le enseñaré el saldo de mi cuenta corriente. Revise el movimiento de mi cuenta. Busque debajo de mi colchón, si quiere…

Me interrumpí, vencida por el aturdimiento.

Vi que movía la boca, pero no oí lo que dijo. Sentí que se cerraba la trampa y algo adquirió sentido de pronto. En el correo de la mañana había visto una circular del banco en la que me notificaban que habían ingresado 5000 dólares en mi cuenta. Creo que fue entonces cuando me percaté de lo que pasaba.

 

~Plato Fuerte~

Atrapando un sueño

(Sherrilyn Kenyon)

—Xypher, te juro por el Estigio que no conozco a nadie capaz de enfurecer más a los dioses que tú. ¿A quién has molestado esta vez para acabar con eso en el brazo?

En el mentón de Xypher apareció un tic nervioso.

—No juegues conmigo, Afrodita. ¿Qué es?

—Es un deamarkonion. Un chisme monísimo creado por los atlantes para acabar con los seres invencibles. No sabía que quedara alguno. ¿Dónde lo has encontrado?

—En mi muñeca, de repente. ¿Para qué sirve exactamente?

La diosa se encogió de hombros haciendo gala de lo que a Simone le pareció un gesto increíble de elegancia.

—Los brazaletes vinculan las vidas de dos seres. Tu vida y la de tu amiguita… —se volvió hacia ella—, aquí presente. Si uno de los dos muere, el otro también morirá. Los atlantes lo usaban para matar a un enemigo poderoso. Lo vinculaban a una persona débil, y en cuanto mataban al débil, también se cargaban al fuerte. Muy sencillo.

Xypher soltó un taco.

 

~Postre~

Vacaciones en el infierno

(Autores varios)

En la oscuridad, mis dedos trataban desesperadamente de encontrar el seguro del arma. Yo no actuaba por voluntad propia. Eran ellos los que se encargaban. Gerard se adelantó y colocó una mano sobre el cañón.
—Charlie —dijo—. Soy yo, Gerard. No me dispares. No obedezcas a la maldición.
—No estoy afectada, Gerard. No llegué a escuchar el final de la historia. Ahora, retrocede…
Entonces, mis dedos localizaron el seguro. Y disparé. Y Gerard se desplomó.
“Un momento —me dije a mí misma—. Henri mencionó una guillotina, es verdad. ¿Cómo se me pudo olvidar?”

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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