sábado, 26 de noviembre de 2011

Tinta a la Carta I: Desayuno en tres tiempos

~Entrada~
Cartas de Sam a Jennifer
(James Patterson)
Estaba a punto de dejar caer la bolsa en el tocador, cuando vi que ya estaba lleno.
¿Qué era aquello?
Había docenas de paquetes de sobres, cerca de cien en total, tal vez más. Cada uno estaba numerado y dirigido a mí.
El corazón empezó a latirme con fuerza mientras hacía conjeturas sobre lo que serían aquellas cartas. Por años le había pedido a Sam que me contara su historia. Quería conocerla y guardarla para que algún día mis propios hijos la oyeran. Y ahí estaba. ¿Habría sabido lo que iba a pasarle? ¿Se habría estado sintiendo mal?

~Plato Fuerte~
Mujercitas
(Louisa May Alcott)
Al cerrarse la puerta, una voz gritó desde la ventana.
—Niñas, ¿llevan los pañuelos bonitos?
—Sí, sí; los llevamos, y el de Meg huele a agua de colonia —contestó Jo riendo; y añadió mientras seguía su camino —Creo que mamá nos haría esa pregunta aunque estuviéramos huyendo de un terremoto.
—Es uno de sus gustos aristocráticos, y tiene razón, porque a una verdadera señora se le conoce siempre por el calzado limpio, los guantes y el pañuelo —respondió Meg, que también tenía los mismos gustos.

~Postre~
La chica de pueblo
(LaVyrle Spencer)
—Oye, dime algo. ¿Todavía tienes esas hemorragias nasales?
—No. ¿Tú todavía mandas cartas de amor anónimas y falsas a los muchachos que crees que se interesan en ti solo para verlos sufrir?
—Yo jamás te envié cartas de amor.
—Y yo jamás me interesé por ti. Te odiaba.


Con mis agradecimientos a Nea Poulain por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

domingo, 13 de noviembre de 2011

Top Twelve (I): La Oreja de Van Gogh

¡Buenas noches, mis estimadísimos lectores!

Ya sé, esta entrada es bastante inusual. Todo es culpa de Nea y Dann (personas que conozco por el foro de HarryLatino, cada uno tiene su encanto y si no, vean cómo aparecen en las SECIaventuras, jajajaja). Pero bueno, yo también me animé, así que aquí me tienen.

La Oreja de Van Gogh, por si no saben quiénes son (lo cual sería demasiado raro, ¿en qué planeta viven?), les cuento que se trata de una agrupación española que no recuerdo en qué año nació ni cuál fue su primer éxito en México, pero desde que presté atención a una de sus canciones (creo que del segundo disco, El Viaje de Copperpot), no los suelto. Me encanta su música, sus voces (primero tenían de vocalista a Amaia Montero y ahora, a Leire Martínez), ¡todo, vamos! Así pues y siguiendo el ejemplo de mis ya mencionados conocidos Nea y Dann (ella sacó su entrada primero, lo siento por Doño Dann), pues saco una lista de mis canciones favoritas de la agrupación.

Sin embargo, habrán notado que no es un Top Ten (una lista de diez), sino un Top Twelve (una lista de doce). No sé, una docena me parece más razonable (¿saben cuántas canciones ha sacado La Oreja? No me respondan); aparte, he aprendido de la experiencia ajena (sí, de las listas de Nea y Dann). Y de todas formas, me costó mucho trabajo seleccionar solamente doce.

Así pues, pasemos a lo que nos interesa:

12.- Cuéntame al Oído.

Cuéntame al oído a qué sabe ese momento
donde quedan hoy los días en que aquello era un sueño
Cuéntame al oído dónde duermen hoy tus miedos
Si aún guardas sus caricias en la caja del recuerdo
Cuéntame... cuéntame...

11.- Flash.

La vida es bella si tú estás aquí junto a mí
Es la distancia la que me hace sufrir
He dibujado una puerta en el mar 
Para estar siempre muy cerca y poderte contar
que sin ti me sobran la luna y vivir

10.- Perdóname.

Cuando el mar no tenga sed
Y el amor sepa perder
Venderé mi corazón
Para darte algo mejor

9.- Cuántos Cuentos Cuento.

Si bendije el día en que tú llegaste hoy me gasto la boca en pedirme perdón
Por las veces que intento besarte mientras beso a quien es hoy mi amor
Y es que malditos seáis los fantasmas, jugáis con ventaja, doléis de verdad
Aunque luego os vistáis de mentira y por eso no os pueda atrapar

8.- Aquella Ingrata.

Entre las mil y una velas no había ni un signo de vida solo una sonrisa quieta
Se vio sola en esa cama que hace nada dos enfermos compartieron hasta la mañana
Desde entonces siempre vuelve a esa barra cada noche donde llora y sonríe
No consigue deshacerse de un recuerdo que le ahoga, le atormenta y le deprime

7.- Inmortal.

Seré ese lunar que adorne tu piel
Una paloma cerca de donde estés
Un golpe de suerte, el café de las tres
Alguna mirada que te haga enloquecer

6.- La Niña que Llora en tus Fiestas.

Vuela un columpio vacío cruzando la arena
Deja las huellas del ángel caído al pasar
Huellas que siempre me llevan a ti quitapenas
Como la dosis de vida fugaz que me diste a probar

5.- Cuídate.

Cierra la puerta, ven y siéntate cerca
Que tus ojos me cuentan que te han visto llorar
Llena dos copas de recuerdos, de historias
Que tus manos aún tiemblan si me escuchan hablar

4.- La Playa.

Te voy a escribir la canción más bonita del mundo
Voy a capturar nuestra historia en tan solo un segundo
Y un día verás que este loco de poco se olvida
Por mucho que pasen los años de largo en su vida

3.- Rosas.

Pasaron seis meses y me dijiste adiós
Fue un placer coincidir en esta vida
Ahí me quedé, en una mano el corazón
Y en la otra excusas que ni tú entendías

2.- En Mi Lado del Sofá.

Te esperaré, mi pena contenida la conoces bien
Tan bien que si me dejas moriré de pie
No lloraré tu ausencia solo te esperaré 
Y te daré mi vida entera

1.- Jueves.

Y ya estamos llegando, mi vida ha cambiado
Un día especial este once de marzo
Me tomas la mano, llegamos a un túnel
Que apaga la luz...

Te encuentro la cara gracias a mis manos
Me vuelvo valiente y te beso en los labios
Dices que me quieres y yo te regalo
El último soplo de mi corazón...

Bueno, aquí tienen. Me faltaron algunas (Dile al SolVestido Azul, Historia de un Sueño, Tic Tac, La Primera Versión, Mi Calle es Nueva York, Soñaré, París, Muñeca de TrapoEl Último Vals y un largo etcétera), otras de plano no entraron pero aún así me gustan. De verdad recomiendo escuchar a este grupo, hay canciones para todos los gustos y ánimos, al menos eso creo yo.

Y sí, por si lo sospechaban, ese número romano en el título de la entrada significa que en un futuro cercano, habrá más de un Top Twelve.

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La OSECI presenta... Calaverita Incauta (Bonus de Día de Muertos)

Estando en Agua Imaginaria, con el día por despuntar,
La Huesuda se paseaba, pensando en quién atrapar.
Primero fue al Palacio, a cazar a Doño Dann
Y luego pasó a la Alcaldía para a May poderse llevar.

Con esos trabajos hechos, pasó por la plaza
Observó a Janni y a Stiven abrazados en una banca.
Orgullosa la Calaca blandió su gran guadaña
Y con ellos, en su lista, sumó otras dos almas.

Andando, se detuvo en un bar a comprar bebida
Donde Luna, la Messias, a su marido Leo veía
La Catrina, sin tapujos, la condujo a la salida
Pero no de aquel lugar, sino del camino de la vida

La Muerte, concienzuda, su lista consultaba
Cuando Mery se le cruzó con un paso de danza
La tomó de la mano para que diera unas vueltas
Y Mery, ingenua, terminó así sus piruetas.

Después, en el dispensario, Joke terminó tiesa
Frente a una ingenua Pad, que del susto cayó muerta
La Parca estaba feliz, era un buen día de caza
Y eso que todavía no terminaba la jornada

En las oficinas del periódico se pararon las imprentas
Por orden del Inquisidor, el bueno de Seba
La Muerte no quiso que su visita se divulgara
Así que al Inquisidor arrastró con ella sin tardanza

Baru a su marido apenas tuvo tiempo de llorar
Porque La Huesuda decidió que la debía acompañar
Luego la Calaca recordó a la esposa de Doño Dann
Pobre Catta, apenas nombrada y muerta ha de acabar

La Catrina se acicaló, le tocaba otra visita
A la residencia de la OSECI se dirigió deprisa
De picnic con sus galanes Carmen vio que venía
Pero no pudo avisar, ante la Parca cayó redondita

La Muerte siguió su camino y en pleno karaoke
Halló a Veerie cantando y en su guitarra tocando acordes
A la Catrina no le gustó la melodía que oía entonces
Así que la cortó de tajo, sacando el aire de sus pulmones

Writer tuvo la mala suerte de arribar en ese instante
Y al ver muerta a la Sublíder Hippie, casi sale despavorida
“¿Qué narices pasó aquí?”, gritó de mal talante
La Calaca respondió dejándola sin un corazón palpitante

De pura casualidad había más gente en el caserón
La legendaria Nea Poulain con su látigo chasqueando
La Huesuda no se dejó, su guadaña empuñó en alto
Y Nea, aunque buena guerrera, a la Parca no venció.

Luego se divisó por allí a Mako–sama
Al divisar a la Muerte se quedó petrificada
Viendo la guadaña, recordó un personaje de manga,
Aunque eso no le bastó para salir bien librada

Finalmente la Muerte fue hacia la biblioteca
Donde encontró a Bell entre libros y muchas cuentas
Comentó “vente conmigo, quizá seas mi compañera
Le haces algo de honor a la Tierra de la Gente Buena”.

“¿Y eso qué tiene que ver?”, inquirió Bell, impaciente
“Si mi hora llegó, da igual” señaló, contundente.
“Sin embargo, déjame escuchar una última canción”
Y la joven de lentes puso a La Oreja de Van Gogh.

La Muerte reconoció enseguida la letra
Se trataba de “La Visita”, a ella hacía alusión
Entonces supo que Bell no pensaba evitarla
La aceptaría, aunque eso sí, no lo haría de buena gana

Y así, Agua Imaginaria se quedó sin Sacerdotisas,
Sin dueño del Palacio, sin periódico, sin turistas.
Eso a la Muerte le importaba un cacahuate
Y del pueblo se marchó, así, tan campante.

Sin embargo no tardó ni un día en regresar
A la OSECI entera no pudo soportar
Tampoco al Inquisidor ni al bromista Doño Dann
Mucho menos a sus esposas, que no paraban de gritar

Nea era una pesadilla, con su látigo amenazante,
Mako, aunque buena cuentista, tenía un no–sé–qué estresante
Janni y su señor juntos causaban un coma por diabetes
Así que los devolvió al mundo y les deseó mucha suerte

“A Agua Imaginaria no pienso regresar”
Aseguraba la Calaca con un rápido andar
“Esperaré a que sean viejos y no puedan ni hablar
Así sus locuras no tendré que aguantar”

La OSECI presenta... ¿A dónde van los Muertos? (III)

~En la entrada anterior…~

El recorrido de Mitos y Leyendas en el Panteón de la Cruz y el Panteón de los Ángeles había sido bastante escalofriante. La mayor parte de los excursionistas (incluyendo las chicas de la OSECI) terminaron espantados, sin querer saber más de historias de muertos y aparecidos, pero por desgracia, olvidaron que habían ido al Festival de las Calaveras y de eso se trataba, de ver muertos y aparecidos por todos lados. Sin embargo, no cederían a otra de las ideas de Bell en mucho tiempo. Habían comprobado de primera mano por qué era la Fundadora y Líder Suprema de la OSECI.

Sin embargo, era la ciudad de Bell y en cierta forma, ella mandaba. ¿Qué les preparará ahora a sus viajeros en la Tierra de la Gente Buena?

Vamos a averiguarlo.

~En el restaurante del Hotel Francia, la mañana del Día de Todos los Santos…~

El grupo proveniente de Agua Imaginaria tenía marcadas ojeras, debido a la noche en vela pasada a causa del recorrido de la noche anterior. Bell, como siempre se desvelaba, ya estaba acostumbrada a desayunar antes que todo el mundo, pero cuando vio entrar a sus chicas y sentarse a su alrededor como si cerraran un cerco, tragó pesadamente un bocado de huevo con jamón. Miró a las chicas una por una, dedicándoles una sonrisa de buenos días, antes de darle un largo sorbo a su taza de café con leche.

—Buenas, Bell, ¿qué tenemos para hoy? —inquirió Nea Poulain, llegando entonces a la mesa donde la OSECI entera se sentaba —Mencionaste algo de un pastel…

—Sí, sí. Ya lo ordené. Lo llevaré a mi casa en un rato. Pero a eso no iremos, Nea, toca la Isla, ¿te acuerdas?

—¡Ah, sí…!

Las chicas de la OSECI querían saber de qué se trataba aquello, pero Nea fue llamada por B y se fue con él a otra mesa a desayunar.

—Bueno, las dejo —Bell se puso de pie tras acabarse el huevo y el café con leche —Voy a mi casa por el cumpleaños de mi madre, tienen tiempo libre hasta la tarde. Iremos a la Isla San Marcos a pasearnos por los puestos y ver algunos artistas.

Las otras SECI’s asintieron mansamente y eso causó que Bell arqueara una ceja.

—No quiero desastres en MI ciudad, por favor —rogó con voz cansina —Diviértanse, sí, pero no hagan disparates. Pueden usar disfraces en la Isla, a nadie le importará.

Solo hasta que Bell se retiró, Carmen y May se permitieron una sonrisa maliciosa.

Las demás, imaginándose lo que esas dos estaban pensando, ordenaron el desayuno a toda prisa, sin querer ser parte de aquello, pero a sabiendas de que terminarían en medio de todo.

Solo deseaban que Nea o Bell no las atraparan y usaran sus armas con ellas.

~Horas después, en la Isla San Marcos…~

La Isla San Marcos es una construcción de lo más pintoresca. Hay un lago, locales, pista de carreras y demás atractivos para los visitantes. En aquella ocasión, por ser la sede del Festival de las Calaveras, no dejaban de hallar cosas alusivas a los muertos por todas partes.

—¿Qué tiene este país con la muerte? —quiso saber Luna con curiosidad.

Nea la miró con una ceja arqueada, acariciando el látigo y la daga que le colgaban del cinturón. Luna tragó saliva e intentó arreglarlo.

—No es que no celebremos fiestas parecidas en España, pero la verdad…

Ahora Veerie y Mery veían con desconfianza a la Messias, quien prefirió dedicar un halago a algo bonito que tenía enfrente, para quitarse el problema de encima.

—¡Pero miren nada más! Debe costarles un montón de trabajo armar esto, ¡qué guay!

Las dos SECI’s mexicanas y Nea sonrieron con orgullo ante el altar de Muertos que admiraba Luna. Pronto todo el grupo veía el trabajo de algunos trabajadores de la Isla, que de seguro les había llevado varias horas.

Los altares de Muertos eran cosa cotidiana para el mexicano promedio, al menos en esas fechas. Ahora que tenían tiempo para recordarlo, los excursionistas de Agua Imaginaria creyeron haber visto unos cuantos en el cementerio la noche anterior, pero no pudieron fijarse bien por el dichoso recorrido de Mitos y Leyendas. Sin embargo, ante sí tenían una explanada llena de puestos, con diferentes cosas alusivas a la venta y en ciertos puntos, composiciones como aquella, con algunos escalones llenos de veladoras, comida, vasos de agua, cruces al pie compuestas por pétalos anaranjados o por sal y hasta la cima, rodeada de papel picado de distintos colores y figuras, la fotografía del difunto a quien estuviera dedicado esa especie de monumento a su memoria. Algunos personajes eran bastante conocidos para cualquier mexicano; tanto así que se oían frases peculiares al respecto.

—¡Ya me imaginaba que pondrían un altar a Posada! Sin él no tendríamos Catrina…

—Eh, ¿viste el altar a Pedro Infante? ¡Les quedó genial!

—Por allá está el de Diego Rivera. Y claro, si está Diego, también Frida…

—¿Quiénes son todos esos? —inquirió tímidamente Writer.

Lejos de echarle miradas asesinas (cosa que a Luna le pareció un poquitín injusto), Bell se ofreció a hacerle una descripción rápida de cada personaje, aunque admitió que no recordaba con exactitud algunas fechas de la biografía de cada uno. Ayudó en la tarea el cartelito que cada altar ostentaba, pero fuera de eso, hubo más que prestaron atención, aparte de Writer.

—Por cierto, Bell, ¿cómo te fue en tu cada? —quiso saber la seudo–madre de Doño Dann, que durante el día, supieron que se llamaba Sole.

—Ah, nada del otro mundo. Saludé a mi madre, ella no quiso el pastel, le di su regalo, me regañó, se enojó, probamos el pastel y nos despedimos.

Los que alcanzaron a oír eso pensaron lo mismo sin saberlo: el hogar de Bell debía ser una auténtica casa de locos, para que ella fuera como era.

—Etto… Las calaveritas de azúcar, ¿se pueden comer, Bell–sempai? —quiso saber Joke, relamiéndose por adelantado.

—Ah, sí, claro. Pero prefiero las de chocolate. Ayer comí unas y…

—¿Y con quién te las comiste? —inquirió Carmen, maliciosa.

Bell fingió sordera con la excusa de acercarse a lo que se llamaba “Teatro del Pueblo”, aunque le salió tan bien que todos creyeron que de verdad no oyó la pregunta por el exceso de ruido en ese punto de la Isla.

—¡Demonios, la exclusiva! —masculló por lo bajo el Inquisidor, que como director de El Hermoso Heraldo, quería aportar algunos chismes para cuando regresaran al pueblo.

—Cariño, publicas algo malo de Bell y te las verás conmigo —amenazó Baru.

—¡Eh, calaveritas de barro! —exclamó Veerie, encantada, llegando a un puesto —Hacía años que no veía una tan grande.

Las mencionadas calaveritas, casi siempre pintadas de plateado, lucían en sus frente el nombre que el cliente pidiera y en la parte de arriba, les salía un cordón con el cual abría y cerraba las mandíbulas. Era un objeto bastante simpático y todas las SECI’s compraron una, jugando con ellas mientras caminaban hacia los asientos frente al Teatro del Pueblo.

Contemplaron la presentación de un grupo bastante alegre, antes de darse cuenta que había oscurecido. Con el horario de invierno en marcha, se sentía que la tarde no duraba nada.

—Bien, podemos irnos al hotel. Mañana es nuestro último día aquí —avisó Bell con una sonrisa —Iremos al Desfile de las Calaveras y pasado mañana, temprano, regresamos al pueblo.

El programa fue recibido con entusiasmo, dejando que Bell se adelantara unos metros antes que Carmen, May y una amiga de la Alcaldesa (que por lo visto se llamaba Tato) hicieran señas al resto de sus acompañantes para informarles lo que estaban planeando.

La Fundadora y Líder Suprema de la OSECI no sabía la que se le venía encima por el hecho de presentarles un poco de tétrica diversión.

~En Madero, la tarde del 2 de noviembre…~

Las festividades tocaban a su fin y la ciudad de Aguascalientes se veía medianamente desierta. Bell se les perdió un instante a sus chicas y el resto de los excursionistas para visitar el Panteón de la Cruz a plena luz del día, con un ramo de flores en la mano que repartió entre dos sepulturas, rezando ante ellas brevemente. Luego, tomó un taxi para ir a Jardines Eternos, otro camposanto, donde repitió el procedimiento. Pero allí se permitió soltar un suspiro.

—No sé si soy lo que hubieran querido, pero creo ser feliz, ¿está bien?

Les hablaba a aquellos parientes visitados en primer lugar y a los que visitaba ahora. Sus abuelos (tanto maternos como paternos), una tía y un sobrino. Esperaba que alguno de ellos sintiera que ella hacía sus sueños realidad, aunque fuera un poquito.

Regresó al Centro, no sin antes dar una vuelta a Catedral. Allí, con discreción, miró entre pilares e imágenes religiosas hasta hallar los nichos para los difuntos. Temió haberse equivocado cuando no vio el nombre que buscaba, pero al final lo encontró y le dedicó una sonrisa triste antes de dejar allí una rosa blanca.

—Ironía, ironía, es la historia de mi vida —recitó con un meneo de cabeza —Y pensar que pudimos estudiar juntos…

Le hablaba a un viejo amigo, al que vio por última vez de manera fugaz, en el campus de la universidad. Recordaba vagamente que la había saludado pero ella, despistada, no atinó a voltear sino hasta que él se desvaneció. Ahora se arrepentía enormemente de eso.

—Lamento eso —le dijo al nombre, refiriéndose al despiste —Que estés bien.

Sin más qué hacer, se encaminó al hotel, a donde llegó llamando a las habitaciones de todos sus viajeros, instándolos a acomodarse en los balcones de quienes tenían vista a la calle Madero. Eso sería mucho mejor que salir a la acera, que ya estaba medianamente llena.

—¿Y qué hacemos aquí? —quiso saber Doño Dann, arqueando una ceja.

—Vamos a ver eso —Bell señaló hacia su derecha.

Los demás se estiraron por encima del barandal para saber a qué se refería y se quedaron pasmados. Lo que veían no le hacía justicia a lo que Bell les había descrito a toda prisa cuando los mandó salir a los balcones.

Carros alegóricos llenos de color, flores y esqueletos se acercaban por la abarrotada calle. Más aún, entre cada uno, grupos de personas disfrazadas e interpretando algún baile o leyenda, hacían que el público les gritara y aplaudiera sin cesar. De algún sitio cercano, en la acera de enfrente, un par de periodistas hacían la presentación de cada carro y grupo que pasaba ante los sitios de honor, ocupados por la presidenta municipal, el gobernador y otras personalidades.

—Aquí sí que se lucen —apuntó Veerie, dando saltitos.

—En mi ciudad hacemos altares y cosas así, pero esto es otra cosa —concordó Mery.

—¿Estás tomando buenas fotos? —le preguntó Nea a B con entusiasmo.

El muchacho asintió silenciosamente con la cabeza.

—Nunca creí decirlo, pero gracias por traernos, Bell —dijo entonces el Inquisidor, que en apariencia, le había perdonado el susto de la primera noche de viaje.

—De nada. Cuando quieran, volvemos. Cada año salen con algo distinto.

En ese momento, se apagó la luz de la habitación que la joven mujer de lentes compartía con Veerie y Nea. Las tres se miraron entre sí, extrañadas.

—¿Quién va? —inquirió Bell, haciendo una mueca.

No le contestó nadie, pero se escuchó como si alguien caminara por la habitación, tropezando con algunas cosas.

—¿Hola? —saludó una voz femenina, tímida —Me dejó entrar un botones, Bell.

—¡Llegaste! —la aludida dejó su sitio en el balcón y corrió hacia donde se escuchaba la voz, aunque tropezó con una silla y cayó al alfombrado suelo —¡Diantres, eso dolió!

—¿Quién es, Bell? —quiso saber Nea, arqueando una ceja.

—¡Mako! ¡Mako–sama! Vive cerca y le dije que si podía, pasara a saludar.

Veerie y Nea se quedaron boquiabiertas. ¿Mako? ¿La misma Makoto Black de la que ellas habían oído hablar? Sabían que ella y Bell estudiaron en la misma ciudad, pero de eso a que se conocieran personalmente…

—Ya, fue un poco complicado, pero cuando mencionaste “Hotel Francia” y “balcones”, supe que podría ver el desfile sin empujones —rió Mako, dejándose ver a la luz de los postes del exterior, con lo que Veerie y Nea se convencieron de que sí era Makoto Black —Mucho gusto. Oye, ¿y por qué se apagó la luz?

—¿Perdón? ¿No fuiste tú, Mako?

Al negar la recién nombrada, Bell frunció el ceño, pero no le duró mucho el gesto, porque más ruidos en el cuarto hicieron que tanto ella como sus acompañantes miraran a su alrededor, intentando encontrar la fuente del sonido.

—¿No suenan como alas? —sugirió la Sublíder Hippie, nerviosa.

—No digas disparates, ¿cómo se iba a meter un pájaro aquí? —espetó Nea.

—Ah, Nea, por allá…

El novio de la chica del látigo señaló un punto de la habitación, donde una sombra alargada agitaba algo que de verdad parecían alas. Lo miraron fijamente hasta que…

—¡Aaaahhhhh!

—¿Qué diablos son estas cosas?

—¡Quítenmelos, quítenmelos!

—¿De dónde rayos salieron?

Los gritos nos se hicieron esperar, pero el resto de las personas provenientes de Agua Imaginaria se hicieron las desentendidas y con el ruido que hacía el desfile, no les costó nada de trabajo. Al final, se vio salir un montón de cosas negras entre un furioso batir de alas, que se perdió de vista sobre los carros alegóricos que al final de la calle Madero, daban vuelta en Galeana.

—¿Qué demonios sucede aquí? —preguntó Bell a gritos, con la katana desenvainada.

—Alguien pagará caro por esto —Nea estaba que echaba chispas, con el látigo en la mano y revolviendo cariñosamente el cabello de B, que seguía un poco tembloroso.

—¿Y para eso me invitaste, Bell? ¿Para que me tocara una bromita de éstas? —se quejó Mako, entre asustada y enfurruñada.

—¡Alguien va a morir y no lo matará Bell! —vociferó de pronto Veerie, saliendo disparada de la habitación, seguro rumbo a donde estaban las culpables.

En los pasillos del hotel, los excursionistas y el resto de la OSECI esperaban pacientemente a las víctimas, aunque lamentaban haber involucrado a algunos desconocidos.

—Disculpen —llamó una voz masculina.

Carmen y Mery se giraron. Era un hombre más o menos de su edad, vestido con uno de esos antiguos trajes de etiqueta, de color negro y bien planchado. La camisa en algún momento fue blanca, pero a la luz se veía amarillenta. El hombre era tan pálido que pensaron que quizá estaba enfermo, aunque sonreía amablemente.

—¿Sí, dígame? —dijo Mery con cortesía.

—Busco la habitación trescientos cuarenta, ¿estoy en la planta correcta?

—Sí, vaya más adelante y a la izquierda —indicó Carmen.

—Muchas gracias.

El hombre se adelantó y todos lo miraron por un momento antes que las luces del pasillo parpadearan sin ton ni son.

Cuando las luces regresaron a la normalidad, no había nadie.

—¡No otra vez! —se lamentó Luna por lo bajo.

—Señor, señor, ¿ha visto a mi mamá?

Doño Dann bajó la cabeza al sentir un tirón de su pantalón. Un niñito de unos cuatro o cinco años, con el cabello muy corto, lo veía con ojos fijos, vacíos, apenas dedicándole una sonrisa que además de tierna, tenía algo de macabra.

—¿Quién es tu mamá, niño?

—Ah, una señora bonita de vestido largo color café. Me caí del carruaje y ya no volvió.

Dann se quedó mirando al niño con el terror pintado en la cara, hasta que el pequeño lo dejó y se fue por el mismo camino que el hombre del traje de etiqueta.

En la parte trasera de su cabeza, se veía un golpe sangrante y grotesco que a todos les hizo contener un grito de espanto.

E igualmente el niño desapareció del pasillo tras un largo parpadeo de luces.

—¡Oigan, lo de los tecolotes no estuvo bien, saben que me asustan!

—¡Ahhhhhhh!

Los nervios alterados de quienes esperaban se crisparon con el reclamo de Veerie, cosa que ella no comprendió. Lo único que quería era regañarlos por haber metido un montón de tecolotes a su cuarto cuando estaba a oscuras, porque esas aves en particular le causaban cierto miedo, ¿y ahora ella los asustaba a ellos? Era el colmo.

Tras la Sublíder Hippie, llegaron Bell, Mako, Nea y el novio de ésta. Cabe añadir que Bell y Nea tenían en alto sus armas, dispuestas a repartir golpes.

—¿Ahora qué pasa? —soltó una Nea impaciente.

Pad y Tato se decidieron a contar lo que acababan de ver, lo que causó que ahora también Veerie, Nea y B se pusieran a temblar un poquito. Bell intercambió una mirada con Mako.

—Yo no lo hice —dijeron ambas a la vez, girándose hacia el resto de los presentes.

Por lo tanto, antes que otra cosa sucediera, cada quien regresó a su respectiva habitación a rezar como condenado a muerte porque no saliera otro fantasma a espantarlos.

Aunque quién sabe, el Día de Muertos de eso se trataba, ¿no?

A ver si ningún espíritu los seguía a Agua Imaginaria.