sábado, 30 de marzo de 2019

Tinta a la Carta CV: Cena en cinco tiempos

~Entrada~ 
A de Adulterio 
(Sue Grafton) 
—Quiero que descubras quién lo mató. No descansaré hasta que lo sepa. 
Lo dijo de un modo que mis manos se agarrotaron. En sus ojos había un destello que me recordaba al de los ojos de los gansos, maligno e irracional. Fue sólo un segundo y desapareció al instante. 
—No querrás desquitarte, ¿verdad? —pregunté. 
Desvió la mirada. 
—No. Pensaba mucho en ello en la cárcel, pero ahora que estoy fuera ya no me parece tan importante. Lo único que quiero ahora es recuperar a mi hijo. Y tumbarme en la playa, y beber Perrier, y ponerme mi propia ropa. Y comer en restaurantes, y cuando no, prepararme yo misma lo que me apetezca. Y dormir hasta tarde, y darme baños de sales… —Se interrumpió para reírse de sí misma y tomó una profunda bocanada de aire—. Pues eso. No quiero poner en peligro la libertad de que disfruto ahora. 

~Plato Fuerte~ 
La cara oscura de la luna 
(Sherrilyn Kenyon) 
—Otra vez la dichosa pregunta. ¿Qué es un escudero? 
Sus palabras lo dejaron descompuesto. 
Bajó la mirada hasta las heridas de bala que tenía en el pecho, que habían dejado de sangrar. Tenía más balazos por los brazos y por el cuello, y las manchas de sangre de la camiseta revelaban los lugares donde lo habían alcanzado. Sin embargo, no parecían molestarle en lo más mínimo. 
Le rozó una de las heridas que tenía en el brazo. La bala le había arrancado parte del músculo. Allí no había maquillaje ni efectos especiales, era muy real. 
—¿Qué eres? 
En la mejilla de Ravyn apareció un tic nervioso. 
—Resumiendo, tu única esperanza —respondió con brusquedad. 

~Postre~ 
Winter 
(Marissa Meyer) 
—Oh, ¿entonces vamos a escondernos bajo tierra y a formar un ejército? —Scarlet resopló y agitó las manos en el aire—. ¿Por qué me molesto en hablar contigo? No estás ayudando. Eres la I mayúscula en Inútil. 
—Hablo en serio. Hay asesinos, animales y depredadores que ansían ser libres. Tú lo sabes, amiga Scarlet. Tú ya liberaste a uno. 
Winter se levantó, apoyó una mano en la pared para equilibrarse y caminó alrededor de la pequeña mesa. 
Scarlet puso los ojos en blanco, pero fue Iko quien habló. 
—Las barracas —dijo ella—. Las barracas donde Levana tiene a sus soldados se encuentran en los tubos de lava. 
Thorne miraba alternadamente a Iko y a Winter. 
—¿Sus soldados? ¿Te refieres a sus soldados lobos mutantes? ¿Estás loca? 
—Puede que lo esté —respondió, soltando una risita y poniendo una mano sobre la mejilla de Thorne—. Todos me lo dicen. 

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

miércoles, 27 de marzo de 2019

Describiendo a... (CCXLIII)

Título: Wild Cards, Jockers Salvajes (en el idioma original, Wild Cards. Jockers Wild).

Autor: George R. R. Martin, Melinda M. Snodgrass, Leanne C. Harper, Walton Simons, Lewis Shiner, John J. Miller, Edward Bryant.

Sinopsis: Cuando Manhattan se preparaba para celebrar el Día Wild Card, el Astrónomo reaparece para asesinar a los ases que se oponen a sus planes. Y no pudo elegir mejor momento, los ases se hallan divididos mientras que las mafias se encuentran en guerra por el control de Nueva York. El Arquero, la mujer Espectro, Hiram, Fortunato, Tachyon, el Niño Dinosaurio y otros héroes que no siempre dominan sus poderes por completo, deberán enfrentar una prueba macabra [...]. (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).

sábado, 23 de marzo de 2019

Tinta a la Carta CIV: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~ 
El curioso caso de Benjamin Button 
(Francis Scott Fitzgerald) 
—Oye —dijo a Roscoe un día—, te he repetido una y mil veces que quiero ir al colegio. 
—Pues ve —contestó Roscoe lacónicamente. El tema le desagradaba y deseaba evitar una discusión. 
—No puedo ir solo —adujo Benjamin con impotencia—. Tendrás que apuntarme y llevarme. 
—Yo no tengo tiempo —declaró Roscoe sin contemplaciones. Entornó los ojos y miró, inquieto, a su padre—. De hecho —añadió—, mejor será que no alargues mucho más este asunto. Mejor será que acabes de una vez. Mejor será… Mejor será… —Se interrumpió y enrojeció mientras buscaba las palabras adecuadas—. Mejor será que des media vuelta y empieces a ir otra vez en sentido contrario. Para ser una broma, esto ya ha ido demasiado lejos. Ya no tiene gracia. ¡Haz el favor de… de comportarte! 

~Entrada~ 
El fin de la eternidad 
(Isaac Asimov) 
¿Bien? ¿Tener permiso oficial para aprender todo lo que pudiera sobre los días anteriores a la Eternidad? ¿Estar personalmente asociado al mayor Eterno de todos? Incluso el hecho desagradable del estatus de un técnico parecía soportable en semejantes condiciones. 
Sin embargo, su precaución no le falló del todo. Dijo: 
—Si es necesario para el bien de la Eternidad, señor… 
—¿Para el bien de la Eternidad? —exclamó el enano computador con repentina excitación. Arrojó la colilla del cigarrillo con tal energía que se estrelló contra la pared opuesta y rebotó en una nube de chispas—. Te necesito para la existencia de la Eternidad. 

~Plato Fuerte~ 
Engaños 
(A. G. Howard) 
—¿Qué más? —pregunto para cambiar de tema. 
Deja caer la mano a mi rodilla. 
—¿Eh? 
—Has dicho «en primer lugar». Eso significa que hay más. 
Las arrugas de preocupación vuelven a aparecer en su frente. 
—Cierto. Es hora de que me digas la verdad. Toda la verdad. 
Se me hace un nudo en la garganta. 
—Son muchos años qué cubrir. ¿Por dónde debería empezar? 
—Vayamos pasito a pasito. La historia de tu madre. Cómo se involucró Jeb. ¿Sabe lo que eres? Y esa criatura alada que me llevó a través del portal del País de las Maravillas, ¿qué parte representa? 
—Guau, papá. ¿Eso es pasito a pasito? 
—Sí. 
—Serán pasos de brontosaurio —bromeo. 

~Postre~ 
Sangre dorada 
(Stephen Woodworth) 
—Usted debe ser Natalie Lindstrom, si no me equivoco. 
—Sí. Disculpe la actitud de mi hija. 
Natalie miró de soslayo hacia las escaleras torciendo el gesto. 
—Ah, no se preocupe. Es una niña muy linda. Mire, quería hacerle una propuesta laboral… 
«Ya estamos», pensó Natalie. 
—Lo siento, pero me pesca en un momento malísimo, y no creo que me interese comprarle nada de todos modos. 
El caballero rió entre dientes. 
—No he venido a venderle nada. Permítame que me presente… —introdujo una mano en el bolsillo interior de la chaqueta y extrajo una tarjeta—. Soy el doctor Abel Wilcox, de la Universidad de Stanford. Me gustaría contratar sus servicios como médium.  

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".