~Aperitivo~
Tardes
con Margueritte
(Marie-Sabine Roger)
—De
hecho, todas son diferentes… Si no pones atención, no puedes darte cuenta, pero
cuando las observas bien, se veo que no hay dos iguales. Tienen su propio
carácter, incluso su manera de volar. Por eso digo que son como los niños. Si
hubiese tenido críos, estoy seguro de que no los confundiría…
La
abuelita sonrió.
—Bueno,
si hubuera tenido diecinueve, habría que verlo…
Eso
también me hizo gracia a mí.
Y no me
río muy a menudo con las mujeres. Al menos, no con las ancianas.
Me
resultó extraño, tuve la sensación de que éramos amigos, algo parecido. Más
tarde descubrí la palabra que me faltaba: «cómplices».
~Entrada~
1984
(George Orwell)
—Si
quieren que confesemos —replicó Julia —lo haremos. Todos confiesan siempre. Es
imposible evitarlo. Te martirizan.
—No me
refiero a la confesión. Confesar no es traicionar. No importa lo que digas o
hagas, sino los sentimientos. Si no pueden obligarme a dejarte de amar… ésa
sería la verdadera traición.
Julia
recapacitó sobre ello.
—A eso no
pueden forzar —dijo tras unos segundos —Es lo único que no pueden hacer. Pueden
obligarte a decir cualquier cosa, pero no hay manera de que te lo hagan creer.
Dentro de ti no pueden entrar nunca.
—Eso es
cierto —dijo Winston con algo de esperanza —No pueden quebrantar nuestra alma.
Si logramos sentir y sabemos que merece la pena defender nuestra naturaleza
humana aun cuando esto no amerite resultados visibles y positivos, les habremos
derrotado.
~Plato Fuerte~
El Brujo
(Michael Scott)
—¿Motivo
suficiente para romper la promesa que una vez hiciste a tu maestro Inmemorial y
a un monstruo con cola de pájaro?
Maquiavelo
asintió.
—Motivo
suficiente —acordó.
—Sabía
que dirías eso —comentó el inmortal americano mientras estrechaba la mano del
italiano —Eres un buen hombre, Nicolás Maquiavelo.
—No estoy
tan seguro. En este momento mis pensamientos me convierten en un waerloga, en un profanador de juramentos, en un
Brujo.
—Brujo
—repitió Billy el Niño ladeando la cabeza —Me gusta. Suena bien. Estoy
considerando la opción de convertirme también en brujo.
~Postre~
El desierto
de hielo
(Maite Carranza)
—¿Me das
un beso de despedida?
La
fracción de segundo durante la cual Anaíd estuvo pensando sobre lo que debía
hacer o decir fue la más larga de su vida.
Pero en
ese mismísimo momento, para bien o para mal, un zumbido insistente en su cabeza
la hizo reaccionar con una rapidez sorprendente, dar un salto alejándose de Roc
y salir corriendo hacia la puerta al tiempo que agitaba la mano disculpándose.
—Hasta
luego, ciao, me tengo que ir,
te escribiré.
Estaba
recibiendo una llamada telepática urgente de Selene. Algo sucedía.
(Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta").