lunes, 16 de mayo de 2011

La OSECI presenta... ¡Viva Aguascalientes's! (III)

~En la entrada anterior…~

Las más jóvenes integrantes de la OSECI habían sido arregladas para que parecieran mayores y las dejaran pasar a la zona de antros. Ya allí, las chicas vieron al matrimonio gobernante del NeoParkismo (a saber con qué se come eso) que estaba en la ciudad porque May les dijo que andarían allí y acto seguido, se eligió un local al cual entrar. Por decisión de la mayoría (incluyendo la chica del cumpleaños) se acordó visitar un lugar que por el nombre, a Bell le daba mala espina: el Inferno. ¿Qué creen que les deparará la Feria Nacional de San Marcos ahora?

Vamos a averiguarlo.

~En el interior del Inferno~

Una de las razones por las que Bell no quería entrar a ese antro en particular era la historia que tenía. Como bien había confirmado con Rubí, el sitio había sido víctima de un incendio dos meses atrás y la Líder Suprema había dado por hecho que no abriría ese año. Sin embargo, como bien dijo su amiga, los dueños no perderían la oportunidad de ganar dinero en la Feria y le sacaban al mentado incendio todo el provecho posible.

Por lo tanto, no era de extrañarse que ciertas paredes tuvieran decoradas con alargadas y rojas llamaradas pintadas, así como algunos motivos ciertamente siniestros. Los meseros, acordes con el tema, usaban diademas rojas con cuernos de plástico y colas rojas pegadas al trasero. Joke, que fue una de las primeras que entró (prácticamente halada por May), dio un respingo al ver en esas fachas a uno de los meseros (que quitando esos adornos encarnados, tenía un atuendo de lo más normal en blanco y negro).

—Etto… ¿no las puedo esperar afuera? —quiso saber la chica de cabello azul.

Por toda respuesta, May le apretó la mano todavía más y ambas siguieron a Carmen.

La Diosa Menor de Marzo, claro, iba por una mesa junto a uno de los chicos a los que había seguido. Con su encanto y su acento español, pronto entabló conversación y llamó al resto de las chicas con una mano en alto.

—A saber cómo le hace —le gritó Bell a Rubí por encima del estruendo de la música y las pláticas ajenas —Siempre tiene hombres junto a ella.

Finalmente se instalaron en la mesa, negra y redonda, para luego ser atendidas por un mesero que traía con su uniforme una corbata de moño roja y no la negra del resto de sus compañeros. Era alto, de cabello oscuro y con unos increíbles ojos verdes. Les entregó con diligencia las cartas y se marchó.

Todas leyeron lo que podía consumirse, aunque Joke se atiborró de cacahuates y May no dejaba de regañarla. Unos quince minutos después, el mesero volvió.

—¿Desean ordenar ya, señoritas?

—¡Eh, el doble de Harry Potter! —exclamó Veerie por todo lo alto.

El mesero no se alteró. Esbozó una sonrisa, sacando una pequeña libreta y una pluma.

—Me permito sugerir, para las más valientes, claro, el trago de la casa, el Lucifer, que contiene tequila, salsa picante, agua mineral, limón…

Bell y su amiga hicieron una mueca ante eso, por lo que declinaron. Las demás tampoco parecían muy atraídas a probarlo, pero un par de manos se alzaron entonces.

—¡Quiero uno de esos! —soltaron las Diosas Menores al unísono.

—¿Están locas? —espetaron Writer y Luna.

—Ya, déjenlas —pidieron May y Joke.

Pad, angustiada, miró a Bell, pero ella estaba demasiado concentrada leyendo la carta como para fijarse en lo que se les venía encima.

—Una cubeta y una Paloma, por favor —dijo entonces la Fundadora y Líder Suprema, devolviendo la carta —Ah, y lo que quieran ellas —añadió, señalando al resto de las SECI’s.

—¡Bell! —se escandalizaron la Messias y la Sacerdotisa Escribana.

A los cinco segundos, todas habían pedido una bebida. Mientras esperaban, la mayoría quiso ir a la pista y bailar un rato, dejando a Pad y a Luna a cargo de las bolsas. La Aprendiz era mala bailando y la Messias se puso a revisar unos mensajes en su celular.

¿Quién iba a imaginar que algo podría salir mal?

~25 de abril, todavía en el interior del Inferno~

Bailaron, bebieron, incluso cantaron (o mejor dicho, vociferaron). La celebración por el cumpleaños de Rubí pronto pasó a ser brindis por el día de San Marcos (ya que pasaba de la medianoche) y un montón de tonterías más: que ojalá allí estuviera Doño Dann, que extrañaban la reserva de chocolates, que el Lucifer resultó muy buen trago, que los chicos con los que Carmen, Mery y Veerie bailaban eran agradables, que se sentía raro que Rubí ya tuviera por edad un cuarto de siglo…

De repente, un destello en la planta alta llamó la atención, aunque solamente fue un segundo. Creyendo que era algún reflector, muchos siguieron en lo suyo, ensordecidos por las voces ajenas y la música, pero callaron cuando los gritos provenientes de la gente que bajaba a empujones hicieron que el resto de la concurrencia se pusiera histérica.

El Inferno contaba con una zona VIP que, entre otras cosas, usaba alargadas velas dentro de vasos rojizos para crear cierta atmósfera. Por lo visto, algunos de los clientes ubicados allí alborotaron más de la cuenta, danzando de forma muy escandalosa, con lo que habían tirado varios de esos vasos… con las velas encendidas. Pero como andaban tan borrachos, no se dieron cuenta que las velas no se apagaron con la caída y pronto se aterraron al verse junto a una hoguera, donde antes estaba su mesa.

La OSECI y Rubí estaban en un punto intermedio y extraño en la situación. Hacía rato que no bailaban, sino que bebían, comían botanas y bromeaban con el mesero, que en ocasiones les seguía la corriente y otras tantas las dejaba a solas, so pena de que Carmen lo sentara en sus piernas o algo peor. Por otra parte, su mesa estaba casi pegada a las escaleras que conducían a la planta alta, así que al primer empujón, Writer se puso de pie de un brinco, dispuesta a pelear, pero Bell la tomó de un brazo y la sacó del camino.

—Lo que nos faltaba, otro incendio aquí —musitó la Líder Suprema.

Sus chicas no comprendieron, pero sí se sobresaltaron al verla ajustarse los anteojos y rebuscar en su bolso, sacando poco después una varita de madera.

—¡No, no! ¡Eso aquí no! —le decía May, frenética.

—Etto… No es buena idea, Bell–sempai —Joke enseguida apoyó a su gemela.

—Bell, guapa, mejor calma tus ánimos —pidió Luna, mordiéndose un labio.

—¿Pero de qué hablan? —la castaña arqueó una ceja —Voy a ayudar a apagarlo.

—¿En serio? —para sorpresa del resto de la OSECI, fue Rubí quien dijo eso —La última vez que intentaste ayudar a los macehualtin, te tacharon de loca y casi te tiran del paso a desnivel de Plaza Patria.

—Ya lo sé, pero no tienen por qué verme esta vez. ¿No vienes?

—Si no queda de otra…

Rubí también hurgó en su bolso (uno negro y diminuto, por cierto) y extrajo de él una varita parecida a la de Bell, aunque el modo en que la sacó se veía algo… antinatural.

Acto seguido, las dos amigas esperaron a que la avalancha de gente pasara y subieron la escalera. Las otras chicas de la OSECI se miraban entre sí, dudando.

—¡Saquen a la gente, cálmenla, llamen a la policía y a los bomberos! —ordenó Bell a mitad de su ascenso —No importa cómo.

Esas fueron palabras mágicas. Writer jaló a Pad y a Joke hacia la salida, ordenando un poco a los asustados clientes que salían. Carmen y Mery tomaron a los chicos con quien la primera había bailado para que les ayudaran a pedir ayuda. Veerie, Luna y May rápidamente ubicaron al mesero que las había atendido y le contaron lo que sucedía, para que él y sus compañeros pudieran dejar el local.

Era todo lo que podían hacer. El resto dependía de Bell y su amiga.

~25 de abril, en el exterior del Inferno~

Para cuando los bomberos llegaron, el incendio lo hallaron reducido a la planta alta, aunque no le hallaban explicación alguna. Bell y Rubí, extrañamente empapadas, apenas decían palabra cuando la policía las interrogó sobre lo ocurrido. Ahora solamente les quedaba contemplar la fachada del Inferno con la sensación de que había sido una noche interesante.

—¿Qué diantres te pasó? —regañó Luna, paseando la mirada por su Líder.

—Ah… tuve pequeñas dificultades con… el agua…

Bell rió nerviosamente, pero no fue específica porque unos cuantos ex–clientes del Inferno pasaron a su lado, de camino a curarse el susto a uno de los muchos merenderos que había cerca.

—Tú no tienes remedio —Rubí meneaba la cabeza y palmeaba un hombro de Bell —Al menos esta vez no te vieron. Ha sido un buen cumpleaños, después de todo. Y ustedes —añadió, mirando al resto de la OSECI —Háganme un favor y cuiden a esta atolondrada. En el fondo no es tan mala.

—¡Oye!

La cumpleañera se echó a reír, ignorando los reclamos y afirmando que se iba a casa en taxi, porque estaba muy cansada. Les agradeció a todas su presencia y se fue hacia una esquina cercana, donde varios autos rojos con letras blancas eran abordados y vaciados.

Las jóvenes de la OSECI se miraron por un instante, antes que Veerie se aclarara la garganta y expresara su deseo de comer algo. Bell, parpadeando con extrañeza, le aseguró que conocía un lugar donde hacían tacos excelentes, así que se dispuso a llevarlas.

—¡Eh, señorita! —llamó entonces el mesero que las había atendido, con una mochila roja al hombro y el cabello un tanto despeinado. Iba directamente hacia Bell, sosteniendo algo en alto —Dejó… dejó olvidada su cartera…

El objeto en su mano en alto, alargado y rosa, fue reconocido de inmediato por su dueña. Bell lo tomó con otra risita nerviosa, alegando ser una despistada de lo peor. El mesero, sonriendo un poco más que cuando las atendía, preguntó si podía acompañarlas a cenar.

—Por lo visto, ya no tendré que trabajar —argumentó, encogiéndose de hombros.

A poca distancia, las demás SECI’s sonrieron. Rubí les había caído muy bien y más cuando vieron, con sus propios ojos, que era una amiga leal.

Y además, ¡su Líder había ligado! O eso les pareció cuando Bell se puso colorada por quién sabe qué cosa que le dijo el mesero al ofrecerle una toalla que sacó de su mochila, antes de asentirle y llamarlas a ir a la dichosa taquería.

Definitivamente, esa visita a Aguascalientes no la iban a olvidar.

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En fin, otra tranquila anécdota de la OSECI ha concluido, ¿qué tal? Debería dar algunas explicaciones, pero ahora mismo es tarde, por lo que me iré a dormir y las daré luego, en una entrada aparte, que espero no dejen de leer porque en ese caso, no sabrán ni qué onda con mi mente truculenta y llena de ideas raras.

Así es como su servidora despide la Feria Nacional de San Marcos 2011, terminada oficialmente el día 15 de mayo, aunque seguramente a esta hora los antros siguen abiertos. Y el palenque, y los merenderos, y varios de los puestos.

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

martes, 3 de mayo de 2011

La OSECI presenta... ¡Viva Aguascalientes'n! (II)

~En la entrada anterior…~

Las chicas de la OSECI, guiadas por la Fundadora y Líder Suprema (o sería más adecuado decir que fueron arrastradas por ella) se fueron a la bella ciudad de Aguascalientes, a celebrar el cumpleaños de una amiga de Bell en la reconocida Feria Nacional de San Marcos. Fueron conducidas (para su asombro) al área de antros, con lo cual se quedaron boquiabiertas.

Así las cosas, ¿cómo creen que les irá?

~En el centro de la zona de antros de la Feria Nacional de San Marcos…~

Cerca de uno de los extremos del paso a desnivel de la avenida Adolfo López Mateos, el Patronato de la Feria Nacional de San Marcos decidió instalar a los centros nocturnos donde los jóvenes van a bailar, a embriagarse (es la verdad, nadie se ofenda) e incluso a ligar. Los establecimientos forman un cuadrado casi perfecto cuyo centro lo ocupa una pequeña explanada por la cual, personas de todas las fisonomías y vestimentas caminan, se encuentran con amigos, bailan al son de un montón de canciones entremezcladas… y cosas así.

Pero claro, primero tenía que entrarse allí, a esa explanada adornada con unas pocas palmeras (que quién sabe a quién se le ocurrió ponerlas) para poder visitar un antro. Y para eso…

—Ustedes, quédense quietas.

La orden era para May, Joke y Pad, con mucho las más jóvenes de las SECI’s. Entre Rubí y Carmen las estaban engalanando para que aparentaran más edad y que no les pidieran identificación. Porque si los dos hombres guardias de la entrada le veían aspecto infantil a alguien, no dudaban en detenerlo. Aunque ese alguien en realidad tuviera treinta años.

—¿Listas, no? —inquirió Carmen, bastante satisfecha.

Pues sí, el maquillaje y unos cuantos ajustes a su ropa habían obrado el milagro. Caminaron con confianza entre los dos tipos enormes y mal encarados que custodiaban la entrada… y lograron pasarlos sin ser detenidas.

—¡Son estupendas! —les soltó Veerie a Carmen y a Rubí, sonriendo a más no poder.

—Con lo que he tenido que hacer a veces para un show… —la Diosa Menor de Marzo se encogió de hombros con modestia.

—Yo me arreglo con mucho cuidado si voy de fiesta —confesó Rubí.

Llegaron a la explanada y tal como Bell y Rubí habían imaginado, ya estaba considerablemente llena. Aunque los grupos de personas se concentraban en las entradas de los locales, unas cuantas deambulaban por allí, hablando por celular y buscando a sus amigos.

—¡Eh, Baru, mujer, deja mi pobre brazo! —gritaba un tipo en tono desesperado.

Era una voz sorprendentemente familiar para las chicas de la OSECI…

—Anda, cariño, escuché que la comida de Las Costillas es estupenda.

—¿Dann? —se sorprendieron las SECI’s a la vez.

Bueno, todas menos una, que se encogió tanto que casi parecía acuclillada.

—¡Hola! —el dueño del Palacio, al oír que lo llamaban, se giró con gesto visiblemente aliviado —May dijo que vendría acá por el fin de semana, así que ya me estaba preocupando no verla. Baru y yo andamos en una de nuestras lunas de miel.

—¿Pues cuántas han tenido? —se rió Mery, en tanto Luna y Carmen miraban a May con el ceño fruncido.

—Unas cuantas —respondió Baru, mujer de semblante jovial y acento español, tomada del brazo de Dann —¿A qué antro piensan entrar? Hay algunos que se ven bien, pero su música… —hizo una mueca de disgusto.

—Sí, suele pasar —Bell y Rubí se encogieron de hombros, hablando a la vez.

—¿A cuál entramos, a cual? —Veerie estaba dando ligeros botes debido a la emoción, y por increíble que pareciera, contagiaba a Writer y a Luna.

—¡Allí, creo que esos chicos eran extranjeros! —Carmen no tardó en unírsele, siguiendo con los ojos a unos cuantos individuos de gran estatura y cabellos claros.

—Tenía que ser… —Dann negó con la cabeza, antes que él y Baru se despidieran y se fueran por su lado, tomados del brazo.

—¡Sí, a ese, a ese! —Veerie estuvo totalmente de acuerdo con la española.

Debería hacer una pausa ahora, en lo que las SECI’s y Rubí deliberaban si el local era adecuado, para describir un poco el aspecto de cada quien.

Carmen, primorosa como ella sola, lucía una blusa de lunares de un solo tirante, combinada con un pantalón negro entallado y unas botas blancas. Además, agitaba un bolso negro con un gran moño blanco.

Veerie llevaba puesta una falda morada con una blusa negra en cuya parte de la espalda brillaba un símbolo hippie amarillo. Sus zapatos, bajos y cómodos, eran amarillos y su bolso, morado, tenía cuentas plateadas que al frente formaban… adivinaron, cierto símbolo hippie.

Luna iba con algunos de los colores de su adorado Barça, distribuidos en una blusa bicolor de tirantes, un pescador rojo y unas sandalias azules, ¡ah! Y un bolso amarillo que agitaba en alto.

Writer, por otro lado, iba un poco más conservadora, con una camisa de mangas tres cuartos en color azul celeste, un pantalón azul marino y zapatos bajos azul claro. Su bolso, azul marino con algunas rayas más claras, era el más discreto del grupo, aún cuando era lo suficientemente grande para guardar la gruesa agenda de la OSECI, de la que nunca se separaba.

Joke y May, como las gemelas que nunca parecían, se habían puesto de acuerdo (de forma inconsciente, ya que las susodichas lo negaban rotundamente). Mientras que Joke vestía una amplia falda azul y una blusa blanca de mangas holgadas, May se había decidido por una blusa azul eléctrico y un pantalón blanco. Ambas llevaban zapatos blancos, pero en modalidades opuestas: May lucía unas zapatillas con un tacón apenas existente, en tanto Joke, como casi siempre, se había decidido por zapatos muy similares a los de ballet.

A Mery le gustaba ir cómoda, por lo que usaba un pantalón de color azul petróleo, unos tenis y una playera (camiseta) de manga corta, y sujetaba una bolsa negra que combinaba con todo. ¡Ah! Pero su playera, color naranja pálido, tenía dibujadas un sinfín de notas musicales negras en uno de sus costados, siendo la clave de sol la que destacaba más, en la parte superior izquierda del pecho.

Pad se alisaba una y otra vez el blusón amarillo pálido que usaba, el cual habría pasado por un vestido sumamente corto de no ser por pantalón marrón que lo complementaba. Los zapatos, de un blanco brillante (pese a algunos pisotones recibidos), iban con la bolsa, que por broche tenía una gran flor amarilla de tela.

Bell se frotó los brazos en el instante en que se decidieron por el establecimiento, mostrando así que las mangas tres cuartos de su blusa marrón oscuro se alzaban con facilidad. La falda que llevaba, larga hasta por debajo de la rodilla, era de un blanco inmaculado con unas cuantas flores marrones bordadas en la parte baja. Contrastaba con su amiga Rubí, quien se veía coqueta con una blusa entallada roja de una sola manga, una minifalda negra y un bolso de mano de colores, a juego con sus zapatos.

Definitivamente, si cualquiera de ellas quisiera ligar, lo conseguiría. Y parecía que eso quería Carmen al seguir a los muchachos guapos y extranjeros al interior de un sitio que Bell miró con una ceja arqueada, antes de girarse hacia la cumpleañera.

—¿No se había quemado este lugar? —inquirió por lo bajo.

—Sí, pero ya sabes cómo son los dueños de estos lugares: no iban a dejar de ganar dinero en la feria.

—¿Segura que quieres entrar aquí?

A Bell no le daba muy buena espina el Inferno, tanto por el nombre como por otros detalles, pero como sus chicas se veían entusiastas, dudó. Terminó de decidirse cuando Rubí la tomó de un brazo y la arrastró con ella.

Siendo la cumpleañera, ¿cómo negarse a sus deseos?

Horas después, Bell desearía haberlo hecho.

~Continuará…~