Título: Expiación (en el idioma origina, Atonement).
Autor: Ian McEwan.
Sinopsis: En la gran casa de campo de la familia Tallis, la madre se ha encerrado en su habitación con migraña, y el señor Tallis, un importante funcionario, está, como casi siempre, en Londres. Briony, la hija menor, de trece años, desesperada por ser adulta y ya herida por la literatura, ha escrito una obra de teatro para agasajar a su hermano Leon, que ha terminado sus exámenes en la universidad y hoy vuelve con un amigo. Cecilia, la mayor de los Tallis, también ha regresado hace unos días de Cambridge, donde no ha obtenido las altas notas que esperaba. Quien sí lo ha hecho, en cambio, es Robbie Turner, el brillante hijo de la criada de los Tallis, y protegido de la familia, que paga sus estudios. [...] Hay una curiosa tensión entre Cecilia y Robbie. Y otra situación potencialmente peligrosa: la hermana de la señora Tallis ha abandonado a su marido, se ha marchado a París con otro hombre, y ha enviado a su hija Lola, una nínfula quinceañera, sabia y seductora, a casa de sus tíos. [...] (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Editorial Anagrama, S. A.
¿Qué les puedo decir? Nunca habría sabido de esta novela de no ser por el Socializando (tópico del apartado de Potterfics en los foros de HarryLatino), donde si no mal recuerdo, fue Sucy Weasley (Bell hace publicidad descarada, ¡síganla!) quien la recomendó, lo que me ayudó con el libro de enero del desafío "12 meses leyendo". Y conseguirlo fue sencillo: lo trajo Anagrama a la Feria del Libro Aguascalientes de 2012 (Bell los anima a ir a las entradas que tiene al respecto). Lo sé, más de un año en espera. No tengo remedio (Bell rueda los ojos).
En una casa de campo de las afueras, la familia Tallis se prepara para una velada especial. El hijo varón, Leon, regresa a casa después de sus exámenes universitarios en compañía de Paul Marshall, un amigo. La hija mayor, Cecilia, regresó de Cambridge con malas calificaciones, a diferencia del protegido de su padre, Robbie Turner, hijo de la sirvienta. Briony, la menor de los Tallis, pretende montar para su hermano la obra de teatro que acaba de escribir, con la cooperación de primos que vienen inesperadamente a quedarse en casa pues sus padres, sorpresivamente, se están divorciando. La señora Tallis, Emily, propensa a las migrañas, apenas participa en los preparativos para recibir a su hijo, encerrada en su recámara. El señor Tallis, Jack, brilla por su ausencia, concentrado en diversos negocios en Londres. Todo se tuerce con una fantasía llevada al límite y porque los demás a su alrededor no le hallaron lagunas. ¿Pero habrá forma de enderezar las cosas? Más tarde que temprano, quizá.
Al principio, nadie imagina cómo un panorama como ese, con una familia agrandada de pronto y que espera al hijo ausente, puede ofrecer algo interesante qué contar. Es por eso que me sorprendí cuando poco a poco, las perspectivas de varios de los personajes son narradas casi de manera fiel, literal, haciendo sentir, en ocasiones, que estás viendo a través de esos ojos de manera vívida. Puede cansar la descripción de cada cosa que hacen y piensan, eso queda advertido desde ahora, pero al mismo tiempo es una perspectiva fascinante. En mi opinión, eso permite que el personaje en turno sea más real, como cualquier persona que, en un momento dado, podría encontrarse un día en la calle.
Últimamente he alabado u odiado los finales de las novelas que leo. Expiación bien podría tener las dos palabras, aunque no completamente. La primera, la alabanza, porque el personaje que más me hizo refunfuñar (Briony Tallis) tuvo en varias ocasiones lo que merecía: frustración, desilusión, trabajo excesivo... en fin, creo que ven por dónde voy. Sin embargo, todo eso lo tuvo a consecuencia de una vida marcada por la guerra (la Segunda Guerra Mundial), así que está más o menos justificado. Por otro lado, el odio es para esos retazos de información que no hacen del verdadero final algo definitivo, con justicia para aquellos personajes sin culpa y lleno de castigos para quienes se los habían ganado. Como suelo decir cuando no me decido bien, el final es agridulce.
Quitando mis quejas al final y mis alabanzas a la narración de ciertos fragmentos, Expiación es, ciertamente, recomendable. Y me enteré que hay película (seguramente de allí es la foto de portada, aunque no podría jurarlo), así que de llegar a verla, quizá me tengan desgranando mis impresiones por Twitter, aunque no creo que sea en un futuro inmediato.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
En una casa de campo de las afueras, la familia Tallis se prepara para una velada especial. El hijo varón, Leon, regresa a casa después de sus exámenes universitarios en compañía de Paul Marshall, un amigo. La hija mayor, Cecilia, regresó de Cambridge con malas calificaciones, a diferencia del protegido de su padre, Robbie Turner, hijo de la sirvienta. Briony, la menor de los Tallis, pretende montar para su hermano la obra de teatro que acaba de escribir, con la cooperación de primos que vienen inesperadamente a quedarse en casa pues sus padres, sorpresivamente, se están divorciando. La señora Tallis, Emily, propensa a las migrañas, apenas participa en los preparativos para recibir a su hijo, encerrada en su recámara. El señor Tallis, Jack, brilla por su ausencia, concentrado en diversos negocios en Londres. Todo se tuerce con una fantasía llevada al límite y porque los demás a su alrededor no le hallaron lagunas. ¿Pero habrá forma de enderezar las cosas? Más tarde que temprano, quizá.
Al principio, nadie imagina cómo un panorama como ese, con una familia agrandada de pronto y que espera al hijo ausente, puede ofrecer algo interesante qué contar. Es por eso que me sorprendí cuando poco a poco, las perspectivas de varios de los personajes son narradas casi de manera fiel, literal, haciendo sentir, en ocasiones, que estás viendo a través de esos ojos de manera vívida. Puede cansar la descripción de cada cosa que hacen y piensan, eso queda advertido desde ahora, pero al mismo tiempo es una perspectiva fascinante. En mi opinión, eso permite que el personaje en turno sea más real, como cualquier persona que, en un momento dado, podría encontrarse un día en la calle.
Últimamente he alabado u odiado los finales de las novelas que leo. Expiación bien podría tener las dos palabras, aunque no completamente. La primera, la alabanza, porque el personaje que más me hizo refunfuñar (Briony Tallis) tuvo en varias ocasiones lo que merecía: frustración, desilusión, trabajo excesivo... en fin, creo que ven por dónde voy. Sin embargo, todo eso lo tuvo a consecuencia de una vida marcada por la guerra (la Segunda Guerra Mundial), así que está más o menos justificado. Por otro lado, el odio es para esos retazos de información que no hacen del verdadero final algo definitivo, con justicia para aquellos personajes sin culpa y lleno de castigos para quienes se los habían ganado. Como suelo decir cuando no me decido bien, el final es agridulce.
Quitando mis quejas al final y mis alabanzas a la narración de ciertos fragmentos, Expiación es, ciertamente, recomendable. Y me enteré que hay película (seguramente de allí es la foto de portada, aunque no podría jurarlo), así que de llegar a verla, quizá me tengan desgranando mis impresiones por Twitter, aunque no creo que sea en un futuro inmediato.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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