Título: Chocolat (en el idioma original, igual).
Autor: Joanne Harris.
Sinopsis: El chocolate es algo más que un placer para los sentidos. Saboreándolo, las penas se hacen más llevaderas; los secretos, menos íntimos; los sueños, más reales. Por eso para el cura Francis Reynaud, la llegada a Lansquenet-sur-Tannes de Vianne Rocher, una singular mujer que decide montar una chocolatería, no puede ser sino el primer paso para caer en la tentación y en el pecado. Y frente a él, Vianne solo puede apelar a la alegría de vivir de las gentes de Lansquenet... (De la introducción).
Formato: Digital (epub).
¿Qué les puedo decir? Como pueden ver en la portada, y quizá muchos sepan, hay una película basada en este historia y fue lo que conocí primero. El nombre de la actriz lo desconozco, pero es imposible ignorar a Johnny Depp (Bell sonríe como boba), ¡y al chocolate! El chocolate es la golosina por excelencia (Bell babea imaginando todo tipo de chocolates). Como sea, fue por la película que supe que había un libro (ironía, ironías...), así que me lancé a buscarlo, aunque fuera para traer en Tarly, que es como finalmente, lo he leído.
Una madre y su hija han llegado a un pequeño pueblo francés en día de carnaval. La niña interroga a su madre sobre si se quedarán, y la madre duda unos instantes antes de decir que sí. Ve pasar a las personas enmascaradas del festival con cierta vaguedad, preguntándose si de verdad se quedarán allí de una vez o después de una temporada se marcharán, como siempre hacen. Pero mientras tanto, rentarán una casa, y harán una vida normal junto con el negocio de la madre: una tienda de productos a base de chocolate.
Por desgracia, el hogar que se procuran Vianne y Anouk Rocher (madre e hija, respectivamente) es en la plaza que tiene como otro extremo la iglesia del pueblo, desde la cual el sacerdote a cargo, Francis Reynaud, no ve con muy buenos ojos a la gente de fuera y menos que ofrezca una mercancía como el chocolate en plena época de Cuaresma, cuando invita a la gente a hacer algunos sacrificios como penitencia por sus pecados antes de la Pascua. Así las cosas, ¿Vianne y el padre Reynaud se llevarán bien? ¿La gente que empieza a conocer Vianne le será lo suficientemente preciada como para quedarse en Lansquenet para siempre y no solo una temporada?
Conforme Vianne se acomoda en el pueblo y se prepara para instalar su tienda, se va relacionando con varios personajes de aquel lugar pintorescos, tanto agradables como fastidiosos. En general, ella y su hija Anouk son vistas como extrañas, al principio eran la novedad y luego no sabían qué pensar, debido a algunas de sus costumbres, como no ir a la iglesia o tratar con gente como los gitanos que, poco después de Vianne, llegan a Lansquenet a través del río. El padre Reynaud, de hecho, las toma como enemigas de la fe, pretendiendo hacer algo para que dejen de influir tanto en su comunidad, pero quién sabe si el tiro no le saldrá por la culata, más por los "demonios" con los que él mismo carga.
En general, es una de esas historias con escenas de todo tipo, incluso un toque de misticismo que te hace preguntarte si solo es imaginación de Vianne o de verdad las cosas misteriosas y fascinantes están allí, rodeándonos todos los días hasta que alguien con mejor "visión" que la nuestra nos la hace notar. Y, aunque el chocolate tiene cierta importancia en toda la historia, no es el protagonista que acapara todas las escenas, así que no terminarán empalagándose a cada momento. Aunque algo de chocolate sí querrán cada que lean el nombre de alguna de las golosinas.
Entre lo anterior, algunos detalles realmente cómicos y el condenado final (Bell rueda los ojos por enésima vez), comprenderán que tras acabar la lectura de Chocolat, me haya lanzado a investigar más de la autora. De hecho, cuando buscaba la imagen de la portada para la barra lateral y la presente seudo-reseña, me salieron portadas de lo que, al parecer, son continuaciones de la historia de Vianne. Las buscaré, no lo duden, pero quizá no sea de forma tan inmediata. Hay que reducir los pendientes, digo yo. Y quiero dejar de saborear lo que leo cada cinco páginas.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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