miércoles, 22 de julio de 2015

Describiendo a... (CXVIII)

Título: Muerte de Tinta (en el idioma original, Tintentod).

Autor: Cornelia Funke.

Sinopsis: [...] El destino de Mo en el Mundo de Tinta comienza a tomar su propio camino; el se ha transformado en Arrendajo y será la clave para terminar con el reinado de Cabeza de Víbora. Orfeo, sin embargo, tiene planes para hacerse con el poder modificando la historia de Fenoglio mientras el viejo autor lucha contra la culpa y la impotencia. Meggie irá tras su padre mientras Resa se une a los titiriteros para salvar a los niños de Umbra de las minas de plata de la Víbora. Al final, las Mujeres Blancas seguirán reclamando la vida de Lengua de Brujo y Dedo Polvoriento, que han hecho con ellas un trato que tal vez no puedan cumplir... (Tomado de la contraportada de mi ejemplar).

Editorial de mi ejemplar: Fondo de Cultura Económica (a través de Ediciones Siruela).

¿Qué les puedo decir? Esta es la última parte de la trilogía del Mundo de Tinta y no pudo parecerme más eterna. Como he mencionado en otras ocasiones, escribo la presente seudo-reseña en el momento de acabar mi lectura, lo que significa que sigo quejándome (un poco nada más) de que mientras más estoy en casa debido al desempleo, menos leo. Así, de no ser por un reto de lectura de Semana Santa (ajá, en abril), no me habría apurado más de la cuenta. Eso y que Funke me recordó terriblemente a mí misma por varios detalles. Ahora leerán.

En el Mundo de Tinta, debido a ciertos acontecimientos relatados en Sangre de Tinta (que incluyen una incompleta lectura desafortunada por parte de Meggie), las cosas se están complicando. Mo, el padre de la niña, no solo está ahora inmerso en el libro que antes le causara tanto pavor, sino que además representa un papel dado, quizá imprudentemente, por el autor de ese mundo, Fenoglio. Meggie no sabe por quién temer más o qué pasará a continuación, debido a que hay nuevos habitantes del Mundo de Tinta que no son tan buenos como sus propios padres y que además de hacer lo que mejor les conviene, deciden que es hora de reescribir la historia. ¿Pero cómo van a escribirle algo a un mundo que parece avanzar por su cuenta sin orden ni concierto, según su propio creador?

En lo personal, los libros con algo de aventura y drama me gustan. No estoy en contra de que algo de acción, de tensión e incluso de tristeza den un giro inesperado a las tramas. Sin embargo, en esta ocasión sentí que los giros fueron demasiados, a cada momento algo cambiaba el escenario, la balanza del bien y del mal o las "reglas" ya dichas, por lo cual hubo un momento determinado en el que pensaba "¿no se puede acabar de una buena vez?". Sí, es raro que su servidora quiera que un libro interesante se acabe, sobre todo por pensar que ahora sabe perfectamente qué sienten los que leen sus fics tremendamente largos (Bell rueda los ojos).

Por otro lado, los personajes que ahora llevaron las riendas de la historia fueron tan diferentes unos de otros que a veces sentía que el protagonista no era solo uno, no sé si me comprendan... Y peor aún: acabé renegando de casi todos. ¡Sí, casi ninguno me acabó de gustar! No digo que tenían que ser personajes encantadores hasta el punto de la irrealidad, pero bueno, quizá lo anterior signifique que eran lo suficientemente realistas para adorarlos y maldecirlos al mismo tiempo. No sé qué pasó conmigo en esta trilogía de Funke, pero no, no puedo querer del todo a casi ningún ser de esa historia.

Lo que sí me gustó mucho fueron algunos de los escenarios, incluso uno tan siniestro y descuidado como el Castillo del Lago (que apareció en la parte final de la entrega). Simplemente en eso no puedo discutirle nada a Funke, al describir a veces un sitio con tanto mimo como si lo estuviera una contemplando con sus propios ojos, tanto con sus detalles buenos como con los malos. A veces eso me mantenía más pegada al libro que el renegar de nuevo por alguna bobada de X personaje (en serio, ¿qué le dio a Bell con los personajes de esta trilogía?).

En conclusión, este cierre para la trilogía es realmente satisfactorio... en casi todos los sentidos. Funke tuvo la amabilidad (nótese el sarcasmo) de dejar unos cuantos cabos sueltos, unos pequeños resquicios de que la historia puede continuar, pero vamos, eso cualquiera puede imaginarlo por su cuenta, ¿no es así? Después de todo, eso es lo que no deja de decirnos esta abrumadora y fantástica historia: los libros son puertas a mundos que tal vez estén allí, pero de los cuales apenas sabemos algo, y solamente debemos saber abrirlas.

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

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