Título: Los Dominios del Ónix Negro. La Conexión.
Autor: Adriana González Márquez.
Sinopsis: Para cualquier joven, cumplir dieciocho años es algo muy importante: significa convertirse en mayor de edad e iniciar una nueva etapa en la vida. Para Vanessa, representó transitar por la Elevación e iniciar su entrenamiento, pues las profecías la señalan como la única capaz de impedir que Arématis se apodere del alma de los habitantes de los Dominios del Ónix Negro. [...] El alma de muchas personas está en juego y ella es la única capaz de ponerlas a salvo. [...] (Extracto de la solapa interior de la portada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Random House Mondadori (ahora Penguin Random House), a través de Montena.
¿Qué les puedo decir? Siguiendo con la autora conciudadana (y las portadas horribles... aunque creo que esta es la menos peor), nos adentramos a cuando la protagonista deja de ser... No, olviden eso, creo que estaba por echarme una mentira del tamaño de la Catedral (no pregunten). El punto es que aquí se entra de lleno a combates, muerte, destrucción y peleas... peleas casi de adolescentes, lo que si conocen a la mayoría de los personajes, es ridículo de pensar.
Vanessa ha superado lo que podría considerarse su "despertar" como la única persona capaz de salvar los Dominios, sitios paralelos llenos de cosas asombrosas y manejo de la energía del alma y la naturaleza. ¿Pero acaso eso es genial? Pues no, porque ahora la pobre chica debe lidiar con un desquiciado que quiere destruir la existencia conocida y no se va a tentar el corazón para conseguirlo. Y como de paso el villano es muy, muy listo, Vanessa y compañía la tendrán muy difícil para llevarle la delantera buscando la forma de detenerlo de una buena vez.
Como saben, las adolescentes están de moda como protagonistas. O mejor dicho, la fantasía juvenil a fuerza debe tener una adolescente (o una que está dejando de serlo) como protagonista, o si no la cosa no funciona. ¿A qué viene todo el sermón? A que no sé qué morbosa fascinación ejerce sobre mí el género, quizá que lo conocí cuando era precisamente una adolescente que dejaba de serlo, porque leo casi todo lo que cae en mis manos... aunque a mi edad (Bell suena a viejecita, sí), no dudo ni un segundo en sacarle canas verdes a los personajes, a la trama y/o al autor en turno. Bueno, si siento que lo merecen.
En el caso de mi conciudadana, lo que la salva es que me mantuvo de buen humor. Como en el inicio de la trilogía, lo increíble de que pudiera predecir gran parte de lo que ocurría no le quitó que me hiciera reír de vez en cuando. Es más, creo que fue precisamente el poder deducir ciertas partes lo que me mataba de risa, aunque hubo puntos que ni por asomo imaginé. Y los personajes, aunque a veces me costara admitirlo, los sentí más cercanos que otros, empezando por el hecho que eran producto nacional y siguiendo porque algo de su actitud lo comprendía sin demasiada ciencia.
Lo anterior, creo yo, debe significar que la literatura juvenil aún no está del todo perdida y que solamente necesita mantener atentas a esas mentecillas volátiles y llenas de ideas con algo que no los subestime (no demasiado). Con tal de que no abunden demasiado las PAI... (Bell rueda los ojos y pide que no pregunten por las siglas... porque ya las explicó en una entrada anterior).
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
Vanessa ha superado lo que podría considerarse su "despertar" como la única persona capaz de salvar los Dominios, sitios paralelos llenos de cosas asombrosas y manejo de la energía del alma y la naturaleza. ¿Pero acaso eso es genial? Pues no, porque ahora la pobre chica debe lidiar con un desquiciado que quiere destruir la existencia conocida y no se va a tentar el corazón para conseguirlo. Y como de paso el villano es muy, muy listo, Vanessa y compañía la tendrán muy difícil para llevarle la delantera buscando la forma de detenerlo de una buena vez.
Como saben, las adolescentes están de moda como protagonistas. O mejor dicho, la fantasía juvenil a fuerza debe tener una adolescente (o una que está dejando de serlo) como protagonista, o si no la cosa no funciona. ¿A qué viene todo el sermón? A que no sé qué morbosa fascinación ejerce sobre mí el género, quizá que lo conocí cuando era precisamente una adolescente que dejaba de serlo, porque leo casi todo lo que cae en mis manos... aunque a mi edad (Bell suena a viejecita, sí), no dudo ni un segundo en sacarle canas verdes a los personajes, a la trama y/o al autor en turno. Bueno, si siento que lo merecen.
En el caso de mi conciudadana, lo que la salva es que me mantuvo de buen humor. Como en el inicio de la trilogía, lo increíble de que pudiera predecir gran parte de lo que ocurría no le quitó que me hiciera reír de vez en cuando. Es más, creo que fue precisamente el poder deducir ciertas partes lo que me mataba de risa, aunque hubo puntos que ni por asomo imaginé. Y los personajes, aunque a veces me costara admitirlo, los sentí más cercanos que otros, empezando por el hecho que eran producto nacional y siguiendo porque algo de su actitud lo comprendía sin demasiada ciencia.
Lo anterior, creo yo, debe significar que la literatura juvenil aún no está del todo perdida y que solamente necesita mantener atentas a esas mentecillas volátiles y llenas de ideas con algo que no los subestime (no demasiado). Con tal de que no abunden demasiado las PAI... (Bell rueda los ojos y pide que no pregunten por las siglas... porque ya las explicó en una entrada anterior).
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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