sábado, 22 de diciembre de 2018

Tinta a la Carta XCIX: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~ 
Desayuno en Tiffany’s 
(Truman Capote) 
—Gracias, chato… Has sido muy amable acompañándome hasta aquí. 
—¡Eh, nena! —dijo él, porque estaban cerrándole la puerta en las narices. 
—Dime, Harry. 
—Harry era el otro. Yo soy Sid. Sid Arbuck. Sé que te gusto. 
—Te adoro, Arbuck. Pero buenas noches, Arbuck. 
Mr. Arbuck se quedó mirando con incredulidad la puerta, que se cerró firmemente. 

~Entrada~ 
Utopía 
(Leonardo Patrignani) 
—¿Podremos sacarlo de allí? 
El doctor permaneció impasible, y protegido por las tinieblas plegó los labios en una mueca. 
—¿Un ataque sorpresa en una de las penitenciarías más seguras de todo el continente, para sacar a un casi nonagenario de su celda de aislamiento, urdido por una banda que probablemente ya está siendo buscada por todas partes? 
Anna permaneció en silencio durante un momento, sin encontrar el valor de responder. Ciertamente se trataba de una empresa impensable. Fue el mismo Thierry quien concluyó y la sorprendió una vez más. 
—Pensaba hacerlo esta noche. 

~Plato Fuerte~ 
Delirios 
(A. G. Howard) 
—¿Cuántas veces tengo que decirlo? Mi hogar está en el reino humano, no aquí. —Una mentira a medias. No puedo resistir observar una vez más la destrucción que me rodea. Pero él no tiene que darse cuenta de lo dividida que estoy… lo indecisa que he estado desde el año pasado. 
—¿Qué te hace pensar que me estaba refiriendo a este hogar? —se apoya en el tallo de un capuchino. La pose no debería ser amenazadora pero sus alas se alzan a su espalda, negras y dominantes, recortadas en el fondo tormentoso, y mi piel se eriza con aprensión. Intento liberar los codos pero la margarita es demasiado fuerte. Aún con las mangas largas, sus dedos en forma de hoja me muerden la carne. 
—Exijo ver a la Reina Granate y a la Reina Marfil —mascullo. 
Morfeo se ríe con ganas. 
—¿Exiges? Así que estás jugando la carta real, ¿no? 

~Postre~ 
Manos rojas 
(Stephen Woodworth) 
El alma de la mujer muerta se disipó de nuevo en la negrura y dejó a Natalie débil y sola. Un asesinato, dos víctimas. 
No podía permitir que otro asesino anduviera suelto. 
Mientras el reguero de lágrimas se secaba en sus mejillas, tomó el teléfono de la cocina, marcó un número y aguardó. 
—Empresas Libra —contestó Inez—. ¿En qué puedo servirle? 
—Me han llamado antes para hablarme de una oferta especial —Natalie echó un vistazo a la pulsera de Marcy, que reposaba en el suelo como un gusano de plata—. Me gustaría aceptarla. 

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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