sábado, 8 de diciembre de 2018

Tinta a la Carta XCVII: Almuerzo en cuatro tiempos

~Aperitivo~ 
Apuntes de un escritor malo 
(Mauricio Bares) 
Ya confesé que soy un escritor malo. Ahora debo aclarar que lo soy porque me cuesta mucho trabajo escribir y porque sufro con las letritas como algunos sufren con las letrinas. Desde siempre he pasado horas, sentado, sin que se me ocurra nada… NADA… Ni una palabra… Sin importar cuánto me haya esforzado… La temida hoja en blanco solo dejaba de serlo porque en ella aparecía mi nombre. Entonces: qué demonios iba a recortar si no había escrito más que mi nombre! Era lo único que podía eliminar!... Y, por estúpido que parezca, admito que estuve tentado a hacerlo con tal de seguir a los maestros, pero borrar el nombre propio (mi propio nombre) quivalía a suicidio!... A matarme a mí mismo!... 
Los maestros podían irse al diablo, yo no iría con ellos. 

~Entrada~ 
El Palacio de la Medianoche 
(Carlos Ruiz Zafón) 
En honor a la verdad, he de decir que aquel caserón, al que nosotros denominábamos con orgullo el Palacio de la Medianoche (en consideración al horario de nuestras sesiones plenarias), nunca estuvo encantado. La fama de su embrujo, empero, no era ajena a nuestra labor subterránea. Uno de nuestros miembros fundadores, Siraj, asmático profesional y experto erudito en historias de fantasmas, aparecidos y encantamientos de la ciudad de Calcuta, tramó una leyenda convenientemente siniestra y verosímil respecto a un supuesto antiguo inquilino. Eso ayudaba a mantener limpio y libre de intrusos nuestro refugio secreto. 


~Plato Fuerte~ 
Nocturnia 
(Simon R. Green) 
—[…] Me han dicho que usted opera en Nocturnia. 
—No. No desde hace mucho tiempo. Hui, y juré que nunca volvería. Es un mal sitio. 
Ella sonrió, de vuelta a un terreno familiar. 
—Estoy dispuesta a ser muy generosa, señor Taylor. ¿Cuánto quiere? 
Consideré la cuestión. ¿Cuánto por volver a Nocturnia? ¿Cuánto vale tu alma? ¿Tu cordura? ¿Tu respeto por ti mismo? Pero el trabajo había sido escaso últimamente y necesitaba el dinero. También había gente mala en esta parte de Londres, y a algunos de ellos les debía más de lo que sería deseable. Reflexioné sobre el asunto. Encontrar a una adolescente que se escapa no debería ser muy difícil. Un trabajo rápido. Probablemente pudiera entrar y salir antes de que nadie supiera que estuve allí. Si tenía suerte. Miré a Joanna Barrett y doblé lo que iba a pedirle. 

~Postre~ 
El coronel no tiene quien le escriba 
(Gabriel García Márquez) 
El administrador le entregó la correspondencia. Metió el resto en el saco y lo volvió a cerrar. El médico se dispuso a leer dos cartas personales. Pero antes de romper los sobres miró al coronel. Luego miró al administrador. 
—¿Nada para el coronel? 
El coronel sintió el terror. El administrador se echó el saco al hombro, bajó el andén y respondió sin volver la cabeza: 
—El coronel no tiene quien le escriba. 
Contrariando su costumbre no se dirigió directamente a la casa. Tomó café en la sastrería mientras los compañeros de Agustín hojeaban los periódicos. Se sentía defraudado. Habría preferido permanecer allí hasta el viernes siguiente para no presentarse esa noche ante su mujer con las manos vacías. Pero cuando cerraron la sastrería tuvo que hacerle frente a la realidad. La mujer lo esperaba. 
—Nada —preguntó. 
—Nada —respondió el coronel.  

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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