lunes, 31 de octubre de 2011

La OSECI presenta... ¿A dónde van los Muertos? (II)

~En la entrada anterior…~

Bell ha tenido la extraordinaria idea de organizar una excursión al Festival de las Calaveras, donde una de las paradas obligadas resulta ser el recorrido de Mitos y Leyendas en uno de los cementerios de la ciudad. Sus chicas de la OSECI, así como el resto de los excursionistas, no están seguros de que sea buena idea entrar allí, pero no les queda de otra. Además, han sido advertidos para no causar alboroto (algo fácil de recordar al ver la katana que Bell lleva a la espalda). ¿Qué va a pasar en ese cementerio, de noche, con una luna llena apenas iluminando donde no hay otra luz?

Estamos por averiguarlo.

~En el Panteón de la Cruz y el Panteón de los Ángeles, Aguascalientes…~

Para entender un poco el asunto, hay que situarnos espacialmente en el escenario.

El Panteón de la Cruz, uno de los más conocidos de Aguascalientes, está ubicado en uno de los barrios más antiguos de la ciudad, el barrio de Guadalupe. Si uno se sitúa en un pequeño jardín con la puerta del Panteón de los Ángeles de frente, a la izquierda quedará la entrada del Panteón de la Cruz, de cantera y en forma de omega. En realidad, los dos cementerios han quedado prácticamente unidos al pasar de los años, por lo que se puede ir de uno a otro con cruzar unos cuantos pasillos entre las tumbas. El camposanto, para su organización, se divide en secciones, y entre más al fondo esté una sepultura, más antigua suele ser.

El grupo de la OSECI y sus acompañantes de excursión usaron la puerta del Panteón de la Cruz (la que tiene forma de omega) para entrar al lugar. Al instante vieron que era la menos oscura, aunque quizá se debía a que quedaban unas cuantas personas en las oficinas de administración. Bell se reunió allí con un par de personas, una de las cuales les resultó bastante familiar a las Sacerdotisas.

—Ay, no —musitó Carmen inesperadamente.

Bell regresó a la puerta seguida por aquel par de personas. Una de ellas, de cabello rojizo y sonrisa alegre, blandía una varita de madera a la vez que se acomodaba un sombrero en punta morado lleno de lentejuelas rojas. La otra persona, un hombre joven de cabello oscuro y ojos verdes, se ataba el cordón de la larga capa negra.

—¡Eh, es Rubí! —Veerie alzó una mano para saludar a la amiga de Bell que había visitado durante la Feria de San Marcos.

La aludida correspondió al saludo con una sonrisa, antes de alisar el vestido negro que llevaba puesto y seguir ultimando detalles con el chico de la capa.

—Momento, ¿ese no es el mesero del Inferno? —soltó May de pronto.

—¿De quién hablan? ¿Acaso Bell ya botó a Orlando? —especuló la joven mujer con el tobillo tatuado con un lazo rojo a medio romper.

Se refería al amante de Bell, un hombre mucho más joven que ella, que era conocido por ser alguien de pocas palabras, pero bastante educado (al menos para ser empleado de Doño Dann).

—No sabemos, hace mucho que no oímos de él —reconoció Carmen.

—Por cierto, ¿cómo se llamaba el mesero? —quiso saber Luna.

—¡A callar, que vamos a empezar! —indicó Nea, chasqueando el látigo.

El sonido del instrumento de tortura reverberó en aquel sitio, silencioso y pacífico, que solamente era perturbado por los lejanos sonidos de los puestos aledaños donde vendían recuerdos alusivos.

Y claro, por la presencia del grupo proveniente de Agua Imaginaria.

—Buenas noches —saludó el joven de la capa, parpadeando un par de veces para dejar medio embobadas a varias de las féminas presentes con sus ojos verdes —Bienvenidos sean al recorrido de Mitos y Leyendas que ofrece el Gobierno del Estado, en conjunto con…

Bell se aclaró la garganta delicadamente, sonriéndole un poco al joven. Él asintió con gesto de alivio y vieron cómo arrugaba una tarjeta antes de lanzarla a un bote de basura cercano.

Por supuesto, acertó.

—Antes de comenzar, deben saber unas cuantas reglas: nada de alboroto innecesario, nada de celulares, nada de cámaras fotográficas…

—¿Entonces qué tendremos de recuerdo? —se lamentó Pad de forma inocente.

Por toda respuesta, el joven sonrió ligeramente, mostrando unos colmillos puntiagudos y relucientes que, seguramente, eran un disfraz por el día festivo.

—No se preocupen por eso ahora, damas y caballeros. Lo importante es mantenerse juntos, guardar silencio cuando estén representando las leyendas y sobre todo… —el joven alzó un índice, con gesto serio —No se aparten del grupo. No querrán perderse aquí e importunar a alguien.

Todos se miraron entre sí. ¿Importunar a alguien? Quizá a los cuidadores, porque si alguien se perdía, lo tendrían que buscar.

—Esto se pondrá interesante —dejó escapar Rubí en un susurro pícaro.

Bell le correspondió con una risita.

El recorrido comenzó sin grandes incidentes. El camino a seguir entre las sepulturas lo indicaban algunas luces amarillas en pantallas de lo que parecía papel. Daban la ilusión de antorchas encendidas y eso daba un aspecto curioso al lugar.

—Veamos… Dicen que cuando la lluvia arrecia y las calles se vacían… Puede verse por ciertas aceras a una pálida mujer caminando, con el cabello ondeando… implorando por sus hijos… Buscándolos con desesperación…

El chico de la capa narraba aquello con voz ronca y lenta, en tanto a la izquierda del camino que recorrían, Luna distinguió algo.

—¿Qué es eso? —dijo, señalando una figura a lo lejos.

Era una silueta femenina vestida de blanco, con el cabello largo y paso lento. Un gimoteo voló hacia ellos arrastrado por el viento.

—¡Ayyyy, mis hiiiijoooos…!

Joke y Pad se abrazaron una a la otra. May dio un resoplido de fastidio.

—¡Seguro es una actriz o algo! —aseguró.

—Pues si es una actriz, ¿dónde se metió? —preguntó de pronto Writer.

La Alcaldesa miró en la dirección donde había estado la figura.

Ya no había nadie.

—Dicen que en la calle de Nieto… A partir de medianoche… Si no tienes cuidado… Una mujer vestida de negro y cubierta con un velo… Te mostrará la cara del demonio…

La narración del joven había continuado sin que las SECI’s se dieran cuenta, además de que se habían quedado un poco atrás. Corrieron a emparejarse con el grupo. Carmen le tocó el hombro a una persona de negro que pensó sería Baru, pero entonces esa persona se volteó y…

—¡No es cierto! —gritó la Diosa Menor de Marzo.

Bajo un velo de encaje negro, la mujer mostraba un rostro desfigurado y ojos llameantes, como si una luz sobrenatural habitara en ellos. La mujer les dedicó una carcajada sarcástica antes de avanzar por otro de los pasillos a oscuras y perderse de vista.

—¿Qué demonios está ocurriendo? —quiso saber Nea, que en ese momento regresaba un par de metros para buscar a las chicas de Bell.

—Primero la mujer que busca a sus hijos, luego la mujer endemoniada, ¿qué sigue? —inquirió Mery, sarcástica.

—Cuidado al andar por la Sierra Fría de noche… Allí se rumora sobre un hombre maligno… Que para cazar, puede convertirse en animal…

El joven de la capa iba ya varios metros adelante cuando el dueño del Palacio, que había acudido a la excursión acompañado por su esposa (a la que por cierto, casi nadie en Agua Imaginaria conocía), dio un brinco al ver lo que se colocaba delante de él.

Un perro imponente, pastor alemán, casi del tamaño de un lobo, que le enseñaba con fiereza los dientes.

—¡Bell, espéranos! —rogó Veerie, dejando atrás a varios de sus compañeros.

Ya todo el mundo se estaba poniendo de nervios con lo que les salía al paso, acorde con lo que el joven guía iba narrando. El grupo no tardó en volverse nuevamente compacto, lanzando a los hombres al frente (el esposo de Janni, Doño Dann, el Inquisidor y aquel chico que por San Valentín había batallado con un relato romántico, pero del cual varios no recordaban el nombre). Las chicas de la OSECI, con discreción, habían sacado sus propios palitos de madera, esperando con vana ilusión no tener que usarlas.

—Si vas al parque Héroes Mexicanos… Procura no quedarte hasta tarde… Allí era el antiguo aeropuerto… Una niña y su muñeca fueron degolladas en un accidente… y desde entonces… el cuerpo de la niña pasea por allí, con la cabeza de su muñeca como propia…

Los varones estaban atentos a cualquier sonido que ni fuera el de la voz del narrador y el que salía de bocinas ocultas por el camino. Así que cuando una manita sujetó a Doño Dann, éste brincó del susto, sobresaltando al marido de Janni y al Inquisidor (el chico del mentado relato romántico se había quedado paralizado).

Veían a un ser aterrador. Una niña de vestido ensangrentado con holanes blancos y azules, el cuello chorreando y del cual salía una cabeza con el inequívoco aspecto de una primorosa muñeca de largos rizos castaños. Sus ojos, fijos y azules, miraban a los miembros del grupo con curiosidad, para luego musitar con voz infantil y grotescamente distorsionada.

—¿Quieren jugar conmigo?

Había sido suficiente. Bell podía intentar cortarlos con su katana, Nea los azotaría con su látigo (era lo más seguro), ¿pero qué más daba? Los excursionistas salieron despavoridos hacia la primera salida que encontraron, que resultó ser la puerta del Panteón de los Ángeles. Fue así como se dieron cuenta que habían sido llevados en círculos por el camposanto y ya se les estaba pasando el susto por las ganas que tenían de gritarle a Bell cuando una figura encapuchada, luciendo un hábito de monje, los saludó de forma resonante.

—Ave María Purísima.

Iban a contestarle cuando el grito de Writer los alertó de qué estaba mal con ese monje: su ropa estaba polvorienta, esa clase de hábitos ya no eran comunes en la actualidad y una de sus manos, que sostenía un farol, estaba descarnada, delgada… huesuda.

Todos salieron definitivamente del panteón, directamente al hotel, decididos a no dirigirle la palabra a Bell en un buen tiempo, empezando en el momento que pisaran de nueva cuenta Agua Imaginaria.

Al ver cómo escapaban sus excursionistas, Bell sonrió con satisfacción, mirando a Rubí (la figura de blanco imitando a La Llorona), a la seudo–madre de Doño Dann (a la que había conocido por mero accidente en la plaza del pueblo e invitó a que interpretara a la Niña con Cabeza de Muñeca) y a su joven amigo de capa, que ocultaba tras de sí a quien amablemente hizo de muerto viviente vestido de monje (que no era otro que el tal B, que accedió a la petición de su tierna novia y su todavía más tierno látigo). Y claro, también le dedicó una miradita a Nea, quien se había lucido riendo como maniaca al interpretar a esa mujer de negro de la calle Nieto.

—¿No nos pasamos, Bell? —quiso saber la seudo–madre de Doño Dann —Mira que Dann tuvo una mala experiencia con las muñecas y…

—Oh, vamos, ya me debía unas cuantas —declaró Bell sin pizca de vergüenza, haciendo reír por lo bajo a quien sabía, era una admiradora a morir de cierto personaje rubio y cierto personaje de literatura inglesa —Espero que eso les deje tal susto que nunca quieran hacer escándalos en un panteón. Es lo único que les falta. Disculpen las molestias —susurró, girándose hacia el oscuro y silencioso interior del cementerio, haciendo una reverencia —Mis respetos por permitir esta locura. No molestaremos más.

—Hablas como si alguien te fuera a contestar —señaló Nea, dando por perdida a la Fundadora y Líder Suprema de la OSECI y acompañando a B para que pudiera quitarse el disfraz en las oficinas de administración del lugar —Aunque claro, ¿qué puedo saber yo?

Los demás se fueron marchando, dejando a Bell sola con el joven de la capa.

—Gracias por la ayuda, espero no haberte causado muchos problemas.

—No, claro que no. Al contrario, me dio gusto que llamaras, Bell. Pensé que después del desastre de la feria…

—Sí, aquello fue un caos…

—¿Vamos a los puestos de los muertos? Te invito una calaverita de chocolate.

Relamiéndose por adelantado, Bell se fue con el muchacho, sin darse cuenta que algunas siluetas translúcidas se asomaban entre lápidas y criptas, viéndola marchar.

—Buen trabajo, muchacha —susurró una de las figuras, de una mujer encorvada, con arrugas y cabellos grises, mostrando una sonrisa desdentada —Estoy orgullosa de ti. Buen trabajo.

Acto seguido, las figuras volvieron al sitio del cual salieron.

A sus lechos de tierra, a su descanso eterno.

3 comentarios:

  1. Bell +_+ jajaja me rei mucho y me encató que asustaramos a muchos eso de ''haciendo reír por lo bajo a quien sabía, era una admiradora a morir de cierto personaje rubio y cierto personaje de literatura inglesa '' Malfoy y Darcy!!! Demasiado genial xDDD y muy cierto, eso de pegar sustos me gusta me gusta :P

    Saludos!!

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  2. Oye, oye, me amo. +.+ Ya, basta de narcisismo. También amo al monje que accedió porque yo tengo un látigo de lo más tierno (?????).

    De verdad, Bell, yo tengo que aparecer en unas cuantas más de tus aventuras YEY.

    Me gusto mucho mucho!

    Nea.

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  3. AIns me encantó... jajaja me mori de la risa. Me encanta aparecer en tus locos escritos xD en fin a leerme la siguiente entrada xD adiosin xD

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