Título: Los Reyes Malditos V. La Loba de Francia (en el idioma original, La Louve de France).
Autor: Maurice Druon.
Sinopsis: [...] De 1318 a 1324, el país ha sido sabiamente gobernado, aunque azotado por diversas calamidades: la cruzada de los campesinos, la rebelión de los leprosos, agitaciones y masacres. El tercer hijo del Rey de Hierro, el débil Carlos IV, sucede a Felipe V, que muere sin dejar descendencia masculina. Durante su reinado, Francia será gobernada por representantes de la alta nobleza, Carlos de Valois y Roberto de Artois. [...] (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Ediciones B (a través de byblos).
¿Qué les puedo decir? Por increíble que parezca, La Loba de Francia es un libro que, físicamente, es más grueso que su predecesor, La Ley de los Varones. Y bueno, eso me gusta, en parte, porque si una lectura con muchas páginas se cruza en un periodo de mi vida en el que ando bastante, bastante ocupada, pues se me hace eterna y lo único que quiero es acabarla cuanto antes. Pero este no fue el caso (aunque algo "eterna" sí se hizo, nada grave). Vamos a lo que importa.
El prólogo de esta entrega nos ubica, temporalmente, unos seis años después de cuando terminó La Ley de los Varones. El reino se ha enfrentado a varias dificultades, siendo una de ellas que Felipe V muere y, debido a la ley que él mismo impuso, el trono no pasa a una de sus hijas, sino a su hermano menor, Carlos de la Marche, ahora Carlos IV. Pero este, tan agraciado como su padre pero sin ninguna de sus dotes de mando, prácticamente deja el gobierno en manos de su tío, Carlos de Valois, y de su primo, Roberto de Artois, entre otros nobles. Sin embargo, los conflictos que ha de enfrentar este rey poco capaz parecen cosa de niños a comparación de lo que se gesta en Inglaterra, cerca de la única hija del Rey de Hierro, Isabel, casada con Eduardo II Plantagenêt.
Con esa introducción, nos adentramos a la Inglaterra de principios del siglo XIV, cuando gobernaba el ya mencionado Eduardo II, y no muy bien que digamos. Conocemos por un momento la Torre de Londres, donde unos reconocidos personajes están encarcelados por revelarse contra el rey, y a fin de cuentas, uno de ellos logra escapar: Roger Mortimer, barón de Wigmore.
Ya desde El Rey de Hierro se nos hacía ver que la reina de Inglaterra sufría con su marido, pero de eso a conocer la situación más de cerca, en su propio terreno, viendo que Isabel era menospreciada y robada en su propia cara... Bueno, eso indigna a cualquier mujer, sea reina o no. Más cuando tu marido, de buenas a primeras, te cambia no por una mujer de más alcurnia, o más atractivo... sino por un hombre. Un hombre que, además, es ambicioso hasta lo inconcebible.
Entre una cosa y otra, Isabel logra llegar a Francia y quedarse con su hermano, Carlos IV, una temporada, ya que teme por su vida y le parece la mejor forma de mostrar su desprecio a las acciones recientes de su marido; llega avisada de que Carlos no será de mucha ayuda y es verdad, porque parece no tener la más mínima idea del reino que supuestamente gobierna. Así, Isabel reúne a su alrededor a algunos aliados, entre ellos el fugado Mortimer, y tras cuidadosas artimañas y una desavenencia con Carlos, regresa a Inglaterra con el objetivo de quitar del camino, de una forma u otra, al favorito de su marido, Hugh Le Despenser el Joven.
Decir que la historia de esos años ha dejado de interesarme sería mentir. Es un giro un tanto drástico abandonar Francia como escenario principal (al menos en ciertas partes de la novela), aunque sigue la línea de una familia "maldita", considerando que Isabel es la única hija de Felipe IV el Hermoso. Porque aunque Isabel logra el cometido que ella y sus leales tenían en mente, parece no ser suficiente y el reino de Inglaterra parece requerir algo más que el hecho de hacer a un lado a un rey mediocre y reemplazarlo por su propio primogénito, un chico de quince años que pasó a ser Eduardo III.
Si les interesa empaparse de cómo eran dos de las naciones más importantes de Europa en aquellos años y qué les hicieron sus gobernantes, pues los invito a leer La Loba de Francia. Las intrigas, las traiciones y los muertos siguen a la orden del día. En aquel entonces, lo mismo que ahora, seguía habiendo gente sincera en sus preocupaciones y otros que, con tal de lograr sus objetivos, no les importaba nada. Solo que entonces, según mi humilde opinión, eran un poco más bárbaros, en serio...
Ahora, veamos qué pasa cuando lo que nos han presentado en esta entrega se hila con el siguiente volumen que tiene un título peculiar, aunque con el significado claro si nos acordamos un poco de simbolismos o heráldica (una de las dos, ahora no lo tengo claro): La Flor de Lis y el León.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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