Autor: Maurice Druon.
Sinopsis: Junio de 1316. Tras un corto y catastrófico reinado, Luis X acaba de morir envenenado. Por primera vez desde hace trescientos años, un rey de Francia desaparece sin dejar heredero varón. La corona puede ir a la cabeza de una niña de cinco años, sospechosa de bastardía, hija del primer matrimonio de Luis X. También puede ser destinada al hijo que espera la segunda esposa del rey fallecido... (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Ediciones B (a través de byblos).
¿Qué les puedo decir? A quien diga que la Historia es aburrida, debe leerse esta serie. En serio, te hace pensar que hay muchos detalles que los estudiosos, por aferrarse a la verdad, dejan de lado. Detalles escabrosos y emocionantes, se entiende. Por eso me gustan las novelas históricas si son escritas como las de Monsieur Druon. Ya, pasemos a lo importante.
Luis X, hijo mayor de Felipe IV, ha muerto cuando no tenía ni dos años como rey. Y murió envenenado, muchos lo sospechan, aunque nadie ha podido probarlo a ciencia cierta. Le sobreviven la hija de su primer matrimonio, Juana, y su segunda esposa, Clemencia de Hungría, que está encinta; además, también quedan los dos hermanos del difunto, Felipe de Poirtiers y Carlos de la Marche. Eso como familia cercana, porque entre tanto tío y primo, uno no sabe a dónde mirar.
Así, se inicia una carrera por la regencia, hasta saber si el bebé que nacerá de Clemencia será hombre o mujer, lo que trae como consecuencia que se desate una pelea con los parientes de la pequeña Juana, ya que abogan porque la niña sea nombrada reina. Sin embargo, debido al escándalo de la torre de Nesle (narrado a conciencia en El Rey de Hierro), muchos dudan de la paternidad de la princesa, lo que es una ofensa para los de Borgoña (los parientes que la apoyan) y un problema para mantenerla o quitarla de la línea de sucesión.
Pero la familia que domina en Borgoña solo es una fracción que aspira a la regencia y, quizá en un futuro, a la corona: Carlos de Valois, hermano de Felipe el Hermoso, decreta que debería concedérsele a él semejante honor, mientras que otros cuantos creen más lógico que si Luis el Obstinado fue el último rey, la regencia debe desempeñarla el hermano que le sigue, Felipe de Poirtiers.
Todo lo anterior, obviamente, deja fuera del gobierno a Clemencia de Hungría, que también debería optar a regente pero debido a la pena por la muerte de su marido y a su avanzado estado de gestación, nadie lo cree prudente, lo que la ha convertido solamente en la madre del futuro rey... posiblemente.
Y cuando finalmente se resuelve quién será regente, estallan pequeñas rencillas en el reino, en tanto se está al pendiente del hijo póstumo de Luis X, que de ser varón, será aclamado como el rey de Francia y si es mujer... Bueno, digamos que las trabas para que ocupe el trono son algunas más que si fuera varón.
Aquí se trata, mucho más de cerca, esa famosa costumbre de que solo los hombres podían ascender al trono. Sin embargo, también nos hace conocer las razones para que tal o cual persona quieran apoderarse de la corona: vanidad, ambición, sed de justicia... Sin dejar de lado los crímenes, las bajezas cometidas en el pasado, para que lo actual se dé conforme a los planes de algunos más.
Definitivamente, La Ley de los Varones es bastante interesante, aunque las mujeres acabemos con muecas de fastidio debido a ciertas tonterías sobre que no nos corresponde estar al mando de un país. Aunque claro, hablamos de acontecimientos de los años mil trescientos y fracción, ¿esperarían un pensamiento diferente? Eso sería inocente y tonto.
Por lo tanto, veamos cómo le va al regente... Digo, al rey... Digo, al que gobierna ahora (que si alguien se larga a leer Historia francesa, lo sabrá enseguida y se llenará de spoilers de estas novelas) y lancémonos al otro lado del Canal de la Mancha con la siguiente entrega de la serie, que promete mucho (o al menos eso es lo que Nea no cesa de decir por Twitter): La Loba de Francia.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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