Título: El diablo puede llorar (en el idioma original, Devil May Cry).
Autor: Sherrilyn Kenyon.
Sinopsis: Hace miles de años Sin fue engañado por Artemisa, que le arrebató sus poderes, lo convirtió en su esclavo y lo encadenó a la existencia solitaria, fría y letal de los Cazadores Oscuros. Desde esa noche él no ha confiado en nadie y solamente ha alimentado un sueño: volver a ser quien fue para vengarse de la diosa. Pero cuando parece que al fin podrá cumplirse su deseo, un mal de tiempos inmemoriales despierta y una joven irrumpe en su vida. [...] (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Penguin Random House Grupo Editorial S. A. de. C. V., a través de DeBolsillo.
¿Qué les puedo decir? Continuando con la larga, larguísima serie de Cazadores Oscuros (en serio, es larga, por si no lo sabían), dejo en claro que este es el último libro que, en físico, ha llegado a México. Al principio era por eso que no quería leer todavía lo que tenía en digital, pero La Lata habló y pensé "¡Qué diablos...!", así que me puse a ello. Además, seguro me hallaría cosas interesantes, conociendo a Kenyon... (En serio, ¿de dónde saca esa mujer algunas de sus ideas? ¿Nunca se le acaban?) Por favor, no sigan leyendo si de pura casualidad siguen la serie y no han llegado hasta este libro, o podrían llevarse más de un spoiler. Sobre aviso, no hay engaño.
Las Vegas, la ciudad que nunca duerme, es el escenario donde se da gran parte de la historia en esta ocasión. Allí es donde reside un antiguo dios sumerio, Sin, despojado de sus poderes por la creadora de los Cazadores Oscuros, la diosa griega Artemisa (que no es santa de la devoción de casi nadie). Así, Sin sueña con el día en que le haga pagar a Artemisa la jugarreta, aunque tiene otras cosas de qué preocuparse de pronto, como el fin del mundo a manos de malignos seres de su panteón. Por si no fuera poco, se le echa encima una alguien que, siguiendo los deseos de Artemisa, de pronto quiere asesinarlo (porque sí, créanlo o no, a un dios se le puede asesinar). ¿Qué diablos va a hacer Sin para salir bien librado?
Si no teníamos bastante con la versión de mitología griega que nos ha dado Kenyon a lo largo de (Bell cuenta con los dedos) más de doce libros, sin contar con los vistazos a otras mitologías (como pasó en El abrazo de la noche, no seudo-reseñado aquí por ser leído antes de la existencia de este blog), ahora tenemos algunos detalles a la Kenyon sobre los sumerios, que según mi memoria vaga, puede que sean más antiguos que los griegos. Es de esperar que, así como los griegos tienen sus atrocidades y su versión del fin de los tiempos, los sumerios también y Sin, considerado antaño un dios más o menos importante en su panteón, sabe a lo que se enfrenta y hará de todo para conseguir salvarle el trasero a la humanidad, aunque sienta que no vale la pena el esfuerzo. Por eso le repatea que, a mitad de una crisis, parezca que le da caza una joven a la que confunde con su peor enemiga, pero que en realidad está al servicio de ésta y que, por ciertas razones, cree que él debe ser eliminado. No es de extrañar que Sin, por lo que vivió siglos atrás y lo que lleva viviendo en el mundo de los mortales, tenga un sarcasmo tan corrosivo como salsa Valentina (en serio, ¿no saben lo que esa salsa puede hacerle a un suelo? Yo sí y da miedo) y se ponga a la defensiva armado hasta los dientes, con tal de que pueda hacer su tarea y más importante aún, que no lo vuelvan a traicionar.
Lo que tiene Kenyon es que sus Cazadores Oscuros, debido a requerimientos del argumento (y es en serio), son personajes con vidas no muy fáciles y que se volvieron lo que son por buscar venganza (el clásico desquite a quien se las jugó, vamos). Sin es una de las raras excepciones a la regla, además de que de poder tener a Artemisa a tiro, la mataría sin pensárselo dos veces. A Sin no le va eso de ser amable porque sí, porque para empezar, siente que poquísima gente lo ha sido con él y peor aún, le han dado la espalda algunos que en teoría, debieron estar siempre de su lado. Con semejantes antecedentes, nadie puede culparlo si para confiar en alguien nuevo, se pone un poquito exigente. Por otro lado, la joven que va tras él no es precisamente un témpano de hielo y quizá acabe siendo una aliada... si es que sus propios conflictos internos no crean caos a su alrededor.
Debo confesar que este libro es uno de los que más me entretiene de la serie, sobre todo por algunos de los diálogos sarcásticos de Sin. Es increíble cómo los personajes de Kenyon evitan la destrucción del mundo conocido, una y otra vez, y aún tienen tiempo de soltar algún chiste, en serio. Será por esa clase de cosas que no he abandonado la esperanza de que traigan más de la saga en físico a México, por mucho que se tarden.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2017)
Las Vegas, la ciudad que nunca duerme, es el escenario donde se da gran parte de la historia en esta ocasión. Allí es donde reside un antiguo dios sumerio, Sin, despojado de sus poderes por la creadora de los Cazadores Oscuros, la diosa griega Artemisa (que no es santa de la devoción de casi nadie). Así, Sin sueña con el día en que le haga pagar a Artemisa la jugarreta, aunque tiene otras cosas de qué preocuparse de pronto, como el fin del mundo a manos de malignos seres de su panteón. Por si no fuera poco, se le echa encima una alguien que, siguiendo los deseos de Artemisa, de pronto quiere asesinarlo (porque sí, créanlo o no, a un dios se le puede asesinar). ¿Qué diablos va a hacer Sin para salir bien librado?
Si no teníamos bastante con la versión de mitología griega que nos ha dado Kenyon a lo largo de (Bell cuenta con los dedos) más de doce libros, sin contar con los vistazos a otras mitologías (como pasó en El abrazo de la noche, no seudo-reseñado aquí por ser leído antes de la existencia de este blog), ahora tenemos algunos detalles a la Kenyon sobre los sumerios, que según mi memoria vaga, puede que sean más antiguos que los griegos. Es de esperar que, así como los griegos tienen sus atrocidades y su versión del fin de los tiempos, los sumerios también y Sin, considerado antaño un dios más o menos importante en su panteón, sabe a lo que se enfrenta y hará de todo para conseguir salvarle el trasero a la humanidad, aunque sienta que no vale la pena el esfuerzo. Por eso le repatea que, a mitad de una crisis, parezca que le da caza una joven a la que confunde con su peor enemiga, pero que en realidad está al servicio de ésta y que, por ciertas razones, cree que él debe ser eliminado. No es de extrañar que Sin, por lo que vivió siglos atrás y lo que lleva viviendo en el mundo de los mortales, tenga un sarcasmo tan corrosivo como salsa Valentina (en serio, ¿no saben lo que esa salsa puede hacerle a un suelo? Yo sí y da miedo) y se ponga a la defensiva armado hasta los dientes, con tal de que pueda hacer su tarea y más importante aún, que no lo vuelvan a traicionar.
Lo que tiene Kenyon es que sus Cazadores Oscuros, debido a requerimientos del argumento (y es en serio), son personajes con vidas no muy fáciles y que se volvieron lo que son por buscar venganza (el clásico desquite a quien se las jugó, vamos). Sin es una de las raras excepciones a la regla, además de que de poder tener a Artemisa a tiro, la mataría sin pensárselo dos veces. A Sin no le va eso de ser amable porque sí, porque para empezar, siente que poquísima gente lo ha sido con él y peor aún, le han dado la espalda algunos que en teoría, debieron estar siempre de su lado. Con semejantes antecedentes, nadie puede culparlo si para confiar en alguien nuevo, se pone un poquito exigente. Por otro lado, la joven que va tras él no es precisamente un témpano de hielo y quizá acabe siendo una aliada... si es que sus propios conflictos internos no crean caos a su alrededor.
Debo confesar que este libro es uno de los que más me entretiene de la serie, sobre todo por algunos de los diálogos sarcásticos de Sin. Es increíble cómo los personajes de Kenyon evitan la destrucción del mundo conocido, una y otra vez, y aún tienen tiempo de soltar algún chiste, en serio. Será por esa clase de cosas que no he abandonado la esperanza de que traigan más de la saga en físico a México, por mucho que se tarden.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2017)
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