sábado, 25 de febrero de 2012

Tinta a la Carta XIII: Comida en cinco tiempos

~Aperitivo~
Un futuro para Opal
(Anne D. LeClaire)
—Creo que esta carta es para ti. El cartero debe de haberse confundido —conjetura Rosa, pasando por alto la invitación —El apellido es el mismo, pero está dirigida a un hombre, Raylee Gates.
—¡Oh! —Opal sonríe radiante —Soy yo. Raylee era mi nombre antes de que me lo cambiara por el de Opal.
—¿Cambiaste tu nombre?
—Hace cuatro años. Los ópalos son mis piedras favoritas. Tan delicados y lisos por fuera, pero por dentro lanzan llamas.

~Entrada~
Sepulcro
(Kate Mosse)
—Monsieur Baillard —dijo ella —Aún no me ha dicho qué significa la segunda inscripción, la que hay en el suelo.
—¿«Fuhji, poudes; Escapa, non»?
—Esas palabras, exactamente.
Se le nubló la mirada.
—«Podrás huir, pero no escapar».

~Plato Fuerte~
Lo que el Viento se Llevó
(Margaret Mitchell)
—¿Eres capaz, tú, Scarlett O’Hara, de decirme a mí que esta tierra de Tara no te importa nada?
Scarlett movió la cabeza obstinadamente. Sentía demasiado dolorido su corazón para que le preocupase irritar a su padre.
—La tierra es la única cosa del mundo que tiene algún valor —murmuró él, haciendo con sus cortos y gruesos brazos amplios ademanes de indignación —porque es la única que perdura. ¡No lo olvides! Es la única cosa que merece que trabajemos por ella, que luchemos por ella, que muramos por ella.
—¡Oh, papá! —protestó Scarlett, disgustada —¡Hablas como un irlandés!

~Entremés~
Orgullo y Prejuicio
(Jane Austen)
—¿Y me promete usted no hacer nunca semejante compromiso?
—No haré ninguna promesa de esa clase.
—¡Señorita Bennet! ¡Estoy horrorizada y sorprendida! Esperaba que fuese usted más sensata. Pero no se haga usted ilusiones: no pienso ceder. No me iré hasta que me haya dado la seguridad que le exijo.
—Pues la verdad es que no se la daré jamás. No crea usted que voy a intimidarme por una cosa tan disparatada. Lo que su Señoría quiere es que Darcy se case con su hija; pero si yo le hiciese a usted la promesa que ansía, ¿resultaría más probable ese matrimonio? Supongamos que esté interesado por mí; ¿si yo me negara a aceptar su mano, cree usted que iría a ofrecérsela a su prima? Permítame decirle, lady Catherine, que los argumentos en que ha apoyado usted su extraordinaria exigencia han sido tan frívolos como irreflexiva la exigencia. Se ha equivocado usted conmigo enormemente, si se figura que puedo dejarme convencer por semejantes razones. No sé hasta qué punto podrá aprobar su sobrino la intromisión de usted en sus asuntos; pero desde luego no tiene usted derecho a meterse en los míos. Por consiguiente, le suplico que no me importune más sobre esta cuestión.

~Postre~
Memorias de una Geisha
(Arthur Golden)
Te sorprenderá saber que era la primera vez en mi vida que me besaban. El General Tottori había apretado a veces sus labios contra los míos cuando había sido mi danna, pero había sido de una forma totalmente desapasionada. A veces me preguntaba si no lo haría sencillamente para descansar la cara en algún sitio. Incluso aquel Yasuda Akira, el hombre al que había seducido una vez en la Casa de Té Tatematsu y que me había regalado un kimono, me había besado cientos de veces en el cuello y en la cara, pero nunca había posado sus labios en los míos. Así que te puedes imaginar que aquel beso, el primero verdadero de mi vida, me pareció lo más íntimo que había experimentado nunca.

Con mis agradecimientos a Nea Poulain por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta"

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