sábado, 29 de diciembre de 2012

La OSECI presenta... En Navidad, ¿cuál incauto da más? (II)

~En la entrada anterior…~

A Bell no se le ocurrió mejor forma de reunir fondos para las fiestas decembrinas que haciendo una subasta, justo el día del cumpleaños de una personalidad que sus chicas conocen muy bien. Sí, Nea Poulain andaba de nuevo en Agua Imaginaria, recién mudada al pueblo, y después de ciertas dificultades en el nuevo negocio de la Alcaldesa, decidió ir a la dichosa subasta de la OSECI. Bell la recibió con los brazos abiertos y un regalo de cumpleaños, pero aquí la incógnita fue si May sobrevivirá a la ira de la dueña del Arsenal, ya que no obtuvo lo que deseaba… ¿Y qué deseaba comprar Nea, por cierto?

Vamos a averiguarlo.

~18 de diciembre. En el salón de baile de la residencia de la OSECI…~

La estancia rápidamente se llenó de personas, que mientras comenzaba el evento, se dedicaban a charlar unas con otras, sobre todo intentando adivinar qué venderían las locas… Perdón, las entusiastas jóvenes de la OSECI. De pronto, las luces fueron bajando de intensidad suavemente, y unos cuantos se percataron que Luna era la que estaba junto a los interruptores, girando una perilla especial para crear tal efecto.

—Buenas tardes, damas y caballeros —anunció una voz desde la tarima, donde un solitario reflector alumbraba a Bell, ataviada con su túnica morada de la OSECI y calzada con unas largas botas negras —Sean bienvenidos a nuestra subasta, en la cual hemos procurado tener artículos para todos los gustos. Y no todos son tangibles.

Bell dejó escapar una risita, mientras los presentes se miraban unos a otros. ¿Qué se le había ocurrido a la joven mujer de anteojos?

—Así pues, sin más demoras, los dejo con nuestro subastador, el queridísimo Dann, ¡recíbanlo con un fuerte aplauso, que él decide si les vende las cosas o no!

Todo el mundo aplaudió a rabiar cuando el dueño del Palacio se colocó tras el atril, a lo que él respondió agitando una mano en alto, con una mueca de incredulidad.

Seguro muchos querían quedar bien con él por si se subastaba un objeto que desearan.

—Bien, bien, vamos a comenzar —Dann ordenó las notas colocadas en el atril, leyó la primera y arqueó una ceja —Ten amigas para esto… —masculló, lo suficientemente cerca del micrófono para que lo oyeran, a lo que él carraspeó y anunció —Antes, les avisamos que la moneda neutra para las pujas será el dólar americano y no por gusto, sino porque Bell aquí presente hace las conversiones más fácil así —Dann rodó los ojos con hartazgo, cosa que no pasó desapercibida para nadie —Así que… Les tenemos esto para que se ayuden.

Al otro lado de la tarima, otro reflector iluminó una enorme pizarra donde, con una caligrafía bastante clara, se podía leer una tabla titulada “Tipos de cambio”.

—Los valores son al día de hoy, pero claro, cuando paguen pueden ser muy distintos —avisó Dann, frunciendo el ceño —Cómo odio al dólar… —volvió a mascullar demasiado cerca del micrófono, pero esta vez se ganó miradas de comprensión —Ahora sí, les presento nuestro primer artículo, un objeto de colección para verdaderos aficionados, así que por favor, si no tienen idea de qué es, no digan nada —algunos hicieron muecas con semejante presentación, pero no hicieron comentarios —Una réplica exacta de la Varita de Saúco  finamente tallada en madera real…

—¡Demonios, es genial! —soltó una voz femenina desde la parte media del área del público.

—… Su precio inicial es de cinco dólares, ¿quién da seis?

Algunos hicieron muecas otra vez, sacando sus teléfonos celulares (puestos en modo de vibrador, como les indicó Joke al ir tomando asiento) para hacer la conversión de moneda con la función de calculadora. Ese iba a ser un punto en contra, llevaría su tiempo que la gente hiciera esos cálculos para saber cuánto podían gastar, pero aún así…

—¡Nada, yo doy diez! —indicó Luna a grito pelado.

—Ah… ¿Diez dólares? ¿Segura? —preguntó Dann, frunciendo el ceño.

—Sí, sí, me falta esa para mi colección…

Algunos de los habitantes de Agua Imaginaria miraron mal a la Messias, pero ella no se dio por enterada.

—¿Nadie da más? —inquirió el dueño del Palacio, más por obligación que otra cosa, porque no se oía ninguna otra oferta. Acto seguido, sacó un mazo de madera amarillenta de quién sabe dónde y golpeó una parte del atril —¡Vendida la réplica de la Varita de Saúco a Luna Weasley por diez dólares! Al terminar el evento pasas con Bell, para acordar el pago.

Luna asintió, sonrió a más no poder e hizo un gesto de victoria alzando un puño.

—Nuestro siguiente artículo no es algo que se pueda tocar en sí, pero en fin, yo no organicé esto… —Dann revisa su siguiente nota, sin soltar el mazo, antes de respirar profundamente y seguir —Se inicia la puja con doce dólares para un mes de clases de baile gratis dadas por Mery O’Flahertie. Y si ya han visto sus shows, saben que es una gran… ¿Quién diablos escribió esto? —espetó por lo bajo, pero claro, seguía cerca del micrófono, así que todos escucharon.

—¡Deja de quejarte y haz tu trabajo! —indicó Bell con los dientes apretados, con lo cual pudieron verla sentada cerca de la pizarra con los tipos de cambio, libreta y bolígrafo en mano.

Dann miró la expresión amenazadora de la Líder y tragó saliva. ¿Ahora qué habría hecho (o no hecho) para molestarla? Decidió no averiguarlo en ese momento.

—Bien, bien, ¿quién ofrece trece dólares por las clases de Mery? Serán geniales, y podrán pedirle los ritmos que quieran —agregó apresuradamente, revisando la nota al respecto.

Eso pareció motivar a la gente, porque de inmediato comenzaron a surgir las ofertas, dejando anonadada a la Diosa de las Artes Escénicas. ¿Tanto querían aprender a bailar?

—¿Nadie da más? —quiso saber Dann tras cinco minutos de pujas casi ininterrumpidas —¡Vendidas las clases gratis a Seba y Baru, por cincuenta dólares!

Los nombrados se pusieron de pie por un momento, saludando a la gente cual maratonistas triunfadores, antes de volver a sentarse y dejar que siguiera el evento.

—A continuación, tenemos un vestuario confeccionado precisamente por Mery, con ayuda de Veerie Lesath Lioncourt, ¡una réplica del vestido de sinsajo que usa Katniss Everdeen en cierta escena del libro En Llamas!

Varias chicas soltaron gritos entusiastas, que a más de un varón le pareció de fanáticas histéricas de un grupo musical de adolescentes. Sin embargo, no trataron de callarlas, no fueran a acabar con algo más que una mirada fulminante sobre su persona.

—¿Qué tiene de grandioso ese vestido? —musitó Stiven.

Y él fue el vivo ejemplo para no criticar los gustos de los demás cuando un chasquido bastante conocido antecedió al repentino lamento de dolor del marido de Janni.

Sí, nunca insultes los gustos de una chica. Menos los de una con un Arsenal.

~Una hora después~

Tras la pelea monumental que varias protagonizaron para quedarse con el vestido de Katniss (modelado por Carmen en la tarima) y que finalmente terminó en manos de una May que no sabía dónde meterse debido a las miradas de envidia que recibía…

En fin, después de esa pelea, fueron sacadas a la venta varias cosas más, algunas incluso parecidas a las clases de baile de Mery. Cuando todo el mundo estaba comentando lo bien que se la estaban pasando, Dann anunció un receso, señalando una larga mesa rectangular en un lado de la habitación, donde había bocadillos y bebidas.

—Reiniciaremos en unos diez minutos, estén atentos —indicó Bell, con una sonrisa tensa.

—¿Ahora qué le hiciste? —quiso saber Peti dos segundos después que su marido se colocara a su lado, queriendo probar un bocadillo.

—¿Yo? Nada, ‘posa mía. A todo esto, ¿por qué yo terminé siendo el subastador?

—Dann, ¿no me digas que otra vez te pescó May borracho?

—Eh… No, que yo recuerde no he vuelto a beber alcohol desde entonces. ¿Por qué?

—May dijo que hicieron un trato, ¿no te acuerdas? —intervino Sole, arqueando una ceja, preocupándose un poco por Dann.

El joven señor del Palacio se puso a pensar. Habló con May a principios del mes, sí. Ella estaba por inaugurar Wonderful Queen, fue a platicarle que necesitaba a sus chicos para ese día, él aceptó prestárselos, regatearon y…

—Esa May, ya recordé —soltó, dándose una palmada en la frente —Le presté a los muchachos para la inauguración de su tienda a cambio de que me consiguiera unos regalos de Navidad, pero dijo que era un regalo por cada favor, así que… Aquí estoy.

—¿Qué regalos de Navidad podrían costarte tanto? —se interesó Peti.

Pero Dann, haciendo gala de una sordera repentina, giró la cabeza y miró su reloj, dándose cuenta que ya era hora de reiniciar la subasta, por lo que corrió a la tarima.

—Ese hijo mío cae tan fácil… Logré sacarle a May que eran los nuestros —presumió Sole en un susurro, conteniendo la risa.

Peti asintió, ella sin poder imitar a su seudo-suegra, riendo a carcajadas.

—¿Qué demonios…?

Dann estaba al micrófono, pero como llevaba haciendo toda la velada, dijo algo que no quería que todos oyeran, aunque esta vez logró contener la lengua y se giró hacia Bell, quien arqueó una ceja con gesto impasible.

—¿Cómo que el siguiente artículo es un cuento inédito mío a petición del comprador?

Ante las palabras de Dann, se desató una ola de gritos. El susodicho pensó que se trataban de quejas hacia Bell, quien se encogía de hombros, pero al poner atención

—¡Yo lo quiero! —comenzó May, agitando los brazos en alto.

—No, ¡lo tendré yo! —espetó Nea, sujetando su látigo en una mano y su katana en la otra.

—Nada, ¡soy su madre, tengo prioridad! —exclamó Sole por todo lo alto.

—¡Eso no es justo! —gritaron varias a la vez.

Dann estaba alucinado, pero se recuperó de la impresión y carraspeó al micrófono.

—Eh… La puja por ese… Cuento inédito —parecía que le costaba pronunciar y fulminó a Bell con la mirada, quien le sonreía maliciosamente, como si hubiera hecho la mejor travesura del siglo —Empieza en… ¿Veinte dólares? Bell, nadie va a pagar tanto por…

—¡Veinticinco! —ofreció May al instante.

—Momento, todavía no empezamos con…

—¡Treinta! —soltó Nea, chasqueando su látigo.

—Chicas, esto no…

—¡Cuarenta! —ofreció de repente Luu, frunciendo el ceño, parándose de un salto en su silla, entre Frikiloka y Tato.

—Eh, ¡contrólense! Ni que fuera la gran cosa…

—¡Cincuenta! —rebatió en ese momento… ¿Cuándo había llegado Cam allí?

—Ah, no, ¡sesenta! —ofrece Peti, parándose en su silla igual que Luu.

—¿Quieren tranquilizarse? Un cuento mío no es…

—¡Ochenta! —gritó entonces Catta, dando saltitos.

—¿Quieren calmarse de una buena vez? —pidió Dann a todo volumen, lo que unido a usar el micrófono, lo convirtió en un auténtico gritón.

—Cien —ofertó tranquilamente Bell, sonriendo con satisfacción.

La Fundadora sintió un montón de ojos clavados en ella, pero no le dio importancia. Hizo unas anotaciones en su libreta y le hizo señas a Dann para que continuara.

—Eh… Pues… Vendido mi cuento inédito a Bell por cien dólares, a saber qué se le ocurrirá que haga. Y ahora… Ahora sigue… ¿Cuál nota sigue de…? ¡Ah, aquí! Sí, veamos…

El dueño del Palacio parpadeó varias veces, incrédulo, antes de aclararse la garganta y mover los labios susurrando algo que, otra vez, no era para todo el público.

—Nea va a matarnos.

La aludida dio un respingo. Apenas se recuperaba de la decepción por no hacer que Dann escribiera algo a su gusto y salía con eso. ¿Pues cuál artículo seguía?

Supo la razón de los temores de Dann cuando Pad, tímidamente, se paró en la tarima mostrando lo siguiente en venta, bien iluminado para que fuera perfectamente visible.

—Aquí tenemos un ejemplar de Juego de Tronos, editado con una portada nueva a juego con el resto de las portadas en español, y autografiado por su autor. La puja comienza con treinta dólares americanos. ¿Quién da más?

Ciertas personas, ubicadas cerca de la poseedora del Arsenal, veían su expresión de creciente enfado y por instinto supieron que no debían ni siquiera pensar en dar una cifra.

No si querían celebrar la Navidad enteros y sin cicatrices, al menos.

~Continuará~

Pues bien, aquí tenemos lo que sigue de la OSECIaventura. Como les avisamos, no todo lo que se subasta son cosas que se pueden tocar. ¿Quién quiere clases con Mery? Apúntense el año que viene (Bell suelta una risita).

Así las cosas (tan enredadas que ni yo sé de dónde han salido así), ¿creen que Nea conseguirá ese libro? ¿Quiénes más querían el vestido que compró May? ¿Por qué Dann no deja de decir que es mal escritor? (Bell rueda los ojos, esa es una historia para ser contada en otra ocasión). ¿Conseguiremos que la residencia de la OSECI no se vuelva campo de batalla?

Todo eso y más podrá ser contestado en la siguiente parte. Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

2 comentarios:

  1. ¡Llegó el que manda a dejar un comentario! JAJAJAJA

    ¡Me encantó la entrada! O sea, nononono, genialoso :33333 Yo, como subasto, así podría ser yo. Muy plausible mi representación (? jajajaj; pero sobre que subastan un cuento mío ¬¬' ¬¬' ¿Quién querría dar CIEN DÓLARES por algo así, Bell? Pero bueno, al final como te debo uno, eh... quizá te lo regale :P

    ¡Espero saber cómo continúa, me dejas en ascuas! Sabes que me encantan las OSECI-Aventuras XD

    ¡Hasta la próxima!
    Daniel

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  2. Bitch, i'm genialus.

    "Sí, nunca insultes los gustos de una chica. Menos los de una con un Arsenal."

    :D ME ECANTÓ

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