Título: Las hijas de Tara.
Autor: Laura Gallego García.
Sinopsis: La humanidad ha acabado con la Tierra tal como la conocemos y se divide en dos clases: los urbanitas, habitantes de las dumas (ciudades tecnológicas) y los salvajes, que decidieron regresar a los bosques que se han descontrolado, viviendo en armonía con la naturaleza. Los dos grupos han vivido en tensa relación por siglos, pero no es algo que interese a Kim, una joven urbanita mercenaria. Sin embargo, cuando le ordenan infiltrarse en una corporación para robar lo que parece un simple robot, inician todos sus problemas... y quizá, una aventura más allá del mundo que conoce. (Sinopsis propia. Me reservo su uso).
Formato: Digital (epub).
¿Qué les puedo decir? Pues bien, vuelvo a la carga con un texto de Gallego García. Si recuerdan la última seudo-reseña de una obra suya (Mandrágora), sabrán que quedé un poco decepcionada, aunque debería haber previsto ciertos detalles en esa ocasión, como uno de esos finales que nadie espera. Sin embargo, eso no me desanimó y continúo adueñándome de cuanta obra suya encuentro. La que compete ahora no se halla en formato físico en México, ni por casualidad. Oí de ella (¿cuándo no?) por medio de Nea, y tardé bastante en hallarla. La edición del epub que conseguí no es muy buena (si algún alma caritativa se apiada de Bell y le pasa otra, lo agradecerá un montón), pero lo esencial está allí. Y era todo lo que necesitaba.
Iniciamos con un prólogo que nos va metiendo en un planeta que, mucho tiempo atrás, quedó devastado por los malos manejos de la raza humana de sus propias creaciones. Un hombre, por alguna razón, ya no soporta estar en su duma (lo que en ese tiempo son las ciudades) y escapa a los Páramos, territorios sumidos en una neblina tóxica donde pocos pueden vivir. Pero este hombre logra atravesar los Páramos, aunque queda gravemente contaminado, y es hallado por un grupo de mujeres "salvajes", que viven en un bosque que poco a poco, intenta "comerse" a la Tierra, y declara unas cuantas cosas antes de pedir su muerte, que finalmente le es concedida por una joven que lo único que buscaba era ver al pobre tipo en paz.
Después, nos sumergimos de lleno en la historia. Kim es una joven que trabaja como mercenaria en la Hermandad Ojo de la Noche, contratada una y otra vez por las megacorporaciones que rigen ahora la vida de los humanos. Roba secretos y objetos sin preocuparse mucho por las consecuencias, pero una noche, un camarada le dice que deje lo que está haciendo y cambie de objetivo, porque el cliente ha ofrecido mucho dinero a cambio. Kim acepta, aunque le parece que el robo, en esta ocasión, es un poco extraño y no muy acorde con sus capacidades: debe sacar de Nemetech, la máxima corporación en tema de robótica, un robot en específico, un biobot, que a simple vista, parece igual a otros miles de su tipo que la compañía fabrica a diario. Pero durante el asalto, pasa algo que Kim no se explica y termina llevándose al biobot, sí, pero también resulta perseguida sin descanso por casi toda la duma. Y se pregunta qué tendrá de especial ese insignificante "montón de chatarra", como a veces lo llama, para tomarse tantas molestias con él.
Por otro lado, en un sitio más allá de las dumas, una chica entrena duramente en un paisaje nevado. Es Keyko, la única Hermana Guerrara de las hijas de Tara, sacerdotisas que están en contacto con la naturaleza y pueden usar la magia invocando el poder de ciertos símbolos llamados runas. Keyko, inesperadamente, es convocada por la líder de su orden, la Madre Blanca, quien le solicita llevar un mensaje a otra líder, la Madre Kea, nada menos que en el corazón de Mannawinard, el inmenso bosque que cubre gran parte del planeta. Keyko nunca ha salido del templo donde vive, pero la emoción de la aventura y el no querer decepcionar a su mentora la ponen en marcha, sin saber qué se va a encontrar.
Aparentemente estos dos personajes, Keyko y Kim, no tienen nada en común, ni motivo alguno para estar relacionadas. Pero no sería una historia digna de contar si, por cierto giro de los acontecimientos, estas dos terminan conociéndose, aunque al principio no resulta muy bien, debido a lo diferentes que son: Kim no soporta nada referente a lo vivo, a la magia y a los salvajes (aquellos que no viven en las dumas, sino en Mannawinard y alrededores); Keyko, por su parte, no tolera lo que los habitantes de las dumas han hecho al querer llegar cada vez más lejos en sus avances tecnológicos. Aún con todo eso, las circunstancias las unen, lo mismo que el misterioso biobot que Kim ha robado y del que, por más que quiera, no puede deshacerse. Emprenden los tres (contando al biobot) un viaje que, al principio, parecía corto y los haría separarse al poco tiempo, pero cuando no resulta ser así, van conociendo a otras personas que, poco a poco, hacen que las perspectivas de Keyko y Kim respecto a la otra vayan cambiando un poco.
En esta ocasión, Gallego García quiso presentarnos ciencia ficción, aunque su lado fantástico no la abandona del todo. Es una combinación bastante rara, si quieren saber, pero en el contexto de la historia, tiene algo de sentido; lo único malo, de hecho, es que es una de las historias "cortas" de Gallego García y hay detalles que no se toma la molestia de profundizar, seguramente para no alargar la trama de manera exagerada. Por otro lado, aquí hay dos bandos enfrentándose desde hace tiempo, aunque en realidad no debería sorprendernos, debido a que convivimos con ello en la actualidad: tecnología contra naturaleza. ¿Hasta dónde es capaz de llegar el hombre para "mejorar" su entorno o a sí mismo? ¿La Tierra algún día se pondrá en nuestra contra debido al trato que le damos? ¿Todos somos parte de una sola cosa o está bien que cada quien piense solo en sí mismo? Esas preguntas son una constante en Las hijas de Tara, y se dan algunas respuestas conforme la novela avanza, aunque claro, cada quien es libre de creer en lo que quiera.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
P.D. Quiero un Adam. Y yo consuelo a Chris. He dicho (Bell rueda los ojos y se larga).
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