miércoles, 11 de junio de 2014

Describiendo a... (LXXXVII)

Título: La maldición de Odi.

Autor: Maite Carranza.

Sinopsis: La guerra de las brujas está próxima y la elegida no puede posponer más el momento de empuñar el cetro y destruir a las temibles Odish. Pero Anaíd, que anhela el amor de Roc y del padre que nunca tuvo, que confía en llevar la paz definitiva a las Omar, tendrá que enfrentarse a la traición, al rechazo de los suyos y a la soledad. La maldición de Odi se ha cumplido: la elegida ha incurrido en los errores, ha sucumbido al poder del cetro y hasta los muertos reclaman su tributo. [...] (Extracto de la solapa de la contraportada de mi ejemplar).

Editorial de mi ejemplar: Edebé.

¿Qué les puedo decir? Este es el final de la trilogía de Carranza La guerra de las brujas. La entrega, debo decir, se me hizo eterna. Creo que me llevó más tiempo del que creí el leerla, ¿y todo para qué? Bueno, ahora sabrán.

Anaíd sigue de viaje con su madre, después de escuchar la larga historia que precedió a su nacimiento, e incluso sabe el cómo fue que nació. Sin embargo, inesperadamente al viaje se une una persona que, hasta hace poquísimo tiempo, no sabía quién era: Gunnar, su padre, un hombre con mil y una historia a cuestas. Conforme se desarrollan los acontecimientos, Anaíd empieza a acariciar la idea de ser feliz con su padre y su madre, ostentando el poder al aferrar un cetro mágico y cumpliendo el destino que describen las profecías para ella. Pero tal parece que su mente alocada, su juventud y su obcecación le jugarán una mala pasada, haciéndola cometer ciertos errores también ya anunciados en una siniestra sentencia: la maldición de Odi.

Así como lo acabo de plantear, parece que será algo entretenido, ¿no? Pues bien, quizá si eres una quinceañera atolondrada te encante esta tercera entrega, sobre todo hacia el final. De verdad, no me lo estoy inventando. En esta parte de la historia era cuando esperaba que la adrenalina saltara, que Anaíd reaccionara y aprendiera de sus errores (que fueron muchos, casi todos relacionados con sus ansias de poder y su terco "enamoramiento"), para así alzarse de alguna manera solemne y espectacular como la elegida que decían las profecías. Pues bien, me he llevado un chasco: justo cuando creía que el asunto iba a ponerse bueno (algo así como "tenso", "emocionante", "cardíaco"), va Carranza y nos lo arruina. No entiendo en qué pensaba concluyendo las cosas así. O como una vez dije respecto a una novela de Dann (Bell le manda un beso al Doño), "no sé de cuál se fumó cuando escribió eso". Hacía mucho que no me sentía "estafada" por un libro (considerando que Bell se paga el "vicio" de la lectura, comprenderán de qué habla).

Por otro lado, el que la historia de esta tercera entrega me dejara así de frustrada, no significa que no tuviera cosas buenas. Sobre todo en cuestión de personajes y escenarios. En los segundos, ¡sale México! (Bell se emociona como niña pequeña); en cuanto a los primeros, me gustó Clodia aunque destripe conejos, y Selene, por más terca que se ponga; vamos, hasta me cayó bien Gunnar, aunque no acabara de confiar en él en toda la novela, así como una chica que no sale más que cinco o seis veces y todo para que... Bueno, digamos que después de la última ocasión, la perdemos de vista, a ella y a su perro (Bell quiere ese husky).

¿Conclusión? Creo sinceramente que Carranza quería hacer un final original para su trilogía, algo que impactara, pero para mi gusto, no le salió muy bien.

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

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