Título: Crimen y Castigo (en el idioma original, Преступле́ние и наказа́ние, romanizado como Prestupléniye i nakazániye).
Autor: Feódor Dostoiewsky.
Sinopsis: Atravesando una etapa particularmente difícil y solitaria, un joven ex-universitario que radica en San Petersburgo tiene un asunto rondando en su cabeza. ¿Hacer o no hacer?, es la pregunta constante respecto a dicho asunto. Y después, cuando finalmente toma su decisión y la ejecuta, la culpa parece no querer dejarlo vivir en paz. (Sinopsis propia, me reservo su uso).
Editorial de mi ejemplar: Editorial Alianza, S. A. de C. V.
¿Qué les puedo decir? En mi desafío 12 meses leyendo, al mes de marzo le correspondía un libro prestado. Y bueno, ¿a quién diantres le pedía yo un libro prestado, si tengo de casi todo? (Al contrario, Bell es quien casi siempre presta libros... Aunque para eso tienen que rogarle...). Así las cosas, revisando el anaquel, me topé con un libro de pastas duras rojas, viejo y que si lo abrías mucho, era seguro que se caería a pedazos: se trataba de un ejemplar de Crimen y Castigo que mi señora madre tenía refundido entre sus múltiples tiliches de juventud y que guardé con el resto de mi biblioteca particular porque pensé "un día voy a leerlo, es algo así como un clásico". Y bueno, ahora sabrán qué me pasó con él.
Un joven ruso que vive en San Petersburgo, que por necesidad dejó los estudios universitarios, se debate entre "sí lo hago" y "no lo hago". Ha estado en un dilema moral por meses, sin saber exactamente cómo proceder, hasta que, según él, recibe ciertas señales de que la ocasión para "hacer" está próxima, por lo que se lanza de lleno a cometer un crimen que, sin preverlo, se vuelve más grande de lo que debería y que termina con su conciencia trastornándolo sin cesar, enfermándolo y volviéndolo más asocial de lo que ya era.
Si les digo la verdad, con este libro se cumplió de manera extraña eso de "la tercera es la vencida". ¿Por qué? Bueno, es el tercer autor ruso que me animo a conocer (primero fue Tolstoi con Ana Karenina y luego, Lukyanenko con su serie Guardianes) y me ha quedado más que claro que muchos novelistas de esa nacionalidad deben tener algo con dividir sus historias en varias partes y que al menos una de ellas resulte incomprensible hasta casi el final. Aunque quizá eso solo es un dato curioso que mi extraña mente ha notado (ya dirán ustedes...).
Quitando lo anterior, confieso que al principio, Raskolnikof (el protagonista, del cual increíblemente Bell aprendió a escribir el apellido... o eso espera) es un sujeto bastante curioso, y cuyas reflexiones en solitario me recordaron a mí misma cuando ando ideando una de mis historias. Pero allí acaba la similitud. Después, conforme conocemos lo que está pensando hacer (algo que, entre lo que él piensa y el título de la novela, más o menos vamos sospechando), nos preguntamos cuáles pueden ser sus motivos reales, pues los observados a simple vista parecen no bastar. Para colmo, en diversas ocasiones la atención se desvía del asunto principal (Raskolnikof, su crimen y el castigo de su conciencia, el cual quiere orillarlo a confesar) con temas y personajes que no tenemos la menor idea de qué hacen en la historia hasta después, preguntándonos si de verdad era necesaria su existencia en la novela o si, al contrario, el autor pudo prescindir de ellos sin modificar lo esencial.
Como quizá notaron, parece que tengo un problema para que me gusten completamente los autores rusos "clásicos"; es decir, los de antaño. Aunque Crimen y Castigo es una buena historia, hay detalles con los cuales no termino de conectar, lo que a ratos hizo esta novela soberanamente aburrida para su servidora. Creo sinceramente que quienes quieran aventurarse a esta muestra de literatura rusa y sepan que no tienen mucha paciencia, que por favor se abstengan. Este libro es para aquellos que se pueden enfrascar en la historia y disfrutar con todos los pormenores, sean o no parte de la trama central.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
Un joven ruso que vive en San Petersburgo, que por necesidad dejó los estudios universitarios, se debate entre "sí lo hago" y "no lo hago". Ha estado en un dilema moral por meses, sin saber exactamente cómo proceder, hasta que, según él, recibe ciertas señales de que la ocasión para "hacer" está próxima, por lo que se lanza de lleno a cometer un crimen que, sin preverlo, se vuelve más grande de lo que debería y que termina con su conciencia trastornándolo sin cesar, enfermándolo y volviéndolo más asocial de lo que ya era.
Si les digo la verdad, con este libro se cumplió de manera extraña eso de "la tercera es la vencida". ¿Por qué? Bueno, es el tercer autor ruso que me animo a conocer (primero fue Tolstoi con Ana Karenina y luego, Lukyanenko con su serie Guardianes) y me ha quedado más que claro que muchos novelistas de esa nacionalidad deben tener algo con dividir sus historias en varias partes y que al menos una de ellas resulte incomprensible hasta casi el final. Aunque quizá eso solo es un dato curioso que mi extraña mente ha notado (ya dirán ustedes...).
Quitando lo anterior, confieso que al principio, Raskolnikof (el protagonista, del cual increíblemente Bell aprendió a escribir el apellido... o eso espera) es un sujeto bastante curioso, y cuyas reflexiones en solitario me recordaron a mí misma cuando ando ideando una de mis historias. Pero allí acaba la similitud. Después, conforme conocemos lo que está pensando hacer (algo que, entre lo que él piensa y el título de la novela, más o menos vamos sospechando), nos preguntamos cuáles pueden ser sus motivos reales, pues los observados a simple vista parecen no bastar. Para colmo, en diversas ocasiones la atención se desvía del asunto principal (Raskolnikof, su crimen y el castigo de su conciencia, el cual quiere orillarlo a confesar) con temas y personajes que no tenemos la menor idea de qué hacen en la historia hasta después, preguntándonos si de verdad era necesaria su existencia en la novela o si, al contrario, el autor pudo prescindir de ellos sin modificar lo esencial.
Como quizá notaron, parece que tengo un problema para que me gusten completamente los autores rusos "clásicos"; es decir, los de antaño. Aunque Crimen y Castigo es una buena historia, hay detalles con los cuales no termino de conectar, lo que a ratos hizo esta novela soberanamente aburrida para su servidora. Creo sinceramente que quienes quieran aventurarse a esta muestra de literatura rusa y sepan que no tienen mucha paciencia, que por favor se abstengan. Este libro es para aquellos que se pueden enfrascar en la historia y disfrutar con todos los pormenores, sean o no parte de la trama central.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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