Título: La insólita amargura del pastel de limón (en el idioma original, The Particular Sadness of Lemon Cake).
Autor: Aimee Bender.
Sinopsis: Rose Edelstein está a punto de cumplir nueve años, y prueba a escondidas un pedazo de pastel que su madre ha cocinado para ella. Espera disfrutar del sabor del limón mezclado con el azúcar, pero de repente su boca se llena de soledad y tristeza. Sin que nadie sepa cómo ni por qué, la niña descubre que puede adivinar los sentimientos de quien cocina, y desde entonces comer será su arma secreta para conocer mejor a los demás. [...] (Extracto de la descripción).
Formato: Digital (epub).
¿Qué les puedo decir? Pues bueno, este libro supe que existía por Lee.Sueña.Vuela, pero no tenía una recomendación positiva: al contrario, Meli (la autora del blog) alegaba las razones de por qué lo había dejado botado. A mí la sinopsis me llamó la atención, pero olvidé el libro por mucho, mucho tiempo, hasta que en fecha reciente (ni tanto, fue en marzo, más o menos) me puse a descargar epubs como posesa y de pura casualidad lo vi. Yo, tan optimista con las lecturas, pensé "vamos a enterarnos en persona de qué trata esto" y lo descargué. Como no terminaba el conjunto en turno de "Si lo compraste [...]" (culpa de Crimen y Castigo), cambié el otro libro físico del mismo por este, a ver qué tal estaba. Curiosamente, lo empecé un domingo, que es único día de la semana que no trabajo y que, irónicamente, casi nunca leo (Bell rueda los ojos). En fin... Pasemos a lo que interesa, ¿quieren? Tengo mucho qué decir (y no todo es agradable).
Rose es una niña común y corriente que vive en las cercanías de Hollywood. Va a ser su noveno cumpleaños y como cualquiera, una de las cosas que más espera es el pastel. Su madre, ese día, se pone a cocinar una delicia, de limón y chocolate, que sabe que a Rose le encanta. Después de dejar el pastel a enfriar, la madre le dice que irá a recostarse un momento y Rose, como cualquier chiquilla, quiere probar el pastel, aunque sea un pedacito. Pero lo que se encuentra después de saborear el limón y el chocolate es algo más, algo que la golpea y que no se explica, que por algún motivo le causa náuseas y ganas de lavarse la lengua hasta el hartazgo. El pastel le sabe a soledad, a ansiedad, a desazón. El pastel le sabe a lo que siente su madre.
Así, Rose va descubriendo que no es una locura, ni algo pasajero, eso de saber lo que una persona está sintiendo al cocinar. Conforme pasan los días, sigue percibiendo en la comida de su madre la misma soledad, la misma ansiedad, como si estuviera insatisfecha con algo, pese a que tenía una buena casa, dos hijos preciosos y un marido que la quiere. Y no solo es su madre: cualquier cosa que se lleve a la boca le dice a Rose sobre lo que sentía la gente que la elaboró, e incluso empieza a ir más allá y sabe exactamente de dónde viene cada ingrediente y cómo ha sido tratado. Es demasiado para una niña de su edad, pero no sabe qué hacer, salvo llenarse de bocadillos y chatarra cada que puede, porque es la "comida" que menos sentimientos transfiere. Entre semejante dilema, un padre algo despistado, una madre que busca lo que desea en cualquier lado menos en casa y un hermano considerado "prodigio" por la gente, la verdad es que Rose se convierte, poco a poco, en una persona solitaria y nerviosa, con pocas cosas que la hacen feliz.
Con semejante palabrería, se preguntarán, "¿por qué Bell despotricó tanto por este libro?". Porque sí, maldije la lectura en cuanto la acabé. En Twitter, de hecho, el veinte de marzo (Bell da la fecha por si alguien es lo suficientemente curioso como para ir a buscar y leer el "berrinche"). Pues bien, el asunto es que algo tan mágico y curioso como el don de Rose no se convierte en parte importante del libro. Solo es una incomodidad, un "defecto" con el que la pobre niña tiene que lidiar en cuanto sale a la luz. Esa facultad se hace a un lado a cada momento para que Rose narre su vida familiar, lo que hace con lo que descubre gracias a lo que come (y no todo es bonito), a que describa un poco a Joseph, su hermano nerd que incluso es más raro que ella (eso se sabe hasta después) y bueno... Para estar narrado, al principio, por una niña, lo que piensa no es muy infantil que digamos. Pueden echarle la culpa a lo que va averiguando con la comida (sobre todo con lo que cocina su madre, una mujer nerviosa, indecisa, que dan ganas de darle un par de bofetadas en ciertos momentos del libro), pero de todas formas, cualquiera creería que una niña podría habérselas ingeniado de otra forma al descubrir su capacidad.
Lo que más me frustró, aparte de lo anterior, es que la historia se desarrolla con la insinuación de que, en algún momento, Rose hallaría una "solución", quizá sacando algo bueno de su don, o como suele pasar en varias novelas rosas (que esta no lo es), descubriendo a alguien que la comprenda y con quien pueda ser "feliz para siempre". Vamos, incluso hubiera aceptado un final parecido al de Como agua para chocolate, que dicho sea de paso, también aborda la comida, solo que con cierto toque de realismo mágico que me encanta. Pero no. El final, aunque inesperado, se siente demasiado brusco, como si la autora hubiera escrito las últimas páginas con la intención de añadir algo más pero acabó pensando algo como "mejor así lo dejo, que lo publiquen y que el lector piense lo que quiera". Ese final no es lo suficientemente concluyente para mi gusto, sobre todo considerando la historia que le precedió. Habría querido que, al menos, tuviera un final bonito, o más determinado, pero ni siquiera a eso llegó porque, bien mirado, la historia en general no "cierra", no concluye varios de los ciclos, deja puntos suspensivos en ciertas situaciones que hubieras querido que acabaran debidamente, aunque fuera de mala manera, con tal de que pudieras decir "al menos sé cómo ha terminado X personaje".
Hacía mucho que un libro no me producía tal efecto. Con ganas de tirarlo lejos para no volver a verlo. O en este caso, con ganas de quitarlo de Tarly para que ni la portada aparezca en mi librero virtual. Pero también soy de las que aprenden de sus errores, así que seguirá en Tarly y cada vez que lo vea, pensaré algo como "a la próxima, si alguien en quien confías dice que X libro es horrible, haz caso". Ya ven, echando a perder se aprende.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
P.D. El único que más o menos se salva de toda mi desesperación es George (el mejor amigo nerd del hermano nerd). Lástima que Rose no sirvió ni para dejarlo hasta el final del libro (Bell rueda los ojos por enésima vez y mejor se va).
Así, Rose va descubriendo que no es una locura, ni algo pasajero, eso de saber lo que una persona está sintiendo al cocinar. Conforme pasan los días, sigue percibiendo en la comida de su madre la misma soledad, la misma ansiedad, como si estuviera insatisfecha con algo, pese a que tenía una buena casa, dos hijos preciosos y un marido que la quiere. Y no solo es su madre: cualquier cosa que se lleve a la boca le dice a Rose sobre lo que sentía la gente que la elaboró, e incluso empieza a ir más allá y sabe exactamente de dónde viene cada ingrediente y cómo ha sido tratado. Es demasiado para una niña de su edad, pero no sabe qué hacer, salvo llenarse de bocadillos y chatarra cada que puede, porque es la "comida" que menos sentimientos transfiere. Entre semejante dilema, un padre algo despistado, una madre que busca lo que desea en cualquier lado menos en casa y un hermano considerado "prodigio" por la gente, la verdad es que Rose se convierte, poco a poco, en una persona solitaria y nerviosa, con pocas cosas que la hacen feliz.
Con semejante palabrería, se preguntarán, "¿por qué Bell despotricó tanto por este libro?". Porque sí, maldije la lectura en cuanto la acabé. En Twitter, de hecho, el veinte de marzo (Bell da la fecha por si alguien es lo suficientemente curioso como para ir a buscar y leer el "berrinche"). Pues bien, el asunto es que algo tan mágico y curioso como el don de Rose no se convierte en parte importante del libro. Solo es una incomodidad, un "defecto" con el que la pobre niña tiene que lidiar en cuanto sale a la luz. Esa facultad se hace a un lado a cada momento para que Rose narre su vida familiar, lo que hace con lo que descubre gracias a lo que come (y no todo es bonito), a que describa un poco a Joseph, su hermano nerd que incluso es más raro que ella (eso se sabe hasta después) y bueno... Para estar narrado, al principio, por una niña, lo que piensa no es muy infantil que digamos. Pueden echarle la culpa a lo que va averiguando con la comida (sobre todo con lo que cocina su madre, una mujer nerviosa, indecisa, que dan ganas de darle un par de bofetadas en ciertos momentos del libro), pero de todas formas, cualquiera creería que una niña podría habérselas ingeniado de otra forma al descubrir su capacidad.
Lo que más me frustró, aparte de lo anterior, es que la historia se desarrolla con la insinuación de que, en algún momento, Rose hallaría una "solución", quizá sacando algo bueno de su don, o como suele pasar en varias novelas rosas (que esta no lo es), descubriendo a alguien que la comprenda y con quien pueda ser "feliz para siempre". Vamos, incluso hubiera aceptado un final parecido al de Como agua para chocolate, que dicho sea de paso, también aborda la comida, solo que con cierto toque de realismo mágico que me encanta. Pero no. El final, aunque inesperado, se siente demasiado brusco, como si la autora hubiera escrito las últimas páginas con la intención de añadir algo más pero acabó pensando algo como "mejor así lo dejo, que lo publiquen y que el lector piense lo que quiera". Ese final no es lo suficientemente concluyente para mi gusto, sobre todo considerando la historia que le precedió. Habría querido que, al menos, tuviera un final bonito, o más determinado, pero ni siquiera a eso llegó porque, bien mirado, la historia en general no "cierra", no concluye varios de los ciclos, deja puntos suspensivos en ciertas situaciones que hubieras querido que acabaran debidamente, aunque fuera de mala manera, con tal de que pudieras decir "al menos sé cómo ha terminado X personaje".
Hacía mucho que un libro no me producía tal efecto. Con ganas de tirarlo lejos para no volver a verlo. O en este caso, con ganas de quitarlo de Tarly para que ni la portada aparezca en mi librero virtual. Pero también soy de las que aprenden de sus errores, así que seguirá en Tarly y cada vez que lo vea, pensaré algo como "a la próxima, si alguien en quien confías dice que X libro es horrible, haz caso". Ya ven, echando a perder se aprende.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
P.D. El único que más o menos se salva de toda mi desesperación es George (el mejor amigo nerd del hermano nerd). Lástima que Rose no sirvió ni para dejarlo hasta el final del libro (Bell rueda los ojos por enésima vez y mejor se va).
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