sábado, 25 de agosto de 2012

Tinta a la Carta XXXIX: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~
Condenadamente Fácil
(Peter James)
—Acabemos con esto de una vez —Pete tranquilizó a sus compañeros —¿Recuerdas lo que te hizo en tu despedida de soltero, Luke?
Luke nunca lo olvidaría. Al despertar del estupor alcohólico, se halló atado a una litera en el tren nocturno a Edimburgo y, como consecuencia, llegó cuarenta minutos tarde al altar la tarde siguiente.
Pete tampoco olvidaría jamás cuando el fin de semana anterior al día de su boda, se descubrió vestido con ropa interior de encaje y esposado al puente colgante de Clifton George. Ambas bromas habían sido idea de Michael.

~Entrada~
Máxima Seguridad
(Rose Connors)
—¿Por qué te involucras en este proyecto, Harry? Acabas de decirme que sabe con quién casarse. Deja que su marido le encuentre un buen abogado.
—Él no puede hacerlo.
—Por supuesto que puede. Si trabaja para una firma de abogados tan grande que se dedica a fusiones y adquisiciones, de seguro estará bien relacionado.
Harry gira mi silla para que lo vea de frente.
—Herb Rawlings está muerto, hundido en alguna parte en el fondo del mar, y Louisa se encuentra en apuros.

~Plato Fuerte~
Medidas Cruciales
(John Nichol)
Dio media vuelta y se alejó, seguido por sus hombres. Mientras nuestro abigarrado grupo se dirigía lentamente a los edificios del aeropuerto, vi cerrarse las puertas del jet Tristar. Los motores arrancaron y la nave carreteó hasta un extremo de la pista. Un par de minutos después, despegó en dirección al Sol poniente.
Al apagarse el rugido de sus motores, me volví hacia Layla.
—¿Podrías cambiarme el vendaje? Estos malditos diamantes me incomodan mucho.
Me miró fijamente un momento y luego se echó a reír. Cuidadosamente, retiró el apósito y después dejó caer en mi mano seis diamantes perfectos, aunque ensangrentados.

~Postre~
Semillas del Ayer
(V.C. Andrews)
—Si cierro los ojos, vuelvo a tener doce años, y tú, catorce. Puedo verte tal como eras entonces, pero no puedo verme a mí, Chris, ¿por qué no puedo verme?
Su sonrisa era agridulce.
—Porque he acaparado todos los recuerdos de lo que tú eras y los he depositado en mi corazón. Pero aún no has dicho que me perdonas.
—¿Estaría yo aquí, donde estoy, si no fuera por mi propia voluntad?
—Confío y ruego que no —Y me abrazó, me abrazó con tanta fuerza que me dolieron las costillas.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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