Buenas noches, damas y caballeros.
Oficialmente no tengo suerte cuando quisiera (Bell rueda los ojos, qué novedad). El mentado plan que me tenía más feliz que niña en dulcería no se hizo realidad (Bell maldice a la uni de Tanit y al despiste de Mako-sama; a ellas, jamás), así que tuve que sonsacar a una amiga a que me acompañara a la Feria del Libro en mi tercera y (aparentemente) última visita de este año.
En primer lugar, lo había anunciado por Twitter, pero acá no: me llevé una lista de libros a buscar en la Feria (escrita a mano, ideas que tiene Bell), que pensaba prestarles a los de los puestos para que consultaran si tenían alguno. Era de unos... ¿qué, diez títulos? No, creo que más, porque recuerdo tres tríos (por ser libros del mismo autor) y aparte tres o cuatro unitarios. Así pues, en los tres o cuatro puestos que pregunté, no tuvieron ninguno, ¡ninguno! Ni en la Gandhi, que según yo, tiene unos cuantos en su catálogo en línea, pero no se les ocurrió traerlos a su puesto. Malvados...
Hoy, por ser penúltimo día, había más gente en la Casa de la Cultura que hace una semana y el lunes. Gente a izquierda, derecha, enfrente y atrás de ti, debías ir con cuidado, que si no... Peor yo, que llevaba una bolsa grande (entre otras cosas, por cargar con Danza de Dragones, mi lectura en curso) y cada que me movía entre los libros corría el riesgo de tirar alguno. El acabóse.
Les decía que sonsaqué a una amiga para que me acompañara, ¿no? Le mandé mensajes de texto al cel en la mañana, para hacernos las encontradizas si ella podía, y entre una cosa y otra sí pudo, solo que llegó como hora y media después que yo y mientras la esperaba, comí algo en la cafetería (porque la Casa de la Cultura tiene cafetería... pequeña, pero tiene). Antes de eso, ya había hecho mi rondín y me auto-desfalqué con Expiación, de Ian McEwan (recomendación de Sucy-sama, mencionada en la entrada anterior), el primer cómic de Juego de Tronos (apto solo para mayores de edad, como imaginará quien ha leído los libros de la saga), Laila Winter y los Señores de los Vientos y Laila Winter y la maldición de Ithirïe; los dos últimos, por cierto, no pensaba comprarlos porque estaban muy caros (más que Juego de Tronos y compañía, y eso es mucho decir), pero ¿dónde diablos los iba a hallar después si del primer libro ya leí el prólogo y me enganché? Nunca los he oído nombrar en México, de verdad, y con todo el dolor de mi bolsillo, decidí comprarlos (a ver si Bell no se arrepiente). Estuve a punto de comprar Efímera, de Lauren DeStefano, por la recomendación del blog Lee.Vuela.Sueña, pero ese lo adquirió mi amiga cuando le dije que leí una crítica buena. Prometió prestármelo cuando lo termine ella, sirve que yo avanzo con el bonche que tengo de pendientes (incluyendo los recién adquiridos, claro). Como dato curioso, antes de ir a la Feria conseguí Mujer Divina, el disco de Natalia Lafourcade que sacó como homenaje a Agustín Lara y luego, para mi madre (cofsobornocof), una foto de Pedro Infante de pie en una moto. Y eso fue todo lo que gasté (Bell rueda los ojos, como si hubiera sido poco...).
En la Feria del Libro siempre aprovecho para buscar cosillas extrañas, lo admito. Sí, voy por libros que quiero, o que me recomendaran, pero nunca está de más mirar en los géneros que normalmente pasas de largo, porque puedes toparte con algo interesante. Mi amiga, por ejemplo: más o menos tenemos los mismos gustos (aunque por ejemplo, ella adora Crepúsculo y yo no, pero hasta las mejores amigas tienen diferencias así), pero mientras que a ella le llamaron la atención algunos libros de Carlos Ruiz Zafón (se compró uno, si no mal recuerdo), a mí ese señor de plano no me llama la atención, pese a las buenas recomendaciones que tiene. Por otro lado, mi amiga se compró el estuche con los tres primeros libros de Cazadores de Sombras, y cuando los acabe de leer ya me comisionó para recordarle cuál tiene que leer a continuación (tiene pésima organización en esos casos, una tiene que andarle diciendo el orden de las sagas, ¡con decirles que se leyó en desorden los de Harry Potter!). Así las cosas, también me quedé con las ganas de comprar Fuego, de Kristin Cashore, que es más o menos reciente y quizá pueda conseguírmelo junto con Graceling y la última parte (a salir próximamente), Bitterblue, que he averiguado más o menos de qué tratan y me llaman muchísimo la atención.
Y después de este día, estoy casi segura (casi, Bell no puede jurarlo) que no compraré libros nuevos hasta noviembre... o diciembre, si no se me atraviesa en el camino algún ejemplar que haya estado buscando y/o deseando con el alma. Debo dejar que mi auto-reto haga su trabajo y abstenerme. Me he gastado un montón de dinero en tres días (Bell ni quiere hacer cuentas, sabe que le dará un soponcio o algo así); además, si espero pacientemente a diciembre, tendré suficiente dinero para los regalos de Navidad de la familia, de algunos amigos (los más cercanos) y uno que otro que apenas ando maquinando (Bell suelta una risita).
Por mi parte, declaro clausurada la Feria del Libro Aguascalientes en su edición cuarenta y cuatro (aunque en realidad acaba mañana). Hasta el próximo año (que espero incluya el día de mi santo, sería genial ir a despilfarrar entonces).
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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