miércoles, 9 de octubre de 2013

Describiendo a... (LXII)

Título: Los Reyes Malditos I. El Rey de Hierro (en el idioma original, Le Roi de Fer).

Autor: Maurice Druon.

Sinopsis: [...] Corre el año 1314 [...]: durante más de medio siglo, los reyes se suceden en el trono de Francia, pero nunca duran mucho tiempo. De las intrigas palaciegas a las muertes súbitas e inexplicables, de las batallas entre las dinastías a las guerras desastrosas, todo parece fatalmente regido por el sino de los Reyes Malditos. [...] (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).

Editorial de mi ejemplar: Ediciones B (a través de byblos).

¿Qué les puedo decir? Este también era otro de mis eternos pendientes, lo tenía en espera desde el año pasado... o el antepasado, ya ni recuerdo. Hallé la colección completa en ediciones de bolsillo, en una caja bastante simpática. Bonita me veía yo caminando por medio Centro con la bolsa en la que cargaba mi compra... (Bell rueda los ojos). Ya, hablando en serio, me interesaba mucho leer algo histórico, y qué mejor que agarrar a algunos de los reyes y reinas más famosos de los siglos pasados, los de Francia.

El prólogo nos hace un breve recuento de la época en la que se situará la novela, principios del siglo XIV, los años mil trescientos y tantos. Es la época del glorioso reinado de Felipe IV, intitulado El Hermoso, el cual ha logrado varias cosas por el bien de Francia, pero hay algunos que se le oponen y a quienes no duda en hacer a un lado. Algunos de esos individuos que sufren la "justicia" del rey son los miembros de la Orden del Temple, organización con fuertes lazos con la Iglesia, al menos hasta que el rey y algunos de sus hombres emprenden una campaña para desprestigiar la institución. Entre una cosa y otra, los templarios acaban en la ruina, su gran maestre (su líder), Jacobo de Molay, es obligado bajo tortura a admitir crímenes que jamás cometió, y tras algunos tropiezos, es quemado en la hoguera. Pero antes lanza sus palabras envenenadas contra aquellos que considera sus acérrimos enemigos, entre ellos el rey, condenando a su estirpe a vivir maldita por generaciones.

Las palabras del maestre aterran a muchos, pero sus destinatarios no tardan en creer que todo fue producto de la mente agonizante de aquel hombre. Sin embargo, conforme el reino se ve en ciertos problemas (impuestos altos que causan motines, regiones que no se someten al rey) y la familia real cae en desgracia (situación enfatizada con el título de la segunda parte del libro, Las princesas adúlteras), varios de los que presenciaron la maldición están temiendo que de verdad tenga algún poder. Y siendo aquella una época oscura, de gente crédula y temerosa, las coincidencias no hacen más que alterar los ánimos.

Se nos presenta a un Felipe el Hermoso firme, que gobierna con justicia aunque con mano dura, lo que explicaría el título de esta entrega y que este rey francés fuera respetado, incluso temido. No dudó en juzgar a gente cercana a él sin pizca de compasión, consciente de que la realeza debería dar muestra de buenas virtudes, no al contrario. Y no solo se sigue de cerca lo que Felipe el Hermoso hace al gobernar, sino también a algunos personajes que pasaron a la historia no solo por estar emparentados con él (como sus hijos varones, que terminaron sucediéndolo en el trono de Francia, o su hija Isabel, casada con el rey de Inglaterra de entonces), sino porque a la larga, su papel en los acontecimientos que rodean a la Corona francesa serán de vital interés.

Las novelas históricas, para algunos, tienden a causar la impresión de ser un recordatorio de alguna clase aburrida. Sin embargo, en lo personal me agradan, me permiten conocer las usanzas de otros países y épocas de una manera más amenas que leyendo un aburrido libro de texto en un aula. En especial recomiendo El Rey de Hierro, que no sé si será por los sucesos narrados, por el tamaño de bolsillo de mi ejemplar o por alguna otra cosa, pero me gustó un montón. Y gracias a haber comprado la mentada colección, no tengo que desesperarme por apoderarme de la siguiente entrega, con un título nada despreciable: La Reina Estrangulada.

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

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