sábado, 22 de marzo de 2014

Tinta a la Carta LIV: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~
Once vidas
(Mark Watson)
[…] Con el transcurso de los días, Jacqueline se sintió cada vez más avergonzada por haber deseado que abrieran la escuela el día de la nevada y disponer así de unas horas extras de soledad… […] ¿Qué clase de madre está tan emperrada en escribir 2,500 palabras sobre vino chileno que su hijo llega a casa con la mejilla partida? ¿Qué clase de madre tiene un premio a su «lucidez de pensamiento y prosa» en la chimenea pero no se le ocurre qué decir a su hijo, desmoralizado en la mesa de la cocina mientras juguetea con los guisantes de su plato? Y ahora se va a probar un restaurante del Soho —que se llama Chico’s, por el amor de Dios; ya lo odia— mientras su hijo se atrinchera en su cuarto? […]
La hiriente reseña del restaurante ya está escrita, en cierto sentido […]. Se escribió cuando Xavier no pudo salvar a Frankie de la paliza en la nieve.

~Entrada~
Trilogía del Malamor 2. La raíz del mal
(José Ignacio Valenzuela)
Rayén decidió que ya no valía la pena seguir recordando cada uno de los eventos que la dejaron exactamente donde quería estar: bajo el techo de la misma familia que provocó su mayor tragedia. Fueron ellos, los Schmied, los que impidieron que Ernesto pudiera desposarla en el lejano verano de aquel lejano 1939. Fueron ellos los que desgraciaron su vida y la condenaron a vivir en el infierno de la desesperanza. Fueron ellos los que, protegidos por sus muebles de caoba, sus alfombras persas y sus ropajes de gruesas y costosas telas, consideraron que ella era simplemente una salvaje que merecía el desprecio y el olvido.
Y ella no olvida. No olvida nunca.

~Plato Fuerte~
La Hechicera
(Michael Scott)
—¿Y qué te hizo cambiar de opinión? ¿No te pagaba suficiente para traicionar a tu esposa, a tu familia, a tus amigos?
El dolor se apoderó de la pálida mirada de aquel desconocido.
—He cometido errores, Alquimista, eso es cierto. Y he pasado vidas enteras intentando compensarlos. La gente cambia… Bueno, la mayoría de la gente —especificó —Excepto tú. Tú siempre has estado tan seguro de ti mismo y de tu función en este mundo. El gran Nicolas Flamel jamás está equivocado… o si lo está, jamás lo admitirá —añadió en voz baja.

~Postre~
Trono de cristal
(Sarah J. Maas)
—[…] Mató al capataz de su grupo y a veinticinco centinelas antes de que la detuvieran. Estaba a un paso de la muralla cuando los guardias la dejaron inconsciente de un golpe.
—¿Y? —preguntó Dorian.
Celaena sintió que le hervía la sangre.
—¿Cómo que «y»? ¿Sabes qué tan lejos está la muralla de las minas? —el príncipe la miró perplejo. Ella cerró los ojos y suspiró exageradamente —Desde mi pozo estaba a ciento diez metros. Hice que alguien lo midiera.
—¿Y? —repitió Dorian.
—Capitán Westfall, ¿qué distancia suelen recorrer los esclavos que intentan escapar de las minas?
—Un metro —murmuró el otro —Los centinelas de Endovier son capaces de abatir de un disparo a un hombre antes de que lleve recorridos dos metros.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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