Título: Todas las palabras que no me han dicho (en el idioma original, Les mots qu'on ne me dit pas).
Autor: Véronique Poulain.
Sinopsis: Ser adolescente no es nada fácil, y menos aún si, como Véronique, se vive con un padre y una madre un tanto especiales, que no pueden comunicarse como el resto del mundo. Fuera de las paredes de su casa, la gente cuenta historias, se enfada, ríe y ama. Los padres de Véronique también hacen eso, pero con las manos: son sordomudos. [...] (Extracto de la contraportada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Penguin Random House Grupo Editorial S. A. de C. V. (a través del sello Nube de Tinta).
¿Qué les puedo decir? El sello Nube de Tinta comencé a conocerlo desde antes que se distribuyera en este lado del charco, todo porque en Twitter le daban publicidad en español (obviamente, desde España). Algo de eso mencioné en La lección de August, si no mal recuerdo, así que no es de extrañar que, al ver las novedades del sello en las librerías, por lo menos lea la contraportada para saber de qué se trata. En el caso de esta novela, lo primero que llamó mi atención fue el apellido de la autora (sí, por la película Amélie, que me gusta mucho), aunque no lo compré a la primera. Cuando finalmente lo adquirí, no pensé en sacarlo de los pendientes tan pronto, pero formó parte de mi Maratón de Lectura de diciembre en el Foro de los Black... lo cual fue una decisión acertada, porque no me duró prácticamente nada.
Véronique es una niña que pronto tiene que hacerle a la idea de que sus padres son diferentes. por el simple hecho de que no oyen. En el libro, sus memorias tienen voz, demostrando que la vida de la hija oyente de unos sordos no es tan diferente, no en lo esencial y menos con padres como los de Véronique, que cada uno en su respectiva familia, tuvo que aprender a lidiar con el hecho de no poder escuchar.
Si alguna vez te preguntaste cómo sería la convivencia con las personas sordas, Verónique da una excelente perspectiva. No se anda con remilgos en decirte lo bueno, lo malo e incluso lo embarazoso que puede haber en el hecho de que un pariente (y en el caso de ella, sus padres) sea sordo, más en la época que le tocó, en una Francia que solo después de muchos años, empezó a preocuparse un poco más por su gente sin oído, a lo cual los señores Poulain contribuyeron a cambiar.
No esperen algo desgarrador, ni rebuscado o inverosímil: Verónique Poulain dice su verdad familiar, ni más ni menos, así que hay que apreciarla como tal y, de ser posible, meditar si nosotros mismos hacemos la diferencia con algún discapacitado cercano porque quién sabe, puede que podamos aprender mucho de esa persona, solo hay que darnos la oportunidad.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2016)
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