~Aperitivo~
El último unicornio
(Peter S. Beagle)
«¿Y si
fuese demasiado tarde? ¿Y si el último reflujo de la corriente los hubiese
arrastrado mar adentro, adonde no se atreven a llegar los barcos, a causa del
Kraken y los dragones marinos y a causa de la maraña de algas flotantes que los
enredan y ahogan incluso a ellos mismos? Entonces nunca los encontraría. ¿Se
quedaría conmigo?»
—Entonces,
¿para qué sirve la magia? —preguntó el príncipe Lir, enfurecido —¿Para qué
sirve la hechicería, si no puede salvar a una unicornia? —agarró con fuerza el
hombro del mago, para no caer.
Shmendrick
no volvió la cabeza. Con un dejo de burla triste en la voz, dijo.
—Para eso
están los héroes.
~Entrada~
Expiación
(Ian McEwan)
[…] —¿Has
hecho algo malo hoy por culpa de este terrible calor?
Tomó la
mano de Briony, parodiando una súplica, pero ella la retiró.
Era
todavía una niña, pensó Robbie, de la que no se podía descartar que confesara o
soltara que había leído su nota, lo que a su vez podrían inducirle a referir la
escena que su llegada había interrumpido. La estaba observando atentamente
mientras ella ganaba tiempo, cogiendo la servilleta, limpiándose los labios,
pero no sentía un temor particular. Si tenía que ocurrir, que ocurriese. […]
—Siento
ser aburrida, pero yo no
he hecho nada malo hoy.
~Plato Fuerte~
El
Nigromante
(Michael Scott)
[…]
—Concéntrate en tu hermano, haz que no se desvíe de la carretera.
[…] —¿Cómo
hago eso?
Perenelle
se quedó en blanco, sin palabras. Se volvió hacia Nicolas en busca de una
respuesta, pero éste negó con un movimiento de cabeza.
—No lo sé
—admitió —Simplemente, no le permitas que haga algo estúpido.
—Estamos
hablando de Josh —murmuró Sophie —Hace estupideces continuamente.
Y, sobre
todo, las hacía cuando ella no estaba a su lado.
~Postre~
El clan
de la loba
(Maite Carranza)
—¡Y un
melón con patas! Di la verdad, Selene te inició en la brujería desde que ibas
al parvulario.
Y esi sí
que fue como una bofetada. Anaíd balbuceó incrédula.
—La… ¿la
brujería?
—No te
hagas la tonta, eres tan bruja como yo, como ellas y como lo fueron tu abuela y
tu madre.
Y
entonces muchas piezas que permanecían sueltas en el puzle de Anaíd cobraron
forma y significado, pero la palabra «brujería» le sonaba muy fuerte. Criselda
la sostuvo a tiempo. Anaíd se estaba poniendo pálida y se sujetaba al brazo de
su tía para no caer. La sinceridad de la mirada de horror en los azules ojos de
la niña no parecía en absoluto producto del fingimiento.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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