~Aperitivo~
Frecuencia Júpiter
(Martha Riva Palacio Obón)
Corro por calzada de
Tlalpan. No, corrección: corro por mi versión de calzada de Tlalpan. No debo
olvidar que mi cuerpo está abajo, en Urgencias. ¿En una camilla? Tengo que
volver. No puedo quedarme aquí. ¿Realmente estoy en un hospital? Me siento
confundida. Los relámpagos se detienen de golpe pero mi pelo sigue
electrificado. No entiendo cómo, pero de pronto me cae el veinte de que en este
limbo (en este coma) en el que estoy atrapada hay algo más. Siento su presencia
aunque no pueda verla. El miedo se enrosca en mi garganta.
¿Cómo llegó la mariposa
hasta aquí?
Hola.
~Entrada~
El Príncipe de la Niebla
(Carlos Ruiz Zafón)
»Hace muchísimo tiempo,
cuando yo tenía vuestra edad, la vida cruzó mi destino con uno de los mayores
tramposos que han pisado este mudno. Nunca llegué a conocer su verdadero
nombre. En el barrio pobre donde yo vivía, todos los chicos de la calle lo
conocían como Caín. Otros lo llamaban el Príncipe de la Niebla, porque, según
las habladurías, siempre emergía de una densa niebla que cubría los callejones
nocturnos y. antes del alba, desaparecía de nuevo en la tiniebla.
~Plato Fuerte~
Leona Vicario. La insurgente
(Eugenio Aguirre)
—¡El relicario de su
madre! —replicó Leona, dando un salto que la colocó de pie ante su feliz
acompañante—. ¿En verdad se trata de esa joya que usted ama tanto y que
esperaba desde hace algunas semanas? ¿Y me la trae usted a mí, a Leona Vicario?
¿Está usted loco, querido amigo?
El joven Quintana Roo,
encendido de rubor, se puso frente a Leona, a un palmo de distancia, y le dijo
con una voz demasiado ronca mientras le ofrecía el estuche nacarado:
—Leona, ábralo y, si le
gusta, tenga la bondad de lucirlo sobre su pecho. Se verá precioso, y en el
sitio que merece, puesto que mi madre me lo ha donado para que lo regale a la
mujer que…
—Andrés —gritó Leona
emocionada.
—Sí, Leona…
Esta nueva relación causó
asombro a su amigo Carlos María Bustamante quien, quince años mayor que ellos,
los veía solo como a un par de adolescentes dotados de una singular madurez
intelectual y emotiva. Parecía, a los ojos de extraños, que Andrés y Leona no
tenían más en común que el interés por la Independencia de México. Sin embargo,
el amor entre ellos era profundo.
~Postre~
Educar a los topos
(Guillermo Fadanelli)
Fue entonces cuando salté
de mi asiento. Si bien mi madre había prohibido mencionar la palabra militar en la mesa, había sido ella, me imagino que
llevada por su desesperación y la ausencia de talento político, quien puso
sobre la mesa una palabra que me caló en los huesos: internado. La alusión a una escuela militarizada no
me causó mayores sobresaltos porque semanas antes mi padre, calculador, me
había comunicado que una de las opciones para continuar mis estudios en la
secundaria era convirtiéndome en cadete. […] Mi padre había preparado bien el
camino anticipándose a la belicosa reacción de las mujeres, pero lo que jamás
me dijo fue que estaría internado, desterrado como un maleante.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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