~Aperitivo~
Matemática… ¿estás ahí?
(Adrián
Paenza)
Empezar a disfrutar de pensar,
de tener un problema, de regodearse aun cuando uno no puede encontrar la
solución pero lo tiene como un desafío, es una tarea de los docentes. Y no es
solo un problema utilitario. No abogo
por eso tampoco; no pretendo que alguien haga una lista de potenciales usos para convencer a la audiencia. No. Hablo de
la magia de poder pensar, seducir mostrando lo que se ignora, desafiar a la
mente.
Eso es lo que no tiene la
matemática: no tiene quién la defienda.
~Entrada~
Memoria
(Leonardo
Patrignani)
—Estoy asombrada por tu
demostración, Marco […], pero no entiendo de qué sirve todo esto. Y no me
interesa demasiado. Me parece estar en una cárcel, ¡menuda salvación! No tengo
intención de jugar con la mente de las personas. ¿Para qué, además?
—Qué va, no…
—Todo lo que vemos no es real.
¿Me equivoco? ¿De qué me sirve robar de las mentes de los otros los mapas de
todo el mundo, si nada de lo que veo existe de verdad? Aquella persona de allí
—dijo Jenny extendiendo el brazo y apuntó el dedo hacia una señora sentada
leyendo un periódico en un banco— no existe. Está ahí porque es el recuerdo de
alguien, quizá ni siquiera nuestro, quizá del viejo con el perro. ¿Para qué lo
quiero? Este mundo no tiene futuro. Nosotros no tenemos futuro.
Marco la miró en silencio
durante un momento, mientras Alex agachaba la cabeza. Las palabras de Jenny
tenían un fondo de indiscutible verdad.
~Plato
Fuerte~
Susurros
(A.
G. Howard)
No estamos locas. Debería
sentirme aliviada.
Pero algo más está ocurriendo, algo
inverosímil.
Si las voces son reales, sigue
sin tener sentido que Alison insista en vestirse como Alicia. Por qué chasquea
la lengua. Por qué se enfurece sin razón. Esas cosas son las que hacen que
parezca una loca. Hay tantas preguntas que quiero hacer… pero las descarto,
porque tengo otra duda más importante.
—¿Por qué nuestra familia?
—pregunto—. ¿Por qué nos está pasando esto?
La cara de Alison se entristece.
—Es una maldición.
~Postre~
Ojos
violeta
(Stephen Woodworth)
—¿Señora Lindstrom?
Sorprendida, la mujer se
incorporó y lo miró con recelo.
—Siento molestarla —estuvo a
punto de darle la mano, pero se la metió en el bolsillo—. Soy el agente
especial Dan Atwater, de la Unidad de Apoyo para la Investigación del FBI. Ha
sido… toda una actuación.
Ella volvió a hundirse en el
sofá.
—Si usted lo dice.
Él se arrodilló hasta situarse
casi a la altura de sus ojos.
—Sé que debe estar cansada, pero
necesitamos su ayuda en uno de nuestros casos. Cuando se entere de los
detalles, creo que aceptará…
—Conozco los detalles —la joven
movió los ojos para mirar los de él—. Ellos me lo han contado.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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