sábado, 31 de diciembre de 2016

Tinta a la Carta XCV: Cena en cinco tiempos

~Entrada~
Zombis rubias
(Brian James)
—Ah, lo había olvidado —digo, haciendo todo lo que puedo por no reírme al recordar una de las locuras que me contó cuando por fin se decidió a hacerme partícipe del peligroso secreto del pueblo—. ¿Cómo era? ¿Que son todos vampiros o algo así? —pregunto, riéndome por lo bajo mientras pienso en la expresión de su cara cuando me lo contó. Al recordar lo serio que parecía y lo mucho que le sorprendió que me riera.
—Vampiros no, ¡zombis! —contesta y yo ya no puedo aguantarlo más. Empiezo a reírme a carcajadas como una niña pequeña. La rojez de sus mejillas permanece, pero ahora es más de rabia que de otra cosa.
—Ríete si quieres, pero es verdad. Te lo demostraré —dice, más frustrado que antes.
—Me parece que has leído demasiados de esos estúpidos cómics —le digo.

~Plato Fuerte~
Abraza mi oscuridad
(Isabel Keats)
—Ya no le molesto más, inspector Macnamara. Le agradezco mucho el tiempo que me ha dedicado —el hombre miró la delicada mano, de dedos largos y delgados y uñas muy cortas, que la joven le tendía y la estrechó en su manaza, con cuidado de no apretarla mucho. La delicada señorita Alcázar le producía la perturbadora sensación de que podría quebrarla en cualquier momento; sin embargo, el inspector no estaba preparado para lo que ocurrió a continuación.
Tocarla fue como agarrar un cable de alta tensión. Un violento calambre lo recorrió desde los dedos hasta el hombro, dejándole el brazo paralizado. Al instante, Macnamara bajó la mirada hasta el rostro de Ana, que parecía levemente ida, y apenas pudo descifrar la exclamación que brotó de aquellos labios llenos, ahora sin apenas color.
—¡Cuidado con el dragón!

~Postre~
(Esperanza, primavera eterna). Rita Hayworth y la redención de Shawshanks
(Stephen King)
Una vez le pregunté qué significaban para él aquellos carteles y me dirigió una extraña mirada de sorpresa.
—Bueno, supongo que lo mismo que para la mayoría de los presos —me dijo—. Libertad. Contemplando a esas mujeres hermosas sientes casi como… no del todo sino casi… como si pudieras dar un paso al frente, atravesar la foto y encontrarte a su lado. Ser libre. Supongo que Raquel Welch era la que más me gustaba; no era solo por ella; era también aquella playa. Parecía una playa mexicana. Un lugar tranquilo en el que un hombre pudiera oírse pensar. ¿Nunca has sentido eso con una foto, Red? ¿Que casi podías entrar en ella?
Le dije que yo, en realidad, nunca me lo había planteado así.
—Algún día quizá comprendas lo que quiero decir —me dijo, y estaba en lo cierto. Años después comprendí exactamente lo que quería decir… y lo primero que hice entonces fue pensar en Normanden y en lo que me había dicho de lo fría que era la celda de Andy.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por su idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

No hay comentarios:

Publicar un comentario