~Entrada~
Zombis rubias
(Brian James)
—Ah, lo había olvidado —digo, haciendo
todo lo que puedo por no reírme al recordar una de las locuras que me contó
cuando por fin se decidió a hacerme partícipe del peligroso secreto del
pueblo—. ¿Cómo era? ¿Que son todos vampiros o algo así? —pregunto, riéndome por
lo bajo mientras pienso en la expresión de su cara cuando me lo contó. Al
recordar lo serio que parecía y lo mucho que le sorprendió que me riera.
—Vampiros no, ¡zombis! —contesta y yo ya
no puedo aguantarlo más. Empiezo a reírme a carcajadas como una niña pequeña.
La rojez de sus mejillas permanece, pero ahora es más de rabia que de otra
cosa.
—Ríete si quieres, pero es verdad. Te lo
demostraré —dice, más frustrado que antes.
—Me parece que has leído demasiados de
esos estúpidos cómics —le digo.
~Plato Fuerte~
Abraza mi oscuridad
(Isabel Keats)
—Ya no le molesto más, inspector
Macnamara. Le agradezco mucho el tiempo que me ha dedicado —el hombre miró la
delicada mano, de dedos largos y delgados y uñas muy cortas, que la joven le
tendía y la estrechó en su manaza, con cuidado de no apretarla mucho. La
delicada señorita Alcázar le producía la perturbadora sensación de que podría
quebrarla en cualquier momento; sin embargo, el inspector no estaba preparado
para lo que ocurrió a continuación.
Tocarla fue como agarrar un cable de alta
tensión. Un violento calambre lo recorrió desde los dedos hasta el hombro,
dejándole el brazo paralizado. Al instante, Macnamara bajó la mirada hasta el
rostro de Ana, que parecía levemente ida, y apenas pudo descifrar la
exclamación que brotó de aquellos labios llenos, ahora sin apenas color.
—¡Cuidado con el dragón!
~Postre~
(Esperanza, primavera eterna). Rita
Hayworth y la redención de Shawshanks
(Stephen King)
Una vez le pregunté qué significaban para
él aquellos carteles y me dirigió una extraña mirada de sorpresa.
—Bueno, supongo que lo mismo que para la
mayoría de los presos —me dijo—. Libertad. Contemplando a esas mujeres hermosas
sientes casi como… no del todo sino casi… como si pudieras dar un paso al
frente, atravesar la foto y encontrarte a su lado. Ser libre. Supongo que
Raquel Welch era la que más me gustaba; no era solo por ella; era también
aquella playa. Parecía una playa mexicana. Un lugar tranquilo en el que un
hombre pudiera oírse pensar. ¿Nunca has sentido eso con una foto, Red? ¿Que
casi podías entrar en ella?
Le dije que yo, en realidad, nunca me lo
había planteado así.
—Algún día quizá comprendas lo que quiero
decir —me dijo, y estaba en lo cierto. Años después comprendí exactamente lo
que quería decir… y lo primero que hice entonces fue pensar en Normanden y en
lo que me había dicho de lo fría que era la celda de Andy.
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por su idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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